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Algunas reflexiones sobre la propuesta de creación de la Universidad de Educación

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Crear una Universidad de Educación (Uned) que forme maestros, profesores, maestros técnicos, educadores sociales y otras carreras para trabajar en el campo educativo supone afrontar el desafío de rediseñar los vínculos con el Sistema Nacional de Educación Pública (SNEP). Mucho se habla del vínculo de dicha universidad con el Sistema Nacional de Educación Terciaria Pública, lo cual es necesario, pero también es muy relevante resignificar el vínculo con las instituciones en las que, mayoritariamente, se insertarán sus egresados. En ese sentido, es fundamental pensar en nuevos acuerdos entre la Uned y las instituciones de la educación formal inicial, primaria y media, así como con las instituciones de educación no formal. De esa forma, se puede redimensionar las ya existentes en el Consejo de Formación en Educación (CFE), crear y tejer nuevas relaciones, y construir nuevos andamiajes con esa diversidad de instituciones.

Ineludiblemente, ello requerirá la promoción del diálogo mancomunado para que la Universidad, junto con el resto de las instituciones de la educación, no quede aislada y pueda transformar sus actuales estilos institucionales en pro de una mayor democratización de la educación pública. Si por estilos institucionales aludimos al sentido que le otorga Lidia Fernández, ello significa producir, enfrentar y resolver dificultades en cuanto al relacionamiento con el mundo material y simbólico de la sociedad actual. Eso da cuenta de los aspectos dinámicos del funcionamiento institucional. Esto es, el estilo institucional “alude a modos de reaccionar frente a las dificultades como problemas, definir necesidades, hacer planes para probar alternativas de acción, gestionar, evaluar”, así como “formas de percibir y juzgar la realidad, en especial las vinculadas al trabajo, el medio externo y a las interacciones”, entre otras. (Fernández, 1994: 41).

Los estudiantes del CFE transitan, a lo largo de sus carreras, realizando prácticas en los diferentes subsistemas de la Administración Nacional de Educación Pública así como en instituciones educativas no formales. Una de las críticas de muchos estudiantes y docentes de la formación en educación es el divorcio existente entre la teoría y la práctica. Ello queda reflejado en el informe final de la consultora Cifra de 2012, realizado a solicitud del CFE, cuando expresa: “Para algunos estudiantes la imposibilidad de combinar la teoría con la práctica resulta muy desestimulante, y también contribuye al abandono. Docentes a cargo de la práctica estudiantil manifestaron que un factor que termina influyendo en el abandono es que los estudiantes ven frustradas sus expectativas profesionales cuando no logran concretar en el aula sus conocimientos teóricos”. Continúa el informe: “El sistema contribuye a hacer que viva más tranquilo el que no hace nada que el que se preocupa. Y muchas veces ocurre que se castiga al que hace cosas o al que se preocupa por resolver problemas. Lógico, el que hace se equivoca, y la única forma de no equivocarse es no hacer nada” (Cifra, 2012: 120). Como sugiere el texto, si realmente se quiere lograr transformaciones que se traduzcan en resultados palpables para la vida cotidiana de las prácticas institucionales, la maquinaria del sistema actual requiere un cuidadoso análisis, democrático y respetuoso, desde sus propios actores, sin perder lo mejor de sus identidades históricas.

Para superar algunos divorcios

“El principio que debe afirmarse debe ser el compromiso de la Universidad con la escuela pública. A partir de ahí, se trata de establecer mecanismos institucionales de colaboración a través de los cuales se construya una integración efectiva entre la formación profesional y la práctica educativa” (De Souza Santos, 2010: 54). Se tiene que trabajar en superar el divorcio entre el mundo académico y el mundo de la escuela, porque ese divorcio puede acabar por deslegitimar la propia Universidad. Estas cuestiones que hacen a la esencia de la formación de los profesionales de la educación requieren construir un abordaje profesional que necesita de coordinaciones reales y efectivas y de espacios y tiempos institucionales orgánicos y remunerados que permitan el análisis, el debate y la reflexión para trabajar académicamente las relaciones entre la teoría y la práctica. Ello supone el reto de afrontar momentos de crisis y ruptura que lleven a la reconstitución de nuevos elementos puestos en juego en la reconfiguración de las identidades profesionales, de tal forma que sea posible el logro de cambios significativos en el fortalecimiento del sistema nacional de nuestra educación pública. Siguiendo la línea de De Souza Santos (2010: 18): “La ceguera de la teoría acaba en la invisibilidad de la práctica y, por ello, en su subteorización, mientras que la ceguera de la práctica acaba en la irrelevancia de la teoría”.

Para quebrar este divorcio, como muy bien lo expresa el autor, hace falta afrontar un gran desafío a múltiples niveles de coordinación: coordinación interna de la Uned y coordinación externa con el resto del SNEP, de tal forma que no se caiga en la burocratización ni en la superposición de funciones y de organismos. Una coordinación respetuosa de los ámbitos de acción de los diferentes espacios, pero, como expresa Víctor Cayota, una coordinación que elimine toda idea de subordinación.

En primer lugar, se necesita de la coordinación entre las disciplinas de estudio dentro de las diferentes carreras de la propia Universidad; en segundo lugar, la coordinación con las instituciones de acogida de los egresados; y en tercer lugar, la coordinación con las demás universidades públicas.

