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Mariana Herrera Piñero, ayer, en la Fundación Vivian Trías. Foto: Pablo Vignali

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Luego de la dura lucha y de la insistencia de integrantes de la organización Abuelas de Plaza de Mayo en realizar pruebas genéticas para identificar a sus nietos, secuestrados por el terrorismo de Estado en Argentina, en 1987 se creó por ley el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG). En el marco de los 30 años de la institución, su directora, Mariana Herrera –doctora en ciencias biológicas y especialista en genética molecular y forense–, participó ayer de tarde en una conferencia en la sede de la Fundación Vivian Trías, junto con Mirtha Guianze, integrante del Consejo Directivo de la Institución Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo, y la diputada Macarena Gelman. Antes de que empezara la charla, Herrera conversó con la diaria sobre el BNDG.

–¿Cuántos nietos se han encontrado desde que se creó el BNDG?

–122 en total. De ellos, 76 se recuperaron por estudios genéticos, mientras que los otros fueron identificados previo a la creación del banco, porque eran niños que habían sido secuestrados junto a sus padres y las abuelas los conocían y tenían sus fotos. Además de la restitución de los 76 nietos, se les devolvió el apellido a muchísimos niños que nacieron después de que el papá desapareciera; entonces, se hizo el análisis genético con la rama familiar paterna para que se les diera el apellido a esos niños.

–¿Cuántas muestras genéticas tiene el BNDG?

–En este momento el banco cuenta con unos 300 grupos familiares que buscan a sus niños, que ahora tienen más o menos 40 años. Por otro lado, en estos 30 años han pasado unos 10.000 jóvenes, desde niños menores de edad hasta adultos que se analizaron en el banco.

–¿Tenían la duda de ser nietos de desaparecidos?

–Algunos tienen la duda y se presentan espontáneamente a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad [Conadi]; otros son contactados por denuncias que se hacen en la Conadi, y luego se hace una investigación para llegar a la conclusión de que vale la pena mandar los datos al banco. Porque uno de los procedimientos más comunes consistía en que [los padres apropiadores] anotaran a los chicos como propios, pero declaraban que el lugar del parto había sido el domicilio. Eso ocurrió en 62% de las apropiaciones; entonces, en el caso de que exista la denuncia de un chico que pueda ser apropiado, y si al analizar la partida de nacimiento se ve que en esta dice que fue un parto domiciliario, hay una fuerte sospecha de que pueda ser un nieto de alguno de los grupos familiares que lo buscan. Por lo tanto, la Conadi se acerca al joven que no sabe que pudo haber sido apropiado y adoptado, y le plantea sus dudas para que venga a analizarse. La gran mayoría no tiene problema en venir.

–¿Manejan la cifra de cuántos nietos falta recuperar?

–El cálculo da que faltan entre 300 y 350 nietos por recuperar. Pero la dictadura militar fue tan cruel que a algunas familias las arrasó completamente; entonces, en esas familias, por más que hubiera embarazadas, no están representadas en el banco.

–¿Qué aportó el BNDG en relación con los desaparecidos de Uruguay?

–El banco fue el que hizo el estudio que motivó la restitución de Macarena Gelman. El Plan Cóndor fue una asociación ilícita de dictaduras para desaparecer personas y apropiarse de niños; entonces, la realidad es que los nietos pueden estar en Argentina o en otro país de la región. Además, los jóvenes que hoy estamos buscando pueden estar viviendo en cualquier país del mundo, por su trabajo u otros motivos. Entonces, Abuelas y la Conadi están creando nodos para convocar a los jóvenes que viven en el exterior y dudan de su identidad a que se presenten en sus respectivos consulados, para que se puedan enviar las muestras a Argentina. De hecho, tres restituciones se produjeron a partir de personas que viven en el exterior.

–¿Qué tecnologías o técnicas marcaron los estudios en estos 30 años del BNDG?

–En 1989 fueron los estudios de ADN mitocondrial. En 1999, los secuenciadores automáticos. Y ahora incorporamos las máquinas de secuenciación completa del genoma. Eso va a permitir búsquedas masivas mucho más complejas que las que se están haciendo. Cada década ha marcado un hito en la historia de la genética forense.

–¿También tienen datos genéticos de restos de desaparecidos?

–Sí. Cuando se identifica a una persona desaparecida, se incorpora su perfil genético al banco. Ese perfil nos sirve muchísimo porque es de un padre, y la relación es mucho más directa que entre un abuelo y un nieto, tanto en la parte estadística genética como en la capacidad de identificarlo. Por otro lado, también se incorporan perfiles de restos óseos de familiares que no dieron su muestra en su momento y fallecieron. Es necesario contar con ese perfil genético para completar los grupos familiares. Cuanto más cantidad de familiares tengamos de un padre, mejor va a a ser el valor estadístico de la prueba que hacemos para identificar a un nieto. El banco tiene un equipo de antropólogos forenses propios que trabajan en todo esto.

–En Uruguay la Secretaría de Derechos Humanos para el Pasado Reciente [SDH] dispone de un banco de muestras genético que funciona en la órbita del Instituto Nacional de Donación y Trasplante de Células, Órganos y Tejidos, del Ministerio de Salud Pública. ¿Han cruzado información?

–Tenemos un contacto. La SDH tiene una base de datos de cerca de 121 grupos familiares que buscan a sus desaparecidos. Justamente hoy estuve con ellos. Estuvimos trabajando para compartir información y hablamos mucho de la necesidad de capacitarse e incorporar nuevas tecnologías. En Uruguay no tienen tanta experiencia en ADN mitocondrial. Nosotros sí tenemos mucha experiencia. Entonces hay que armar proyectos para la región, como hacemos con El Salvador, Colombia y Perú; los ayudamos para que creen sus propias bases de datos. También hemos estado hablando con la gente del Hospital de Clínicas, del instituto de trasplante donde está la base, para ofrecerles nuestra colaboración e intercambiar lo que necesitemos, porque esto es como un ida y vuelta.

–Después de tres décadas, ¿qué desafíos se plantea el BNDG?

–Encontrar a los nietos que faltan es el más importante. También colaborar con la búsqueda e identificación de personas desaparecidas, que en Argentina son 30.000. Otro es poner al BNDG de cara a la región. Argentina es como una perla en América Latina, porque apenas salió de la dictadura tomó la decisión de realizar un juicio a las Juntas [militares], creó la Conadi y el BNDG. Eso no ocurrió en otros países de la región. Uruguay tiene la Ley de Caducidad [de la Pretensión Punitiva del Estado]. En Chile hubo una justicia de transición en la que los mismos perpetradores del terrorismo de Estado estaban sentados en sus bancas en el Senado. Brasil no hizo ningún tipo de investigación y decidió no mirar para atrás. La realidad es que Argentina inició un proceso de reparación que fue muy temprano para lo que es la historia de la región. Y el otro desafío enorme es lograr una herramienta científica que permita, sin tener al nieto, poder hacer los análisis genéticos con los bisnietos. En eso entran las nuevas tecnologías, que son mucho más poderosas. Yo tengo esperanzas en que estas puedan implementarse en el banco, porque la identidad se hereda. Y nosotros tenemos una generación de nietos que no conocen su identidad, pero además ya hay una generación de bisnietos.

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