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Ilustración: Ramiro Alonso

Hablemos de los impuestos

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Leído por Andrés Alba.
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Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Hoy publicamos la tercera de una serie de notas sobre la posibilidad de un IVA personalizado, a cargo del Laboratorio Fiscal y Tributario del Centro de Investigaciones Económicas (Cinve). El tema es complejo pero muy relevante, tanto para nuestra vida cotidiana como para considerar cuestiones de justicia social en el reparto de la carga tributaria.

La serie aún no ha llegado al capítulo de las propuestas, pero da pie para abordar el tema del impuesto a la renta de 2% a los “milmillonarios”, o sea unas 3.000 personas con patrimonios de más de mil millones de dólares, impulsado en organismos internacionales por el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva.

Desde hace unos años ha ganado espacio la difusión de ideas ultraliberales como las del actual presidente argentino Javier Milei, y una de ellas es que los impuestos son “un robo” del Estado a la población. Sin embargo, en el artículo anterior de la serie de Cinve se señaló que ya Adam Smith, en el siglo XVIII, estableció las bases del impuesto a la renta de las personas físicas, al afirmar que “los ciudadanos que disfrutan de la protección del Estado deberían contribuir a su sostenimiento, debiéndose establecer el monto de los aportes de cada contribuyente como proporción de su renta”.

Smith, llamado “el padre del capitalismo”, estaba muy lejos de ser “un zurdo” y su planteamiento tiene una racionalidad evidente. Hay tareas básicas e indiscutidas del Estado, como las relacionadas con el sistema judicial y la seguridad pública, y existen controversias sobre otras, pero todas ellas, desde la construcción de calles y carreteras hasta las políticas de género, y desde la educación al cuidado del ambiente, pueden ser herramientas muy poderosas para contribuir a la igualdad de oportunidades y el ejercicio de derechos. Todas necesitan financiamiento y este depende, en gran medida, del cobro de impuestos.

El IVA es un impuesto típicamente “regresivo”. Si todas las personas pagan la misma tasa cuando compran un alimento, el peso del tributo es mucho mayor sobre los ingresos de la gente más pobre, que destina la mayor parte de ellos a la subsistencia, mientras que la gente más rica tiene una holgada capacidad de ahorro e inversión. Apoyar un sistema tributario sobre el IVA contribuye a la desigualdad, y la “personalización” busca reducir ese impacto.

Los impuestos a la riqueza son, por definición, “progresivos”. Su carga es mayor para las personas con mayores ingresos y patrimonios, pero eso no determina que dejen de ser ricas. Además, los milmillonarios (corresponde el masculino, porque son varones en su gran mayoría), pagan menos tributos en proporción a sus ingresos que las personas de clase media, pese a que la suma de sus fortunas equivale a 13% del producto bruto mundial. Esto se debe, en mayor parte, a que cuentan con asesoramiento experto de altísimo nivel para eludir y evadir impuestos.

El escaso aporte al fondo común por parte de los superricos potencia el acelerado aumento de la desigualdad en el planeta, ya que retiene recursos necesarios para mejorar la calidad de vida de la inmensa mayoría.

Hasta mañana.

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