Uno de los pulmones del planeta son los océanos. Allí se produce entre 50% y 85% del oxígeno que se libera cada año a la atmósfera. Sin embargo, los lagos reaccionan de forma más rápida al cambio climático. Ocupan 3% de la superficie, pero acumulan una elevada concentración de la biodiversidad del planeta. “Son como máquinas metabólicas muy activas, contribuyen de forma importante a la liberación de gases de efecto invernadero, como el CO2 [dióxido de carbono] y el metano”, contó a la diaria el ecólogo Ruben Sommaruga. Es uruguayo y trabaja en el Departamento de Ecología de la Universidad de Innsbruck, en Austria.
“¿Qué está pasando con el oxígeno en los lagos?”, fue la pregunta que en 2016 se hicieron los integrantes del Global Lake Ecological Observatory Network (Gleon). Es una red de investigadores, educadores y científicos que hacen observaciones en lagos y embalses ubicados en diferentes países del mundo. Sommaruga es uno de los miembros. La duda desencadenó la investigación Desoxigenación extendida en lagos templados, publicada en la revista Nature a comienzos de este mes. Cinco años atrás contaban con la información de que la temperatura de los lagos estaba cambiando, pero decidieron ir un paso más allá. Analizaron más de 45.000 perfiles de temperatura y oxígeno disuelto recogidos desde 1941 en casi 400 lagos. La mayor parte de los registros son de zonas templadas en Estados Unidos, Europa, Nueva Zelanda y Japón.
“Tal vez, la pregunta mirando desde Uruguay sea: ¿Por qué no hay ningún lago representante de América del Sur? El monitoreo de parámetros en lagos ha comenzado mucho más tarde. En Austria, tenemos 50 años de muestreos mensuales de uno de los lagos que venimos monitoreando”, expresó el ecólogo. Agregó que sin la observación “tan larga en el tiempo” no se puede estudiar tendencias.
A partir del agrupamiento de información en distintos ecosistemas templados, se encontró que el oxígeno disuelto está en declive tanto en las aguas superficiales (5,5%) como en las aguas profundas (18,6%). El investigador señaló que la disminución está ocurriendo de una forma “mucho más rápida” de la que se ha detectado en los océanos. Dependiendo de la región, podría alcanzar hasta 9% de mayor intensidad.
El peligro de la profundidad sin vida
“Muchas veces las personas dicen que los lagos son hermosos, azules y verdes, pero en las aguas profundas vemos que la vida ha desaparecido. Desde el momento en que el oxígeno desaparece, quedan muy poquitos organismos que son capaces de sobrevivir”, manifestó Sommaruga.
Los niveles de oxígeno disuelto cayeron en gran parte de los lagos. Sin embargo, otros experimentaron una concentración del elemento en la superficie. Según el ecólogo, el fenómeno se explica por las actividades, sobre todo agrícolas, que traen como consecuencia la eutrofización –un aumento excesivo de nutrientes, nitrógeno y fósforo por los fertilizantes utilizados “de forma excesiva”–.
Hasta el momento las aguas profundas eran terreno poco explorado por los científicos. La investigación de la red se empeñó en abordarlo. “El aumento de la temperatura en la superficie produce un gradiente térmico mucho más fuerte en profundidad. Hace que, por ejemplo, la actividad de turbulencia causada por el viento, que mezcla las distintas capas del lago, con distintas temperaturas y contenido de oxígeno y nutrientes, no sea posible”. Contó que, en Austria, el proceso de “mezcla” de las distintas capas de los lagos, que se daba en primavera y otoño, en muchos casos ya no se da. “El gradiente térmico ha cambiado muchísimo y esto es lo que está causando el calentamiento climático en los lagos”.
Sommaruga planteó que la investigación también podría explicar fenómenos en América Latina. “Los problemas graves que hay de eutrofización y el calentamiento climático llevan a la misma consecuencia en lagos”, sumó y remarcó que “no hay que confundir lo que ocurre en embalses, que tienen una dinámica hidrológica distinta”.
La disputa por el agua y la falta de respuesta política
El ecólogo expresó que la concentración de oxígeno disuelto en los sistemas acuáticos tiene “repercusiones en la calidad del agua” y “en su consumo humano”. El estudio observó que el problema es aún más severo en las aguas dulces.
“Estudios muestran claramente que hay luchas por el agua a día de hoy”, indicó. “Pensemos en los conflictos que hay por la construcción de un embalse gigantesco en Etiopía y cómo repercute en países como Egipto, que han sufrido por la disminución del caudal del río Nilo. Pensemos en Chile, en la lucha que hay por el agua entre productores industriales, agropecuarios y los pequeños agricultores”, marcó como ejemplos. Aclaró que hay que distinguir entre agua y agua potable. La última es más escasa.
Enfatizó que “en países donde hay pobreza, donde hay una cierta franja al menos, es muy difícil concientizar de la importancia de cuidar del ambiente porque la prioridad no es esa, es sobrevivir”. También manifestó que las personas de menores recursos son las que “menos herramientas tienen para hacer llegar su mensaje” y mostrar “hasta qué punto los cambios globales los están afectando”. “Todos vemos las imágenes de lo que pasa cuando hay inundaciones y sequías, son imágenes que en muchos países nos parece que están muy lejos”, agregó. Resaltó que en Europa, donde él está viviendo, la concientización crece cada vez más rápido.
Una problemática que preocupa al investigador es la “lenta respuesta de los políticos a nivel global” y la poca claridad sobre las acciones tomadas para evitar el aumento de la temperatura. Dijo que “vamos corriendo siempre de atrás y nos faltan las respuestas de los políticos, que obviamente tienen una escala de tiempo muy distinta que el resto de la gente. La Tierra también tiene su dinámica: si paramos hoy las emisiones de CO2, no vamos a evitar en las próximas décadas que muchos glaciares desaparezcan”.