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Santiago Petrini (27) en la policlínica de atención integral para personas trans en el Hospital Saint Bois de ASSE. Foto: Mariana Greif

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Para las personas trans ir al médico es una de las experiencias más complejas. La mayoría de las mutualistas privadas les niegan explícitamente la atención. Si llegan al sector público a atenderse, lo hacen a escondidas, con mucho miedo, esperando que no las llamen por el nombre que no las representa y deseando que el profesional de la salud que les toque no se burle ni las discrimine.

Sin embargo, para muchas personas trans esto cambió. Desde hace cuatro años funciona en el predio del Hospital Saint Bois una Unidad Docente Asistencial (UDA) de la Facultad de Medicina y la Administración de Servicios de Salud del Estado especializada en la atención a personas trans, que transformó la traumática experiencia de ir al médico en la construcción de confianza y garantías para el acceso a la salud.

El espacio no se ubica dentro del hospital mismo, dado que la atención a las personas trans en su proceso de hormonización no debe ser hospitalaria. Mientras que en los hospitales se atienden las patologías, en el primer nivel de atención se abordan la educación para la salud y rehabilitación. Cuando las personas trans acceden a este servicio, es decir, cuando llegan al primer nivel de atención, se previene que tomen acciones que atenten contra su salud, como la hormonización clandestina o la colocación de silicona industrial o de compuestos que no son para uso humano.

La policlínica es especializada pero no exclusiva: personas cis de todas las edades también se atienden allí y todos conviven en la sala de espera. Su desembarco en el barrio ha sido un desafío. Con resistencias al principio, la experiencia demuestra que los tabúes se derriban con la vida en comunidad. Actualmente la sala de espera es un espacio de convivencia libre de todo tipo de discriminación.

Hay de todo. Bebés, mamás, papás, personas mayores. Hay mujeres y varones trans. Algunos personas trans van solas, otras van acompañadas. Sorprende ver madres y padres orgullosos acompañando el proceso de sus hijos. Dicen estar contentos, seguros de estar acompañando un conjunto de decisiones para que sus hijos sean más felices. Cuentan sobre lo mucho que cuesta, sobre los cambios que vivieron sus familias, sobre cómo opera el estigma y la discriminación en el autoestima y en los desafíos que enfrentan sus hijas e hijos todos los días.

Mientras esperaba para ser atendido, un niño le preguntó a Daniel Márquez –uno de los médicos responsables del espacio– qué eran esas personas. “Personas”, respondió. “Ah, claro, son personas” acotó el niño y siguió jugando sin preocupaciones, disfrutando de un espacio libre de violencia. Eso que a un niño le costó tan poco comprender al mundo adulto le cuesta aún demasiado.

La policlínica está integrada por un equipo multidisciplinario, con profesionales de la salud: medicina familiar y comunitaria, enfermería, psicología, nutrición y fonoaudiología. No todas las prestaciones médicas se llevan a cabo allí; el equipo está en coordinación permanente con especialistas hospitalarios en ginecología y urología (de la Universidad de la República), cirugía plástica (del hospital Pereira Rossell) y endocrinología.

La construcción colectiva es evidente. Todo está cuidadosamente articulado. Cuenta con varios elementos que fortalecen el modelo de atención. Entre ellos la recepción, ese primer choque entre los usuarios y el servicio de salud, que no es llevada adelante por personal administrativo sino por una médica que conoce al detalle el funcionamiento del espacio (y que también sabe de respeto y contención).

Cuando empezó la experiencia lo único que tenían para ofrecer era buen trato, pero fue suficiente para captar la atención de las personas trans y hacer que vuelvan a confiar en los médicos. En estos años han logrado captar unos 300 pacientes. Esto significa que una de cada tres personas trans ha logrado acceder a su derecho a la salud en un espacio clínico que no vulnera sus derechos. En general llegan atraídas por las terapias de hormonización que allí se brindan y el espacio aprovecha para generar conexiones con el sistema y garantizar una atención integral.

El Saint Bois tiene la particularidad de atender a muchos varones trans. 60% de los pacientes son mujeres trans y 40% varones trans. En este lugar son atendidos sin ser discriminados y se someten a estudios, como el PAP, que en otros espacios en los que no se respeta su identidad son procedimientos absolutamente traumáticos. Para la sala en la que se realizan estos estudios se diseñó una camilla ginecológica no estereotipada, elemento fundamental para facilitar estas intervenciones.

De ofrecer ni más ni menos que buen trato pasaron a ser especialistas en el abordaje a personas trans. En esta UDA se forman estudiantes de Medicina, que serán recursos humanos especializados en el tema. Para muchos es la primera –y única– experiencia de contacto con personas trans en su formación. Actualmente la experiencia es de referencia internacional, recibe pasantes de la región y sus integrantes han sido invitados por gobiernos de diversos países para compartir saberes y asesorar para la implementación de policlínicas de este tipo. Se ha iniciado un proceso de descentralización, y Paysandú es el primer departamento que instala una policlínica dedicada a la atención integral de personas trans.

En el predio que ocupa esta policlínica se respira otro aire. Las horas de espera no son agónicas y sirven como espacio para el intercambio y la construcción de redes. Las personas trans generan lazos de contención, las familias encuentran en la experiencia de los otros respuestas a sus miedos. La confianza y la construcción del vínculo con el equipo que lleva adelante este proyecto es evidente. En la primera policlínica de atención para personas trans se respira convivencia, y eso a lo que llaman salud.

La policlínica atiende los martes de 16.00 a 21.00 en el predio del hospital Saint Bois (Camino Fauquet 12500). El teléfono es 2322 8080. www.saintbois.com.uy

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