Hasta los primeros días de este mes el nombre Federico Holzmann no les sugería nada a los medios nacionales. Ni siquiera a los de Paysandú, su departamento. Luego de hacer germinar el movimiento de autoconvocados que empezó a poblar grupos de Whatsapp llamando a reuniones y movilizaciones, se fue convirtiendo en una persona pública. Según la historia oficial de los autoconvocados, fue Holzmann quien a fines de 2017, molesto porque Tabaré Vázquez no recibía a las gremiales agrarias, se reunió primero con directivos de la Asociación Rural Exposición Feria de Paysandú y luego con miembros de un grupo que dos años atrás habían creado productores sanduceros para analizar una exigencia del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca que nunca llegó a formalizarse como tal. Lejos estaba de pensar en diciembre del año pasado que Vázquez, que no agendaba reunión con las gremiales, lo recibiría a él mismo un mes más tarde. “Una de las cosas que supimos leer bien fue que en dos años no había recibido a las gremiales. Entonces había que analizar por qué no las había recibido: porque perdieron fuerza institucional o porque perdieron credibilidad frente al gobierno por algo que desconocemos. Entonces lo que planteamos fue hacer algo con lo que las instituciones pudieran recuperar esa confianza, y si se perdió eso frente al gobierno, demostrémosle [al gobierno] que lo que las gremiales le están pidiendo es real”, dijo al respecto.
–¿En su gestación, el movimiento de autoconvocados no estaba poniendo en duda la representatividad de las gremiales?
–Al contrario. La idea era tratar de devolverles esa fuerza. Los planteos que han hecho nos representan.
–No les molesta, entonces, que ahora la conversación siga entre el Poder Ejecutivo y las gremiales.
–No nos molesta, para nada. Las gremiales llevan muchos años trabajando con el gobierno. Han sabido ganarse el espacio y tener el diálogo para presentar sus inquietudes. Nos parece bárbaro que esto se haya recompuesto.
El núcleo inicial gestado por Holzmann buscó un vocero, y lo encontró en Marcelo Nougué, un ingeniero agrónomo con experiencia en medios gracias a sus apariciones en el panel político del programa Pan y circo, de Canal 4 de Paysandú. Hasta entonces ni siquiera Nougué conocía a Holzmann, según dijo el ingeniero agrónomo a la diaria.
Cuando a la movilización de Paysandú se le fueron sumando otras en varios puntos del país y finalmente fue programado el acto del 23 en Durazno, también comenzó a rodar una bola de nieve de interpretaciones acerca de los móviles de fondo. Holzmann rechaza que haya habido otro interés que el manifestado públicamente.
–Una de esas interpretaciones marca que los productores medianos y pequeños son los realmente golpeados por la situación del sector, pero que los más grandes aprovecharon esta ola para su propio beneficio. ¿No se cae en ocasiones en una unidimensionalización cuando se habla de “campo”? Cuando se proyectó el Impuesto a la Concentración de los Inmuebles Rurales , por ejemplo, hubo un coro que, al unísono, hablaba del “impuesto al campo”, cuando en realidad el tributo afectaba a los de más de 2.000 hectáreas, que son un porcentaje pequeño en el total de propiedades.
–Hay una variedad bastante grande, sí. Pero el impuesto nos terminaba tocando a todos igual. En realidad, esas grandes extensiones están en manos de extranjeros y un par de uruguayos. Podrá haber algún estanciero grande, no digo que no, pero el 80% somos medianos y pequeños.
–Cabe plantearse entonces que, si las grandes tierras son de empresas extranjeras pero no hay rentabilidad, entonces ¿a qué vienen? ¿Por qué se quedan?
–Eso pasó o pasaba hace un año, pero desde entonces son muy contados los negocios de campos. Hay campos que uno los está viendo publicados [para vender] desde hace un año, año y medio o incluso dos.
