Probablemente el lector, ante una nota acerca del 75º aniversario del Instituto de Matemática y Estadística Profesor Rafael Laguardia de la Facultad de Ingeniería (IMERL o el “Instituto” para los íntimos), se preguntará cuál es la importancia para Uruguay de tener una institución dedicada, además de a la enseñanza, a la investigación en matemática. Esta pregunta nos remite al rol que tiene un instituto de este tipo en nuestra sociedad. Una explicación completa sobre el rol de las instituciones de investigación en las sociedades modernas podría llevarnos páginas enteras y va mucho más allá del objetivo de esta nota, pero podemos intentar una primera aproximación al concepto.
El rol de estas instituciones consiste en transmitir el conocimiento actualizado de su objeto de estudio –en nuestro caso la matemática– a la sociedad. Esta simple definición deriva en varias preguntas, como suele ocurrir en la matemática y en la ciencia en general, que nos interpelan inmediatamente. Hay dos de ellas que son fundamentales: ¿cómo se adquiere el conocimiento actualizado?; ¿cómo se transmite a la sociedad? Con respecto a la primera pregunta existe una experiencia de siglos, acumulada por la humanidad, que muestra que la forma de adquirir y mantener actualizado el conocimiento en una ciencia es investigar, participar en su creación. Por otro lado, la transmisión de conocimiento se produce fundamentalmente mediante tres canales: la enseñanza, la divulgación y el relacionamiento con el medio. Por más que este conocimiento que se transmite no sea siempre de vanguardia, los énfasis, la selección de temas y los enfoques tienen que estar influidos por la perspectiva que da la investigación de punta. Los fundadores del Instituto crearon y construyeron una institución que tuvo y tiene este rol social, en el que la investigación está en el centro porque es en ella que se empieza a desatar el nudo, ya que en su ausencia todo lo demás no se produce con el nivel de calidad y actualidad que la sociedad necesita.
La historia del Instituto se puede dividir en tres etapas: la primera va desde su fundación hasta la intervención de la Universidad de la República (Udelar) por la dictadura, la segunda consiste en los años de la intervención y la tercera abarca desde el momento en que asumen nuevamente las autoridades legítimas hasta nuestros días. En lo que queda de esta nota voy a referirme principalmente a la tercera etapa, que lleva poco más de 30 años, ya que integré el plantel docente del Instituto durante casi todo ese lapso y fui su director casi ocho años. Sólo haré un par de referencias a los otros períodos.
Como siempre, es más fácil destruir que construir. La intervención destruyó casi por completo lo que se había construido en los 30 años previos. La mayoría de los investigadores del Instituto se fueron al exterior, si no estuvieron presos, y participaron en el exilio. No hubo investigación en matemática en el país durante ese período. Como los lectores podrán imaginar, el daño fue enorme y algunas de las consecuencias llegan hasta nuestros días, ya que hay un agujero generacional que nunca pudo ser completado. Hay matemáticos uruguayos que se formaron en el exterior en ese período, pero lamentablemente nunca se dieron las condiciones para que regresaran al país.
Sobre el período previo a la intervención seguramente escribirán otros compañeros que lo vivieron personalmente, pero quería comentar algunos aspectos que siempre me llamaron la atención. El primero es la unanimidad que genera el fundador del Instituto, Rafael Laguardia. Sin lugar a dudas, fue el ideólogo de su creación y el gran conductor de la primera etapa. No tuvo una gran producción matemática, probablemente por haberse dedicado a la dirección del Instituto, pero tenía a su lado a José Luis Massera. La producción científica de Massera fue, en un breve período de tiempo, de un gran nivel tanto en cantidad como en calidad. Publicó varios artículos en las principales revistas de matemática del mundo. Luego, su conocida actividad política lo alejó de la investigación matemática. El segundo aspecto es la capacidad de captar jóvenes talentos. No había una carrera de matemática organizada, más allá de que existía formalmente en la Facultad de Humanidades y Ciencias, pero aun así se formaban futuros investigadores en matemática. A modo de ejemplo y homenaje menciono a Ricardo Mañé Ramírez. En 1972 viajó para hacer su doctorado a Río de Janeiro y fue, con toda seguridad, el matemático uruguayo más influyente en la matemática actual.
Inmediatamente después de la dictadura se produjo el regreso de algunos de los antiguos integrantes del Instituto, que se encontraron con grupo de jóvenes que estábamos interesados en investigar en matemática. En esos años iniciales se produjo una serie de discusiones sobre cuál sería la organización institucional más conveniente. A pesar de que esto provocó divisiones en la comunidad matemática y generó la creación de otras instituciones en la Udelar dedicadas a la investigación en matemática (el Departamento de Matemática de la antigua Facultad de Humanidades y Ciencias, que termina por transformarse en el Centro de Matemática de la actual Facultad de Ciencias), siempre se mantuvo la dirección de recuperar la capacidad de cumplir con el rol social mencionado en el comienzo. Esto implicó organizar la formación a nivel de grado y enviar a los estudiantes que la terminaran a formarse a nivel de posgrado al exterior. En pocos años se logró tener una masa crítica de investigadores que permitiera la formación de posgrado en Uruguay, primero a nivel de maestría y después de doctorado. Esto permitió que el plantel docente del IMERL se ampliara a cerca de 100 integrantes, de los cuales prácticamente todos los de grado 3, 4 o 5 tienen doctorado y realizan investigación a nivel internacional y los de grado 1 o 2 están en su proceso de formación. Hay equipos de investigación en varias áreas de la matemática –Álgebra, Estadística, Investigación Operativa, Lógica, Probabilidad, Sistemas Dinámicos, etcétera– y también se trabaja en las aplicaciones en distintas áreas del quehacer nacional. Estos 75 años encuentran al Instituto en su mejor momento, con un plantel joven preparado para seguir avanzando y que deberá continuar teniendo, para cumplir con su rol, la investigación de calidad en su núcleo y el fuerte compromiso con la transmisión del conocimiento adquirido a la sociedad.
Raúl Ures | Doctor en Matemática y trabaja en el área de sistemas dinámicos. Es un referente del IMERL, del que fue director en dos oportunidades, totalizando un período de aproximadamente ocho años, es decir, buena parte de la historia del Instituto luego de la reapertura democrática.