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Maggiolo y su plan | Roberto Markarian

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Oscar Julio Maggiolo (1920-1980) fue uno de los grandes transformadores de la universidad uruguaya. Es necesario recuperar su memoria. De eso se trata el objetivo de las mesas redondas que promueve la Universidad de la República (Udelar). Ver http://udelar.edu.uy/maggiolo, donde, además, se pueden encontrar más datos biográficos.

Su trayectoria científica y universitaria comenzó antes de 1947, año en que se graduó como ingeniero industrial. Fue creador y director, hasta 1973, de uno de los laboratorios que dieron presencia internacional del máximo nivel a la investigación tecnológica uruguaya.

Fue rector de la Udelar desde octubre de 1966 a noviembre de 1972, en la época de los enfrentamientos más duros entre la Udelar y el Poder Ejecutivo. Su nombre está unido en forma indisoluble, simultáneamente, a las acciones más heroicas en defensa de la autonomía y del cogobierno y a la elaboración de los planes de modificación de la estructura universitaria más originales y avanzados.

Traté directamente a Maggiolo durante algo más de diez años, entre 1964 y 1974, período en el que comencé polemizando duramente y acabé admirando y viendo como un Maestro a aquel amigo.

Compartí, siendo yo miembro del Comité de Movilización de la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (FEUU) y del Consejo Directivo Central (CDC), los difíciles tiempos en que Líber Arce y Susana Pintos se nos morían en los brazos. Recuerdo también las veladas de diverso tipo en su casa de José Ellauri 810 y los asados en el rancho de Las Flores, y el momento en que lo reencontré, en su exilio porteño, en el estudio de la calle Tres Sargentos o en su casa, donde Isaura –su esposa– me hizo conocer el gusto de los espárragos frescos.

Se ha presentado muchas veces a Maggiolo como un hombre de pensamiento radical. Opino que esa imagen es equivocada: Maggiolo era ideológicamente un moderado; quizá, con el lenguaje actual, un batllista auténtico. Sus discrepancias con el movimiento estudiantil y con medidas gremiales enérgicas son prueba de esto, y puedo atestiguar de muchos de esos episodios. Pero era un anticortesano, transparente en sus opiniones y acciones, un racionalista extremo que creyó sobre todo en la capacidad de los seres humanos para progresar y transformarse.

Era de convicciones fuertes y carácter firme, tenaz y persistente. Casi no hablaba de asuntos personales, pero sabía oír y valorar. También, de grandes ideas y utopías: la creación del laboratorio en el entonces Departamento y luego Instituto de Mecánica de los Fluidos a partir de 1950, y el Plan presentado en 1967, lo demuestran.

Fue secretario de la Asociación Uruguaya para el Progreso de la Ciencia, institución que actuó aproximadamente entre 1948 y 1954 y que tuvo entre sus miembros y fundadores a Clemente Estable, a Rafael Laguardia, a grandes figuras de la medicina uruguaya. En uno de los primeros números del Boletín de la Asociación hay un artículo de Maggiolo (disertación radial sobre la ciencia, la técnica y la sociedad actual) en el que dice: “El hombre se ha visto obligado, impulsado por su propia necesidad, a transformar radicalmente su apacible y lenta forma de vida, característica de épocas pretéritas, y para ello ha debido aplicar todo su ingenio y su capacidad creadora al desarrollo de nuevas formas de cultivos, al mejoramiento de ganados, al aumento de la capacidad productiva de sus fábricas [...]. Esta necesidad imperiosa de mejoramiento transforma radicalmente la sociedad, la cual pasa a depender no de lo que la naturaleza ofrece generosamente al hombre, sino de la capacidad que éste posee para explotar aquélla más intensivamente, tratando de hacerla más pródiga”.

En el número 2 de la publicación (1952), que está dedicado a la Ley Orgánica de la Universidad, escriben Félix Cernuschi, José Luis Massera, Eugenio Riesz y Rodolfo Tálice. Hay tres artículos firmados por Maggiolo que constituyen algo así como un bosquejo del Plan que luego pasó a tener su nombre, titulados “Ciudad universitaria”, “Gobierno universitario” y “Aspectos prácticos que debe contemplar la Ley Orgánica de la Universidad”. Los títulos de este último artículo muestran la preocupación hasta por los mínimos detalles que tenía el Maggiolo joven: “Gestiones de despacho aduanero”, “Exoneración de impuestos”, “Compras directas y licitación pública”, “Exportación temporaria” y “Venta de máquinas e instrumentos”.