–Hubo también lecturas, desde una mirada crítica a la convocatoria, sobre un interés partidario, apuntando a la oposición, pero también ocurrió que desde la propia oposición –y lo manifestó el intendente de Florida, Carlos Enciso–, que ha señalado que al momento de “poner a toda la clase política en una misma bolsa” se sospecha sobre la incidencia de actores no comprometidos con la democracia.
–Si alguien lo vio así, no entendió nada. En la reunión que mantuvimos con Vázquez, él dijo que se daba cuenta de que esto no tuvo absolutamente nada que ver con la parte política, sino que es un problema que está teniendo el sector, básicamente el sector privado, que maneja casi toda la cadena agroindustrial. Quien lo haya entendido así, lo entendió todo al revés. Incluso en la forma que se hizo, y en el mismo acto quedó claro que no era nada de eso. Nosotros decimos que no queremos que nos perdonen las deudas, sino un poco de aire para poder seguir trabajando. Lo que vio la gente fue eso: ciudadanos de un sector que no tiene rentabilidad y que no tienen la posibilidad de seguir poniendo la comida en la mesa para su propia familia. Claro que todo esto generó cuestiones políticas a posteriori, pero de política partidaria o de interés golpista, no. Eso no tiene ningún asidero.
–Enciso se manifestó puntualmente en contra del discurso que busca una suerte de debilitamiento institucional.
–Bueno, pero es que si hay algo de eso es porque hay un gobierno y una oposición que, si nosotros no nos manifestamos, según ellos está todo bien. Eso habla de un deterioro político. Si las instituciones están llevando reclamos y en dos años no les demostrás ni una sola medida para tratar de buscarle la vuelta, te hace pensar que o bien el agro efectivamente es el último orejón del tarro, o bien el sistema político perdió el rumbo.
–Independientemente de la discusión sobre la carga impositiva, se podría hacer foco también en un sistema que tiende a acorralar al más débil y al más pequeño.
–¿Por qué? ¿Cómo puede decir eso si veo los diarios que hablan del desarrollo de emprendedores y pequeñas empresas? Entonces hay una contradicción, porque el sistema mataría a las pymes en poco tiempo.
–Pero hay una condición injusta del sistema, que hace que tienda a desaparecer el más pequeño.
–En eso, justamente, estamos. En el camino hacia el campo en el que desarrollo mi actividad, en pocos kilómetros desaparecieron 16 tambos, y eran tambos de 80 hectáreas, de 50, de 30, los más grandes serían de 100 o 140. Eso no puede ser, con lo que cuesta mantener un tambo en cuanto a genética y a todo. Hoy hay ahí un campo abandonado. ¿Pero no es el sistema el que lleva a eso, independientemente de la discusión que pueda darse en cuanto a las cargas estatales? ¿No es acaso una cuestión de orden global? –No, discrepo totalmente. En otras partes del mundo el productor rural es sumamente respetado y se le busca la vuelta para que no se vaya. Acá el problema que tenemos es que no tenemos políticas claras que respalden al sector. Ahí está el problema. Los precios internacionales hoy están, sirven, pero el tema es el de los altos costos de producción que tenemos, y entre ellos están los asociados a la parte tributaria.
–Son altos costos de producción de Uruguay…
–Claro. ¿Cómo puede ser que un productor uruguayo vaya a Paraguay y produzca tranquilamente? Entonces, ¿qué pasa ahí con el sistema? Claro que Francia le puede decir a Paraguay que no desmonte más selva, y Paraguay le dirá: “Bueno, entonces subsidiame y le doy a esta gente para que plante menos”. El sistema no es el problema.
–¿No está de acuerdo en que pueda haber una protección en ese sentido? Además, en Paraguay está el caso de la seguridad social, con una previsión incomparable a la uruguaya.
–Lo desconozco, no lo sé. Puedo entender que no, pero al productor que va el gobierno le da cierto respaldo, como lo hace nuestro gobierno con las forestales. ¿Por qué para las forestales sí y para nosotros no? Está claro que si hay tantos beneficios para las forestales y no para nosotros, lo que no hay son políticas claras que digan que protegen al productor rural.
