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Ilustración: Ramiro Alonso

Un incidente de tablado

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Leído por Andrés Alba.
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Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

La realidad es a veces más tragicómica que cualquier representación en un tablado. La agrupación de parodistas Caballeros incluye en su repertorio de este año unos 15 minutos basados en la obra El mercader de Venecia, de William Shakespeare (ver ladiaria.com.uy/UsT desde los 9.39 minutos), y la filial uruguaya de la organización B’nai B’rith expresó su “absoluto rechazo” a ese pasaje, afirmando que la pieza teatral original es “de corte antisemita” y “reproduce estereotipos falsos y perjudiciales que alimentan el odio, la discriminación y la judeofobia”.

Esa asociación civil sostuvo que “las obras literarias y artísticas cuyo contenido constituye incitación al odio y discriminación no deberían ser reproducidas ni ser tomadas como fuente de inspiración”, y que “la naturalización de este tipo de mensajes es causa directa de la violencia antisemita, que en Uruguay ya resultó en los asesinatos de Simón Lazowski en 1987 y de David Fremd en 2016”. También demandó que Caballeros modificara esa parte de su presentación y que quienes organizan el Concurso Oficial de Carnaval garantizaran “la eliminación de todo tipo de discurso de odio” en los espectáculos.

En redes sociales hubo condenas aún más duras, entre ellas la de la senadora Graciela Bianchi, quien calificó la parodia de “nazismo”. Manifestaciones como esa quedaron fuera de juego este lunes, cuando integrantes del Comité Central Israelita del Uruguay se reunieron con el director de Caballeros, Raúl Sánchez, y le comunicaron que no consideraban necesario ningún cambio en la parodia.

El mercader de Venecia es una pieza de alto valor literario que ha sido motivo de muchas polémicas. Fue escrita a fines del siglo XVI, cuando los judíos de esa ciudad-Estado eran obligados a vivir en el primer gueto de Europa y a usar sombreros rojos para ser identificados (un dato que la parodia incluye). Está atravesada por los prejuicios de su época, y el personaje judío Shylock es un prestamista codicioso y despiadado. Sin embargo, como canta el coro de Caballeros (¡sobre música de Mozart!), “en las obras de este William nunca hay nada lineal”: tanto los personajes cristianos como los judíos muestran contradicciones, y uno de los momentos más memorables es el alegato de Shylock sobre la condición humana común a unos y otros.

Sánchez aseguró que la pieza fue elegida “por la trama y porque sirve para mostrar vestuario”, sin “pensar en otra cosa”. Es una versión simplificada y más bien burda que no recoge lo mejor de la obra original. Algunos chistes tienen que ver con ella y varios otros no: por ejemplo, los referidos a personajes del carnaval actual y a una muñeca inflable muy poco shakesperiana. El desenlace se atenúa al omitir, quizá por el peso de la laicidad en Uruguay, la conversión forzada de Shylock al cristianismo.

La parodia de Caballeros no es, por cierto, la mejor que se ha visto, y probablemente será más recordada por este incidente que por sus valores artísticos o su comicidad. De todos modos, el recuerdo incluirá que, en estos tiempos de polarización, literalidad y cancelación, en Uruguay fue posible que se desactivara un conflicto absurdo.

Hasta mañana.

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