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Reunión de pequeños productores de la localidad La Armonía, en el kilómetro 42 de la ruta 33, Canelones. Foto: Pablo Vignali (archivo, enero de 2017)

Productor de La Armonía aseguró que la empresa de agronegocio lindera sigue fumigando “como si nada” y que se le quemó una cosecha de lechuga

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“No aguanté más y abandoné para buscar otro rumbo, porque no se puede trabajar más. Ahora estoy produciendo en la casa de mis padres, porque en La Armonía no voy a producir más. Si las autoridades no se ponen las pilas, no se en qué va a terminar”, dijo a la diaria Eduardo Casanova, uno de los productores de La Armonía (zona rural ubicada en el kilómetro 42 de la ruta 33, en Canelones) que hace un año empezaron a ver cómo se perjudicaban sus cosechas por la dosis de herbicida –ocho veces superior a lo permitido– con la que fumigaron 64 hectáreas en un campo lindero. Esta propiedad pertenece a la empresa argentina Esencia del Bosque SA, que contaminó la cañada con la que se regaban los cultivos de Casanova.

Cuando se cumpla el primer aniversario del hecho, los siete productores que fueron afectados darán una conferencia de prensa el viernes a las 20.00 en el Club La Armonía (kilómetro 43 de la ruta 33) para plantear su situación y pedir que el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) “se ponga más las pilas”. “De los siete productores hay varios que pueden cosechar, pero otros no. Hay que ver si se para la mano, porque en la ruta anda un mosquito [el equipo para fumigar], de esa empresa que nos perjudicó a nosotros, fumigando tranquilamente, como si nada hubiera pasado. Si no hay un freno, muy poca gente se va a quedar en el lugar”, dijo Casanova.

El productor contó que el 30 de octubre un viento fuerte le voló tres invernáculos y la lluvia le mojó una cosecha de lechugas. Casanova supuso que el agua de la lluvia iba a lavar el herbicida; sin embargo, este “se reactivó y liquidó todas las lechugas”. “No sé qué voy a hacer, en este momento me estoy fundiendo trabajando, y así no se puede seguir”, dijo el productor, que relató que, antes de fin de año, en la plantación de maíz hicieron “dos o tres fumigaciones”. Una de ellas la aspiró en su propia casa y terminó en la emergencia. “Me dijeron que me iba a dar una gripe y que iba a sentir ardor de garganta, pero lo que sentía no era de gripe ni de dolor de garganta. Me sentía mal, tenía vómitos, diarrea y todo. Yo ya sabía que era por los venenos. Me dieron unos antibióticos y a los dos días estaba mejor. Pasaron los días y fumigaron de vuelta, estaba lejos y no se aguantaba el olor del insecticida y el herbicida”, señaló Casanova. Según dijo, a fin de año hizo la denuncia ante el MGAP, mediante su página web, y todavía está esperando la respuesta.

“El MGAP tiene que ver cómo va a hacer para controlar. Desgraciadamente, las producción a gran escala de granos, soja y maíz transgénico no coincide con la producción agrícola familiar. [La disyuntiva] es [entre] producción familiar o el agronegocio a gran escala”, aseguró. “Y si se funde la producción familiar, que es la que le da fuentes de trabajo a mucha gente, ¿que hacemos todos amontonados en la ciudad?”, preguntó Casanova.

En tanto, Sebastián Peluffo, ingeniero agrónomo asesor del productor, dijo a la diaria que en La Armonía quizá haya problemas de deriva de la fumigación, ya que Casanova tiene los invernáculos a 15 metros, y “cualquier mosquito” tiene “un margen de error de 80 metros”, sobre todo si lo aplican cuando hay viento. “Si se dan las condiciones de viento se vuelve a repetir el problema. Capaz que se está repitiendo, pero es difícil de cuantificar, porque no es algo tan bruto como lo que sucedió hace un año”, afirmó el especialista, y denunció que “no se ha hecho nada para evitar nuevos problemas”. “Es una situación complicada, porque estás ahí, en una quintita chica, rodeado de esos mosquitos. Él [Casanova] los ve venir y, chau, tiene que cerrar los invernáculos, meterse dentro de la casa y rezar para que no pase nada”, finalizó Peluffo.

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