–Eduardo Blasina hablaba de la mochila del salario. Este es un punto polémico, porque se habla del salario del trabajador como una carga.
–Pesan muchísimo los aportes y la mano de obra. No es que sea cara, pero pesa porque, al no tener rentabilidad, no hay plata para pagar los sueldos. Es ahí que se empieza a reducir el personal, pero ojalá que el personal del agro pudiera cobrar más, porque es mano de obra que no se genera en dos días. ¿Por qué le podemos dar ciertos beneficios a la forestación y no al agro, que genera cuatro veces más de inversión que lo que genera la forestación? Están en una zona franca durante 30 años, tienen exoneraciones de renta y un sinfín de beneficios.
–¿Cómo se fueron parando ante las propuestas más radicales que surgieron en los grupos de Whatsapp, como la de desabastecer a Montevideo?
–Es que no sé qué es más radical. Estamos diciendo que hay quienes no pueden llevar la comida a la mesa de su familia, ¿por qué Montevideo tendría que recibirla? No sé qué tan radicales serían esas medidas. Obviamente, no lo compartíamos y sabíamos que no convenía hacerlo, pero es una forma de hacerle saber a Montevideo que ese problema de desabastecimiento se debe a lo que nos está pasando a nosotros por no tener plata para acceder a los alimentos.
–Pero en muchos casos usted llamó para pedir que bajaran un poco la pelota.
–Sí, obviamente. Ante algunos casos de manifestaciones radicales llamamos y explicamos que ese no el afán del productor y que nunca lo fue; que no somos patoteros ni mucho menos. Y bueno, que si esto no tomaba el curso que debía tomar no se descartaba tomar medidas, porque estamos en un país que nos tiene que tocar a todos. Si no, ¿cómo es la cosa?
–El precio de la renta es algo que incide en los costos, pero no estaba en los motivos de la movilización.
–Es que la renta entre privados ha bajado 30%, y no ha sido lo único. Ha pasado que todos se han tenido que preguntar qué hacer. No pueden dejar que los campos se queden ahí improductivos, que no se plante. ¿La solución cuál es? Es bajar todo: la renta, el flete, los servicios de los contratistas, etcétera. Todo se fue ajustando, pero ese gran ajuste que hicimos todos los eslabones de esta cadena agroindustrial ha llevado a que el sector en dos años no haya registrado crecimiento porque rentabilidad no hay. Se ha jugado a empatar, y yo entiendo que un empate ya es pérdida porque los intereses a uno lo comen.
Quién es Holzmann | Federico Holzmann tiene 42 años. Está casado y tiene dos hijas. Explicó a la diaria que siempre vivió en Paysandú, donde sus ancestros se instalaron “tres generaciones atrás”.
Aunque reside en la capital departamental, explota dos establecimientos agrícola-ganaderos: uno en Chapicuy y otro en Constancia. Visita los campos “prácticamente todos los días”, dijo, y comentó que son, en total, unas 2.000 hectáreas. “Para quien se crio afuera, la jornada en el campo se disfruta en cada actividad, desde que empieza hasta que termina. Salir al campo, recorrer, mirar, fijarse cómo están las pasturas y buscarle la vuelta a cómo hacer para producir más, para ser más eficientes, para tratar de gastar lo menos posible y lograr esa rentabilidad. Eso es un desafío día a día. Quien produce se esmera y busca producir cada vez más”.
La producción, añade, ejercita la paciencia. “Nosotros no tenemos resultados en un día o en un mes. Que una vaca produzca lleva sus años, como lleva un año conseguir la lana o lleva seis meses de trabajo cosechar cualquier cultivo, esperando, viendo los procesos, en dónde se puede gastar un poquito y en dónde no. Todo lo importante es a largo plazo y con ciclos que son biológicos y no los podemos manejar nosotros”. Dice que la incertidumbre, por ende, “es constante”.