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La Constitución es un huevo

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Pongámosle. Un huevo duro, no frito. Aunque a veces lo estuvo. Descascarémosla a ver qué sale. Sus tres primeros artículos lo dicen todo, “son los más importantes”, según oí de boca de eminencias constitucionalistas. Hablan de “la nación y su soberanía”; pocas palabras. Pero contundentes. ¿Qué nos quieren decir? Porque en cualquier momento sale alguien diciendo “esto es inconstitucional”, y varios más “¡sí, a la hoguera!”. Y antes de salir corriendo a comprar fósforos, escuchemos a nuestra Carta Magna. ¿De qué nos habla? ¿Qué prohíbe? ¿A qué nos estimula?

Artículo 1º.- La República Oriental del Uruguay es la asociación política de todos los habitantes comprendidos dentro de su territorio.

Como primera anotación nos encontramos con que nuestro país no tiene identidad propia sino que se llama como un río (que en realidad no es un río sino un cielo azul que viaja). Es como si en mi casa desde niño me hubieran llamado el de la derecha de Diego (que es mi hermano). Somos los que estamos al oriente de ese río. ¿Qué otra prueba precisamos para saber que somos un invento? Que los que nos crearon ni siquiera tenían ganas de ponernos un nombre. Dijeron: “rapidito, rapidito, arreglame el temita de los loquitos que viven entre Argentina y Brasil y que no se note mucho el parche”. En cambio, los de al lado pidieron llamarse LA ARGENTINA, por el argento, la plata, porque brilla y vale un montón. Pero nosotros ya exhibíamos desde el parto una de nuestras principales características que nos acompañarán hasta quién sabe dónde: la pereza en la que a veces nos deposita el bajo perfil.

Lo que notamos en segundo término es que somos una asociación. O sea, todos somos socios. Nacés y te dan un carnet de socio de este club al que le vas descubriendo que más allá de sus instalaciones precarias tiene algún que otro profesor piola y se puede pasar un buen rato. Pero hay que pagar la cuota. No se puede hacer uno el sota.

Y finalmente este ARTÍCULO PRIMERO enfatiza en que esta República es de “todos los habitantes comprendidos dentro de su territorio”. Y la pregunta que se levanta solita es: ¿Qué hacemos los que no somos comprendidos? ¿Los que a veces sentimos que nadie nos entiende? ¿Se paga con el exilio? Si el día de las elecciones nos levantamos sintiendo que nadie nos escucha, ¿nuestro voto no vale? Mmm, hay que revisar eso creo, porque si es sólo para los comprendidos queda un puñado de informativistas, algún docente perdido, y los que hablan con los perros y las plantas.

Artículo 2º.- Ella es y será para siempre libre e independiente de todo poder extranjero.

Aquí propongo prestarle atención al “para siempre”. Recuerdo yo una película de Brad Pitt en la que él volvía de la guerra y su mujer le decía:

—Oh, cielo, para siempre resultó ser demasiado tiempo.

Ojo con los para siempre, aprendamos un poco de Brad, que parece sólo una cara bonita pero a veces los guionistas le hacen decir cosas bonitas también.

Y por último:

Artículo 3º.- Jamás será el patrimonio de personas ni de familia alguna.

Y aquí yo creo que debería aclararse que se está hablando del paquete entero. Porque dueños del Uruguay los hay, sólo que son varios. Es como si yo saliera de la cocina en un cumpleaños y dijera:

—Esta torta no puede ser de nadie.

Y tres niños le clavaran el tenedor a tres tremendos pedazos y los enrejaran con bloques lego y les pagaran a otros niños más pobres para que les cuiden el pedazo, si no, cadena perpetua por sedicioso.

Mmmm, algo para revisar por ahí también. Hora de rescatar cómo Artigas escribió el reglamento de tierras y cómo Batlle y Ordóñez leía a Henry George. Por citar a dos chefs muy citados en esta cocina que es nuestra patria. Tal vez lo fundamental de este plato republicano es que, en esta receta, el huevo no es tan de vida o muerte como a veces parece. ¿Se lo podrá cambiar por alguna verdurita, capaz?

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