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Ilustración: Ramiro Alonso

Pandora Papers: la crítica moral a los individuos y el silencio sobre el sistema

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Para Agustín Reyes, doctor en Ética y Democracia, el “juicio fácil” al comportamiento de los titulares de offshores “es casi como un juego al sistema” que habilita y promueve estas prácticas.

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En la trayectoria académica de Agustín Reyes se combinan dos campos de conocimiento que no suelen caminar de la mano. Es doctor en Filosofía, especializado en Ética, pero también docente e investigador de la Facultad de Ciencias Económicas y de la Administración de la Universidad de la República. Reyes se refirió a las repercusiones surgidas tras la difusión de los Pandora Papers el domingo. En Uruguay, el semanario Búsqueda informó que los jugadores de la selección uruguaya de fútbol Diego Godín y Luis Suárez, el empresario del transporte Juan Salgado y la familia Peirano fueron algunos de quienes resolvieron abrir empresas en paraísos fiscales, aunque no hay indicios de ilegalidad.

Pero como lo hicieron los Panama Papers en 2016, la difusión de estas situaciones alienta discusiones éticas y normativas.

¿Qué reflexiones se pueden hacer desde el punto de vista ético cuando surge información como la de los Pandora Papers? ¿Cómo se explica el rechazo que generan en gran parte de la población estos hechos, teniendo en cuenta que en la mayoría de los casos se trata de acciones legales y habilitadas por el sistema?

Creo que hay como tres o cuatro niveles para abordar desde una reflexión ética. En una primera dimensión, al salir a la luz este tipo de prácticas, lo que hace para el conjunto de la sociedad es volver a mostrarnos ‒porque nada de esto es nuevo‒ cómo hay algunos comportamientos de integrantes de nuestras sociedades que están reñidos con principios que consideramos justos de forma común, y que en general son el mismo tipo de personas, con cierto tipo de ingresos y riqueza. Y al hacer este tipo de prácticas, una de las cosas que demuestran es su falta de respeto a lo que podríamos llamar la comunidad o la sociedad en un sentido más extendido, esta idea de que todos deberíamos participar más o menos equitativamente en las cargas y beneficios de la sociedad. Este tipo de prácticas demuestran que hay algunos que, por algunos rasgos asociados básicamente a su posición económica, pueden evitar o eludir algunos de estos costos. Asumimos a veces como implícitos ciertos acuerdos de cómo deberíamos vivir en sociedad, y este tipo de prácticas nos demuestran que hay una parte de la sociedad que se aparta de esto sistemáticamente. Es decir, esta idea ‒por lo menos en el mundo occidental‒ de vivir en sociedades democráticas, en las que hay un principio de igualdad que a priori debería regirnos. Rápidamente salta a la luz que hay individuos que se comportan apartándose de eso. Y en un segundo plano de esta misma reflexión ética, es que lo hacen sin ningún tipo de necesidad, de justificación pública, y ni siquiera tratan de dar una justificación pública. Porque más allá de que como decías, que esto es legal bajo ciertos parámetros, en general no tiene una visibilidad pública. Las personas que tienen estas empresas no salen públicamente a decir: “Bueno, yo estoy abriendo una empresa con estas características”. Tiene un elemento de ocultamiento también. Y en la medida en que salen a la luz, el tipo de justificación que se da es más fáctica o de hecho: porque se puede hacer, porque está habilitado legalmente, porque a priori tal vez no estaría haciéndole mal a nadie, pero no hay una justificación fuerte, normativa, de que es justo o correcto que yo haga esto. Son más excusas que justificaciones.

Agustín Reyes.

Foto: Federico Gutiérrez

¿Por qué cuando se habla de estos temas se centra la discusión en lo individual y no se plantea, al menos de forma extendida, un cuestionamiento ético al funcionamiento del sistema que habilita estas prácticas?

