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Ilustración: Ramiro Alonso

Una condena ilustrativa

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Leído por Andrés Alba.
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Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Al cierre de la semana, la Fiscalía informó que había logrado un acuerdo abreviado con el narcotraficante uruguayo Santiago Echart, de 32 años, quien resultó condenado a ocho años y medio de prisión por organización de tráfico internacional de drogas.

Echart fue investigado por tres operaciones en las que se intentó “contaminar” a buques de altamar que se trasladaban hacia Europa: 1.360 kilos de cocaína que aparecieron en la playa San Antonio (Rocha) en febrero de 2022, 700 kilos que se incautaron en Ciudad del Plata (San José) en setiembre de 2024 y 1.070 kilos que fueron decomisados en San Luis (Canelones) en noviembre de 2024.

La noticia de la condena contra Echart es trascendente al menos por cuatro razones. La primera, señalada por la Fiscalía en su comunicación, es que se trata de una condena alta para un caso judicial con estas características. Por ejemplo, el empresario Jorge Pérez Bentancor –también conocido como “el narco de La Tahona”– acordó en junio de 2024, también en un proceso abreviado, una pena de dos años de cárcel por 265 kilos de cocaína que pretendía exportar hacia Europa, camuflados en tablas de encofrado.

Otro aspecto significativo es que los tres envíos que organizó Echart eran transportados en pequeñas barcazas de pescadores que luego iban a cargar la droga en los barcos transoceánicos. Esta modalidad confirma ciertos temores que han planteado autoridades que se dedican al combate al narcotráfico. En setiembre de 2023, el prefecto Nacional Naval, José Luis Elizondo, advirtió por un posible “efecto globo” como consecuencia del aumento de los controles por los tres nuevos escáneres en el Puerto de Montevideo. El tiempo parece darle la razón al mensaje que intentó transmitir Elizondo en esa ocasión: los grupos de crimen organizado siempre están una jugada adelante.

La tercera dimensión es que Echart está vinculado al clan de Los Albín, una organización que opera en la zona del Cerro. Este dato es de relevancia para algunas discusiones que se han desarrollado en los últimos meses. En enero de 2024, el director de Policía, José Azambuya, declaró en una entrevista con El Observador que los grupos criminales de la periferia de Montevideo no tienen capacidad para sacar droga por el puerto y no participan en la logística de grandes cargamentos. Dos semanas después, sin embargo, se conoció un informe interno de la Policía que decía otra cosa: según ese documento, algunos clanes familiares montevideanos han empezado a cooperar de manera fluida con “organizaciones criminales internacionales” que se dedican al traslado, el acopio y el envío de cocaína hacia Europa.

Hasta ahora teníamos el registro de dos fenómenos simultáneos, tan constatables como preocupantes: sale más droga por el Puerto de Montevideo y la violencia homicida golpea con mayor fuerza en los barrios periféricos. Casos como el de Echart muestran que ambas dimensiones quizás estén más conectadas de lo que pensábamos hasta ahora.

La cuarta razón, vinculada a la anterior, es más fácil de plantear: los 3.000 kilos de droga que intentó colocar Echart en Europa le hubieran reportado ganancias por aproximadamente unos 70 millones de dólares.

Hasta mañana.

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