Muy interesantes y polémicas son algunas de las opiniones vertidas en el artículo “Gobierno universitario”, que corroboran, en cierta medida, alguna de mis afirmaciones anteriores: “La mayoría de los problemas que actualmente aquejan a la Universidad y, en particular, a sus Facultades, desaparecerían no bien la improvisación y la irresponsabilidad en la resolución de los problemas que afectan a las distintas casas de estudio sean sustituidas por resoluciones en las que los medios de información se consigan en fuentes serias e imparciales, preparadas pacientemente, fuera del influjo de la necesidad imperiosa del problema planteado [...]. Este nuevo principio de Gobierno universitario es el que debe sustituir al ‘dogma’ reformista. [...] Sostener [ese dogma], después de 34 años de ejercicio de la reforma universitaria, es tan tonto y evidencia tal falta de miras como aquellos que en el propio año 1918 y siguientes no supieron ver en aquel movimiento realmente revolucionario un germen de transformación, que si no se hubiera convertido en dogma, podría haber transformado radicalmente las Universidades latinoamericanas. Lo malo de las ideas revolucionarias es que la luz de las mismas encandila a los topos, y éstos, en su ceguera, sólo saben repetirla, convirtiendo lo que pudo ser un foco de inusitado progreso en una rémora que estanca, al cabo de los años, toda nueva iniciativa de posible progreso”.

El Plan fue presentado ante el CDC el 7 de julio de 1967 y discutido acaloradamente durante ese mes, en medio de la elaboración del Presupuesto Quinquenal. Fue en realidad presentado como fundamentación de esa elaboración.

Mi opinión es que no se trata de un modelo para imitar. Lo bueno no es tener modelos. La Udelar debe tener un plan de implementación gradual pero sostenido, que oficie de plan director de las grandes transformaciones. Su ausencia hace que los cambios surjan a impulso de sectores más activos, de reclamos sectoriales, y que muchas veces vayan en sentido contrario a las orientaciones declaradas.

El índice del Plan consta de algunos capítulos programáticos y otros muy técnicos. Entre los varios anexos, hay un “Proyecto para crear la Facultad de Educación y el Instituto de Ciencias de la Educación”, así como un detallado plan de obras.

En el capítulo “El Problema universitario actual”, dice Maggiolo: “La civilización tecnológica actual, tanto en los países capitalistas como en los socialistas, está basada en el progreso y en los éxitos que la investigación científica pura y aplicada ha posibilitado en el campo de las realizaciones, en educación, salud, industrialización y tecnificación del agro. Esa ha sido la llave del éxito en las naciones de gran desarrollo industrial. Esto es también cierto en el marco de las pequeñas naciones. Un país como Uruguay, de escasa superficie y escaso número de habitantes, es imposible si no se lo concibe integrado en la región continental. Su posibilidad de existencia no estará cimentada más que muy secundariamente en la riqueza de su subsuelo o en lo que produzcan las pasturas de sus praderas naturales y artificiales. En cambio, es fácil concebir que nos espera un porvenir adecuado dentro de la región, si podemos promover un alto grado de tecnificación en nuestro potencial humano. Este deberá ser capaz de competir en el campo internacional por el poder del ingenio adecuadamente cultivado en la Universidad, luchando contra la desventaja que representa tener escasos recursos materiales y un minúsculo mercado interno”.

Las complejidades de la propuesta y las resistencias internas en la Udelar fueron prolongando la discusión y las maneras de aplicar el Plan, aunque el CDC resolvió, el 31 de julio de 1967, “aprobar las metas contenidas en el proyecto del Rector para un cambio de la estructura universitaria a realizar en el quinquenio 1968-1972”. Los tiempos predictatoriales que vivió Uruguay inmediatamente después, asociables cronológicamente a la muerte del presidente Oscar Gestido y al ascenso de Jorge Pacheco, terminaron con la posibilidad de realizar la profunda reestructura de la Udelar que el Plan planteaba agudamente.

Después de esta sesión del 31 de julio, tres o cuatro facultades comunican que discutieron el Plan, y no sucede más nada. O sea que toda la discusión del Plan transcurre en el mes de julio, cuando en forma acalorada y con sesiones dos veces por semana, las grandes reformas fueron debatidas.

En cada discusión global sobre la estructura y el desarrollo planificado de la Udelar aparece el Plan Maggiolo. Más aun, en especial ahora que promovemos estas mesas redondas, quienes están más alejados del debate preguntan si tal o cual propuesta es la del Plan. Esa es la mejor muestra de su carácter paradigmático, porque aunque no tenga nada que ver con lo que se propone, igual se recurre a él. Es una referencia principal a la hora de pensar los necesarios cambios de la institución.

  • Roberto Markarian es matemático y se especializa en sistemas dinámicos y teoría del caos. Es el actual rector de la Universidad de la República y además continúa siendo docente en la Facultad de Ingeniería.

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