Lo más interesante, y que tiene que ver también con la filosofía de la práctica, refiere a la constitución ética del sistema, con una estructura básica que permite, alienta y estimula este tipo de comportamientos, en el cual las decisiones individuales, las motivaciones, son un elemento secundario, porque independientemente de ellas y del cargo de responsabilidad individual, lo cierto es que hay un funcionamiento sistémico que es el que habilita y estimula esto. Y ese sistema, al habilitar estas prácticas, lo que hace es corroer el sentido de justicia, el sentido democrático, de creer que estamos embarcados en una empresa común. Entre otras cuestiones, porque puede generar rechazo moral e indignación, pero en el fondo también estimula sentimientos como los de envidia: la idea de que haya gente que pueda tener estos niveles de riqueza y de ingresos, pueda multiplicarlos y estar excluida de cierto tipo de cargas, termina generando una fuerte envidia. Y eso es muy dañino para la potencialidad de convivencia democrática. Y esto está generado por culturas que de trasfondo tienen un componente fuertemente individualista, de tipo meritocráticas, aquello de que “lo que yo tengo y de lo que soy dueño lo merezco tener, y puedo hacer con eso lo que quiera, por ejemplo, sacarlo de mi país y ponerlo en otro lado”. Esta cultura de trasfondo, que es también la que moldea nuestras instituciones, es la que en el fondo estimula a las personas a generar ciertas prácticas. Entonces, también desde la ética se puede caer en el juicio fácil sobre el comportamiento de individuos puntuales, y eso es casi como un juego al sistema, porque nos quedamos exclusivamente en el juicio moral sobre el comportamiento de algunos individuos, y es una indignación rápida pero que tiene poco potencial transformador. Porque los elementos estructurales, que son los que efectivamente permiten que estas prácticas se perpetúen en el tiempo y sean incentivadas, no son observados. Sólo vemos el comportamiento de los sujetos y no la estructura de fondo.

Pensando en la dimensión de la justicia, ¿por qué no nos preguntamos si es justo que alguien pueda vivir sin trabajar por tener cinco propiedades, y nos indignamos, en cambio, con las offshores? ¿Tiene que ver con que hay aspectos del funcionamiento del sistema que tenemos más naturalizados que otros, y ya no los vemos?

Hay un elemento que vos planteás, que es la naturalización que tenemos del funcionamiento de nuestro sistema. Esta idea de que “quien no trabaja no come”, que parece ser bastante común para cierta eticidad o cultura del trabajo, en realidad sólo está aplicada a aquellos que efectivamente si no trabajan, no comen, porque aquellos que tienen los medios garantizados pueden no trabajar y comer al mismo tiempo, y no nos parece algo digno de observar. Pero eso tiene que ver con esta cultura de trasfondo que mencioné, esta idea de la propiedad de ciertos bienes que la persona ha merecido tener, y que ese es un elemento que justifica su posición y el goce absoluto y arbitrario sobre esos bienes. Y esa es una construcción histórica que estamos acostumbrados a observar, y como estamos tan acostumbrados, no vemos que las posibilidades de riqueza y de acumulación de unos estén asociadas a la dinámica social en su conjunto. ¿Por qué nos llaman más la atención estos eventos de las offshores? Supongo, primero, que porque están asociados a individuos, a sujetos, y estamos en una cultura de la evaluación del comportamiento individual, que supone que todo lo que le sucede a un individuo depende de él y de lo que ha hecho, sin ver las circunstancias y el contexto, y por lo tanto, podemos juzgarlos a ellos exclusivamente. Por otro lado, también influye cómo se presenta el tema. Esta idea de que hay un enorme conglomerado de medios de comunicación investigando también le ha dado una entidad diferente; no hay un conglomerado de medios investigando cómo se distribuye la riqueza en nuestras sociedades. En tercer lugar, hay una cierta idea de que el manejo económico, la riqueza ligada exclusivamente a lo puramente especulativo y financiero, tiene un componente negativo. Porque aun la acumulación de tierras y de capital están más vinculadas a una vieja ética del trabajo, en la que más allá de que el sujeto no sea específicamente el que produce, sí aporta a un elemento productivo tangible. Entonces, de alguna manera en la producción participó, aunque sólo sea teniendo la tierra y después no haciendo más nada. Pero esto se ve como todo un invento exclusivamente realizado para reproducir la riqueza. Entonces están estos componentes evaluados como negativos, como la especulación y la concentración, pero sin el componente de la vinculación al ámbito productivo del trabajo, y por eso hay un elemento de mayor sanción.

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