Enzo Bacchia es candidato al Senado italiano por el exterior por la coalición de derecha conformada por Forza Italia, Liga Norte y Fratelli d’Italia. El ciudadano uruguayo-italiano, que defiende las ideas del polémico ex primer ministro Silvio Berlusconi, es partidario de cerrar las fronteras de Italia a los inmigrantes, porque “esa gente que viene sin preparación, con otra cultura y costumbres está distorsionando la vida de los italianos”, aseguró a la diaria.
–A la cabeza de Forza Italia está Berlusconi; sin embargo, como primer ministro impulsa al actual presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani.
–Berlusconi en este momento está impedido de participar políticamente: tiene un año de suspensión; el Parlamento después resolverá si hay mayorías o no para que obtenga un indulto y pueda ser premier. Hay mucho teje y maneje entre ellos; de hecho, se está hablando de una posible alianza entre la coalición y el Partido Democrático, porque entienden que el Movimiento 5 Estrellas es un partido muy populista, al estilo chavista, que llevaría a Italia a la bancarrota. En este momento Berlusconi está suspendido por defraudación tributaria; eso es lo único que le han podido comprobar. Después, es normal que le gusten las mujeres: es hombre; la noticia sería que le gustaran los travestis [risas]; no tengo nada contra ellos, pero...
–Sin embargo, se lo ha acusado de pagar por sexo a menores de edad.
–En realidad, no eran menores de edad; si hubiera sido de esa manera, estaría preso: eran menores que él, pero ninguna era menor de 18 años. Cada una sabía lo que hacía. Además, el amor no tiene edad, y nunca se comprobó. También hay otra cosa, y lo voy a dejar bien en claro: a Berlusconi la gente lo vota no para que sea suegro ni yerno, sino para que gobierne el país. Su gran éxito se debe a que es un gran articulador, es un tipo que supo llevar a Italia a ser la cuarta potencia del mundo; hoy estamos en el noveno puesto.
–A su entender, ¿cuál es el problema de Italia hoy?
–Italia tiene 60 millones de habitantes y tres millones de desocupados; 35% de los desocupados son menores de 26 años. Hay 460.000 personas que desembarcaron clandestinamente en los últimos cuatro años; si tenés tres millones de desocupados, no se puede ser solidario con aquellos que vienen de un problema, de una guerra o por otras causas: primero se tienen que solucionar los problemas de los italianos. Hoy se da la paradoja de que ciudadanos italianos que perdieron su fuente de ingresos y pasaron a vivir en situación de calle comen de la basura, como también les está pasando a los jubilados. Por otra parte, están los inmigrantes, que han sido acogidos y se les ha dado refugio, y no carpas, están dentro de una casa en la que viven 40 personas. Están vigilados por la Policía, duermen bajo un techo y comen comida caliente; obviamente que hay un problema y un enfrentamiento social. Berlusconi propone terminar con la inmigración, porque no se puede ser solidario con lo que no se tiene.
–¿No existe una contradicción entre ser candidato por el extranjero y esa política antiinmigratoria? De hecho, usted es un ciudadano italiano, pero no vive en Italia.
–Nosotros defendemos a la nación y la patria, por lo que defendemos el bienestar de los ciudadanos italianos. Yo no puedo permitir ser solidario con alguien que viene del exterior cuando no puedo darles lo mínimo indispensable a los míos. Esa gente que viene sin preparación, con otra cultura y costumbres, está distorsionando la vida de los italianos, porque los que no están en los refugios, porque se escapan, están en la calle como limpiavidrios, robando carteras, prostituyéndose, mendigando o vendiendo drogas. Ha habido enfrentamientos, la Policía fue agredida, hay manifestaciones en las que los africanos se juntan y protestan contra el gobierno; exigen derechos.
–¿Cuál cree que es la solución?
