Ya pasaron 15 años desde aquellos convulsionados días de agosto de 2002, de crisis, bronca y hambre. Época tristemente célebre, igual que el allanamiento de la radio comunitaria Quijote FM –que en ese momento era llevada adelante por veinteañeros–, con orden judicial y la intervención del Ministerio de Defensa Nacional, que la acusaba de “instigar” a los saqueos. Tiraron la puerta abajo y les llevaron todas las cosas llevables, hasta un televisor. Nunca les devolvieron nada. A fin de cuentas, el Estado les robó. La radio nunca más pudo salir al aire con ese nombre. Hace unas semanas, se hizo una cena show en la que el equipo de la vieja Quijote FM “festejó” las 15 primaveras de aquel allanamiento, con un enfoque satírico pero también para recordar con seriedad las causas que generaron la crisis y otras trincheras de resistencia que iban más allá de las frecuencias “clandestinas”, como las huertas orgánicas, las cooperativas y los sindicatos.
En 2003 Quijote FM renació como Radioactiva, que aguanta estoica hasta la actualidad, por la frecuencia modulada 102.5, pero los tiempos cambiaron. “El fenómeno de la radio comunitaria como movimiento se murió. Es una realidad objetiva”, dijo Nicolás Scarón, fundador de Quijote, quien explicó a la diaria que una de las balas que ayudaron a matar al fenómeno fue, paradójicamente, la reglamentación de las radios comunitarias a fines de 2007, bajo la Ley 18.232, ya que las emisoras, al ser legales, “no tienen más razón de ser ni de existir”. Pero además, el comunicador denuncia que el texto no se cumple. “La ley no está operativa, no hay ningún tipo de seguimiento ni de control. Los plazos están vencidos y no se sabe ni de quiénes son las frecuencias. A esta altura, nadie sabe nada. [La regularización significó] un montón de horas de trámites, totalmente improductivos”, señaló Scarón, y agregó que, a su juicio, el gobierno no tiene ninguna política sobre las radios comunitarias y las legalizaron simplemente “para sacarse de encima el problema” de esas frecuencias que estaban en un “limbo”. “Hay otros ilusos, que eran los que estaban más ansiosos con esta ley, que siguen esperando que el gobierno les dé publicidad oficial, y se equivocaron, porque no les dieron ni 500 pesos para pagar la luz. Nosotros no esperábamos nada”, señaló.
No obstante, el fundador de Quijote cree que tampoco vale “echarle la culpa al gobierno ni al Estado” por la muerte del movimiento de las radios comunitarias, y expone muchos factores. Por ejemplo, que hoy hay otras expresiones que cumplen un rol similar al de los medios comunitarios en 2002, como las redes sociales, que generan otro tipo de soporte de comunicación. “Otra es que los jóvenes ya no ven algo que es legal como una opción interesante para ir a tirarle mierda al Estado o al gobierno de turno”, agregó Scarón, quien insiste con el tema de la legalidad como fenómeno que le quita fuerza al movimiento, ya que antes había “una guerra muy fuerte con la presión que hacían Andebu [Asociación Nacional de Broadcasters Uruguayos] y las radios comerciales”, que llevaba a que las emisoras comunitarias se tuvieran que juntar para resistir. Hoy, en cambio, ya no tienen que defenderse.
“Además, hay otro factor que no es menor: la destrucción de las redes sociales de los barrios. Las radios comunitarias difundían y articulaban organizaciones barriales que ya no existen. Si no existe esa articulación, ¿qué mierda vas a difundir y promover? En 2002 teníamos programas de 20 organizaciones sociales de la vuelta: desde el club de baby fútbol hasta la cooperativa de vivienda. Eso se está perdiendo y repercute”, señaló Scarón.
Si bien ya no es un movimiento como el de hace 15 años, Radioactiva la sigue peleando. Tiene cerca de 20 integrantes, que son socios y aportan una modesta cuota por mes para solventar los gastos operativos mínimos. La emisora está ubicada en Peñarol pero tienen perspectiva de mudarse al Centro el año que viene. Lejos de quedarse en la radio, hoy también apuestan a la producción audiovisual, con una cooperativa para ese fin, que estuvo a cargo, por ejemplo, de la campaña oficial de la Marcha de Silencio de 2017.
En la época de Quijote, sus integrantes no se habían planteado objetivos políticos concretos. Querían ser “la radio de la gente que no tenía voz” en los medios y querían decir cosas. Hoy Radioactiva se define como un grupo de comunicadores que se manejan de forma cooperativa y tienen un mensaje político “claramente de izquierda” para difundir. “Queremos articular con todas las personas que luchan dentro de la izquierda para incidir y disputar poder. En un mundo que tiene una lucha ideológica profunda, nos ponemos de un lado de la barricada y damos pelea desde la comunicación”, señaló Scarón, y agregó que hoy en día en los medios de comunicación se disputa “mucho”, y por eso en ese campo tiene lugar “una de las batallas más importantes que hay que dar”.