Para que no quede sólo en expresiones de deseo, es preciso procurar la creación de espacios y tiempos con las características ya mencionadas, para que se reflexione y se produzca conocimiento entre las ciencias de la educación y los saberes específicos de cada formación, de forma tal que los profesionales de la educación puedan afrontar con mayor nivel de integralidad las diferentes y complejas realidades sociales y culturales, particulares y globales, en las que se insertan los procesos de socialización, de la enseñanza y el aprendizaje. La actual estructura de los departamentos académicos del CFE debiera fortalecerse como espacio institucional, donde confluyan docentes, estudiantes y egresados con el propósito de entablar el diálogo permanente y sistematizado entre la teoría y la práctica educativa en sus diferentes dimensiones, superando la visión disociada de esta.

Necesidades

Crear una Uned supone incorporar la formación de grado y de posgrado, así como las funciones de extensión e investigación en relación con la enseñanza y el aprendizaje. Esto, que, por su reiterada repetición, puede parecerse a un eslogan, requiere reconceptualizarse frente a la creación de una institución universitaria de educación para el siglo XXI.

Una institución universitaria requiere formación de posgrado para sus egresados. Esa es una gran necesidad de los egresados actuales. Si bien como órgano de transición terciario pero no universitario el CFE ha logrado algunos avances, la formación de posgrado para los profesionales de la educación es muy escasa y muy dificultosa en las universidades públicas uruguayas. Esto hace que entre quienes no acceden a dicha oferta sólo los que pueden costearse los estudios los hagan en universidades privadas o en el exterior, generando desigualdad de condiciones. La incorporación de la formación de posgrado en la Uned redundaría en una mayor democratización de la formación de sus egresados para lograr una mejor formación universal y continua. A nivel de posgrado también se hace necesario profundizar la coordinación entre dicha institución universitaria y los subsistemas en los que se insertarán sus egresados, para que estos adquieran mayor pertinencia en función de sus problemáticas específicas. Al mismo tiempo, se necesita de mayor profundización en la coordinación con la Universidad de la República (Udelar) y la Universidad Tecnológica. Retomando a De Souza Santos (2010: 43): “No es sostenible, y mucho menos recomendable desde el punto de vista de un proyecto nacional educativo, un sistema universitario donde el posgrado y la investigación estén concentrados en una pequeña minoría de universidades”.

La formación de educadores en sus diferentes carreras está actualmente enmarcada en el CFE como organismo de transición. Crear jurídicamente una Uned necesitará de una nueva arquitectura que permita hacer un arduo trabajo de equipos en diálogo constante, para que, lentamente, la significación, la identidad, la apropiación y la convicción de las funciones universitarias de enseñanza, investigación y extensión se construyan y se apropien de todos sus actores al tiempo que vayan permeando a la nueva institución. Esas funciones en la Uned adquirirán características específicas que la distinguirán de otras universidades. La producción de conocimiento en la nueva institución universitaria deberá tener como propósito fundamental el abordaje de las problemáticas de los escenarios educativos actuales en los que se insertarán a trabajar sus egresados como aporte a la mejora de los procesos de socialización, enseñanza y aprendizaje de las carreras para las que se han de formar.

Funciones

La estrecha relación de la nueva universidad con las actividades de extensión de las diferentes instituciones educativas podrá constituirse en usina generadora de conocimiento en materia educativa que pueda aportar al trabajo de los profesionales de la educación. El campo de la investigación, concebido como producción de conocimiento, y el campo de la enseñanza y el aprendizaje, concebido como transmisión y recreación del conocimiento, se sitúan frente a lógicas y actividades diferentes. En el marco de una estructura universitaria, deberían tenerse presentes esas diferencias, sin perder la perspectiva del doble movimiento de distancia y proximidad al que están sujetas sus fronteras, para aportar al logro de un real mejoramiento de las prácticas educativas.

En ocasión de la entrega del título honoris causa que recibió de la Udelar, el doctor Pablo Carlevaro mencionaba algunos aspectos que pueden ser muy pertinentes a la hora de pensar las relaciones de la enseñanza, la investigación y la extensión en el trabajo de los educadores con las comunidades. En ese entonces decía: “La docencia en la comunidad no sólo permite la aplicación del conocimiento ya adquirido, sino la prestación de un servicio –de muy diversos tipos y alcance– que genera beneficios a dadores y receptores. En la comunidad se asocia la enseñanza con la extensión y, eventualmente, con la investigación. Es decir, se reúnen todas las funciones de la Universidad. El contacto directo de los estudiantes universitarios con la gente genera una corriente de comunicación –en paridad– que permite establecer relaciones personales que en los jóvenes contribuye a su formación integral. […] En la comunidad se reúnen naturalmente docentes de diversas disciplinas y allí se acostumbra a trabajar y pensar conjuntamente, lo cual tiene mucho significado y alienta un progreso aún inédito”.

Sobre la autora

Gladys Rodríguez Jourdan es maestra y licenciada en Educación y docente del CFE

Referencias bibliográficas Consultora Cifra (2012), Estudio de los factores que influyen en la duración de las carreras de formación docente. Contratante: ANEP-CODICEN-CFE, ISBN: 978-9974-688-95-7 De Souza Santos, Boaventura (2010), La Universidad en el siglo XXI. Montevideo: Trilce. Fernández, Lidia (1994), _Instituciones educativas. Dinámicas institucionales en situaciones críticas. Buenos Aires, Barcelona, México: Paidós.

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