–Lo que hay que hacer es un cierre de fronteras. Italia empezó a dejar entrar a la gente que podía llegar a la costa, pero el gobierno de [Matteo] Renzi lo que hizo fue escoltar a los barcos para que llegaran a tierra; además, estaba la idea de hacer una redistribución en Europa que no se hizo. La idea de Italia era darles trabajo, pero no tienen conocimiento del idioma, no trabajaban en ninguna fábrica en África; lo único que se les podía dar era trabajo en el campo. Ojo: no podemos tildar a los italianos de elitistas o racistas, porque los italianos en el exterior somos hijos de italianos que vinieron con una mano atrás y otra adelante, con una valija de cartón. La diferencia entre esa inmigración y la de ahora es que los italianos venían con ganas de trabajar.
–¿Usted dice que todos los inmigrantes que están en Italia no tienen ganas de trabajar?
–La mayoría no, habrá alguno. También hay una red que le cobra a la gente por llevarla a Italia. Si hacemos la ecuación, si no hubiera extranjeros todos los italianos tendrían trabajo. No pasa por un tema de xenofobia ni de racismo, es un tema de practicidad.
–¿Cuáles son sus propuestas para los ciudadanos italianos que viven en el exterior?
–La reorganización de la red exterior con mejores fondos, la difusión gratuita de la lengua italiana, asistencia médica gratuita para todos los italianos residentes en el exterior. Proponemos abolir la ley de ciudadanía que le impide a la mujer nacida antes del 1º de enero de 1948 transmitir a sus hijos los derechos como ciudadanos. También estamos a favor de elevar las pensiones a 1.000 euros, como dice Berlusconi: el gran problema que hoy tiene Europa es el de los chinos. Si un italiano trabaja y percibe 1.000 euros por mes, un chino gana 100 o 200 dólares; entonces no hay igualdad de salarios para poder competir. La difusión del idioma tiene que ser gratuita, porque,si no, se da la dicotomía que se dio en 2002, cuando 95% de los italianos que sacaban el pasaporte se iban para España porque no sabían el idioma. ¿Para qué queremos ciudadanos italianos en el mundo? ¿Para que el talento que absorbieron en otras partes lo vuelquen en otro país? Eso no tiene sentido.
–¿Le parece que Italia tiene que permanecer en la Unión Europea (UE)?
–La unión hace la fuerza. Tiene que quedarse en la UE y la zona euro va a tener que cerrarse en algún momento. Como está proponiendo [Donald] Trump en Estados Unidos: el trabajo para los americanos; vale decir: hay que castigar la importación y premiar la fabricación. A Uruguay le pasaría lo mismo. No existen países sin chimeneas. Bárbaro todo lo que se pueda fabricar dentro de la zona euro, pero al que quiera importar [fuera de la zona] hay que castigarlo con impuestos.
–Hubo una reforma que permite que ciudadanos que viven en Italia se postulen en las listas del extranjero; ¿está de acuerdo con el cambio?
–No estoy de acuerdo. Esa reforma se hizo para postular a los candidatos que en Italia están quemados, pero no todo es malo ni nosotros somos siempre las víctimas. Esa situación también se dio porque han salido parlamentarios como [Ricardo] Merlo, que tuvo una participación como diputado de 20%: le pagaron el sueldo por cinco años y trabajó uno.
–Hubo una polémica en las redes con un ciudadano italiano que lo acusó de no hablar el idioma; dijo que usted lo amenazó con demandarlo. ¿Cuál es su versión de lo que pasó?
–Hubo una persona que se metió en una página de jóvenes italianos en Uruguay y empezó a despotricar contra mi persona. En las redes sociales nunca se sabe quién está del otro lado; además, yo no tengo que dar una prueba de suficiencia a nadie. Obviamente que hablo italiano, pero estamos en Uruguay: yo no voy a hacer una campaña basada en el idioma cuando en Uruguay de 125.000 ciudadanos sólo 5.000 hablan el idioma. Pasa lo mismo en América del Sur. Yo no conozco a esa persona; en un momento me empezó a agredir y le dije que lo iba a demandar por daños y perjuicios, porque no puede habar mal ni ensuciar a nadie públicamente. No lo he querellado todavía porque estaba viendo hasta dónde llegaba. Yo no tengo la intención de perjudicar a nadie. Él es un residente legal: si va a tener un problema con la Justicia, le va a afectar su residencia.