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Desfile de llamadas. (archivo, enero de 2022) Foto: Ernesto Ryan

“Mi color de piel no es un disfraz”: critican apropiación cultural en las Llamadas

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Mujeres y disidencias afrodescendientes ven con preocupación los cambios que se vienen dando en el desfile por Isla de Flores.

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“¿Por qué imitar en vez de dar lugar? ¿Por qué negar la hermosura de nuestra negritud?” se preguntaron desde Hermosa Intervención, una agrupación de mujeres y disidencias afrouruguayas, inmigrantes, feministas y pertenecientes a la comunidad LGBTIQ+, luego de las Llamadas.

Hermosa Intervención criticó duramente las lógicas que, entienden, imperan hoy en el desfile y niegan la ancestralidad del candombe. En su cuenta de Instagram @hermosa_intervencion denunciaron la sexualización de los cuerpos, que gente blanca se pinte de negro o de dorado para “parecer negra”, y otras “faltas de respeto” a la ancestralidad del candombe y de la negritud.

“En los barrios muchas infancias negras sueñan con salir en la comparsa, pero la realidad es que se busca otra cosa”, dispararon. Esto es un “manoseo de nuestra cultura; el candombe tiene fundamentos, formas de bailarse y cadencias que son necesarias para resistir”.

Consideran que la televisión deja de lado “nuestras humanidades negras y los personajes ancestrales para hacer foco en lo que vende. Basta de cuerpos sexualizados y plumas”, sentenciaron.

la diaria dialogó con Jhoanna Martínez y Agustina Herrera, integrantes de Hermosa Intervención, para ahondar en sus críticas y reflexiones sobre las Llamadas, la televisación y los cambios que ha atravesado el desfile a lo largo del tiempo.

En su publicación aseguraron que “candombe es variedad de cuerpas, reivindicación de la cultura afro y de las mujeres afrodescendientes, negritud”. ¿Faltó todo eso en las Llamadas este año?

Luego de la primera noche de Llamadas vimos cómo de buena manera en nuestra expresión cultural –el candombe– se fueron instalando y perpetuando ejes de opresiones a las corporalidades en general, con énfasis en las mujeres afrodescendientes. La variedad de las cuerpas no era considerada, había una hegemonía que tenía que ver con estereotipos de belleza eurocéntricos muy distintos a las corporalidades afrodescendientes que habitamos nosotras, las mujeres afrodescendientes del Uruguay y del mundo. De un tiempo a esta parte, el candombe, la comparsa y el desfile se pusieron “de moda” y la gente empezó a participar y a arrimarse, cosa que celebramos, pero sin tener la necesidad de conocer dónde se están sumando. En muchas de las agrupaciones no existe el interés de reivindicar la historia, la cultura, queda en lo superfluo del desfile y la brillantina, cuando la comparsa debería estar diciendo de dónde viene, qué es lo que representa y por qué está ahí. Muchas de las personas que desfilan no tienen conocimiento de lo que están representando. Simplemente son parte de algo de un espectáculo sin mucho más trasfondo.

¿Qué rol juega la televisación en esto?

En la masividad y el popularismo los afrodescendientes, y como gran parte de las veces las mujeres, empiezan a quedar relegadas de sus propios espacios porque televisivamente para el espectáculo rinde más tener un cuerpo de baile voluptuoso, grande, y lo llenan de blancas igual. Lo importante es tener 50 bailarinas. Muchas veces la mujer negra queda relegada de su cuerpo de baile y, con ella, su cuerpo, claramente. Entonces empiezan a perder protagonismo dentro de su propia cultura.

¿No puede participar?

En esto de acercarme a un lugar, que es lo que nos pasa a diario, durante toda la vida, donde la mayoría de las personas no son afro, ya nos genera rechazo. Lo hago habitualmente en todos los otros ámbitos, no voy a elegir por voluntad propia ser parte de un lugar en donde no me siento representada. Entonces empezamos a quedar atrás, atrás, atrás, al punto de no ser parte, de no participar. Reivindicamos la necesidad de que los lugares sean habitados y ocupados principalmente por sus protagonistas. Si después lo podemos compartir con todos, buenísimo. Quien se quiera acercar, entender, conocer, ser parte y reivindicar la transmisión de la cultura a nuevas generaciones y así poder mantener este legado ancestral que nosotros venimos trayendo, que lo haga, pero con compromiso, no porque tenga ganas de sacarse una foto y salir en la tele sin tener idea de dónde está ni qué está haciendo.

También afirmaron: “Mi cuerpo y mi candombe no son tu disfraz o traje de carnaval”.

El hecho de que cada vez sea más un producto vendible hace que se acomode y se adapte a lo que la televisación pide. El riesgo que corremos es que aparezca como disfraz o como traje de carnaval nuestra negritud. El blackface, que tiene que ver inicialmente con los lubolos, con las personas blancas pintadas de negro, ha ido desapareciendo, pero emergió fuertemente en estos últimos años. Mi color de piel no es un disfraz ni un traje de carnaval. A nivel personal genera rechazo. Es como una burla a mi color de piel. Mi color de piel existe y tiene un propósito y tiene una cantidad de información ancestral que hay que perpetuar. Cuando alguien se pinta simulando ser una persona afrodescendiente, lo que está haciendo es ridiculizar de alguna manera mi cultura y mi ancestralidad. Si no hay personas afro, no es necesario que se simule el afro. Lo mismo con el pelo. Nuestro pelo es legado y ancestralidad, tiene un simbolismo sumamente importante para nosotros. Se tiene que reivindicar como tal, no entenderse como una peluca, porque esa peluca tú mañana te la sacas porque no sos afrodescendiente y nosotros por nuestro pelo padecemos discriminación.

¿La sexualización la causaron las cámaras, la lógica del concurso o fue un cambio a la interna?

Cuando la competencia y la televisación empiezan a exigir de alguna forma mujeres desnudas, con tangas, hasta con los tacos lo más alto posible, se empieza a ofrecer eso que el mercado está exigiendo. Estamos en una cultura patriarcal, machista, en donde el camarógrafo no comprende que el objetivo de esa cámara no debe ser la cola de la bailarina, sino su danza, su arte. Mientras no giremos el eje de lo que estamos observando, las cosas no van a cambiar. La sexualización de las mujeres está en todos los ámbitos inmersos en nuestra sociedad. El candombe, que a su vez está mostrando mujeres que muchas veces son afro, que han sido hipersexualizadas a lo largo de la historia, y a su vez esa mujer negra está con poca ropa… Está todo dado para que se hipersexualice. Esto es responsabilidad de las agrupaciones, de los dueños, del concurso, de la tele, de la sociedad.

¿Solucionaría algo eliminar el concurso o la espectacularización?

No estamos diciendo que el espectáculo está mal. Lo que queremos es que lo que gira en torno a ese espectáculo sea realmente nuestra cultura y no lo que el mercado, la tele y los jurados quieren ver. Queremos visibilizar, difundir, divulgar y traspasar a nuestra niñez todo lo que tiene que ver con lo que nuestras abuelas o nuestra familia nos vienen pasando de generaciones en nuestra cultura, que se viene transmitiendo de forma oral. Lo que hay que hacer dentro de las comparsas es generar lugares de pienso, de conversa, de escucha, de transmisión, de aprendizaje, en donde esa bailarina que no puede bailar a tiempo entienda por qué ese paso básico tiene que encontrar al piano en la cuerda para poder entrar y poder bailar. De esa forma esa persona va a poder, desde su arte, desde su danza, desde su intervención, comprender lo que está haciendo y por qué lo está haciendo.

¿Qué caminos alternativos ven posibles para las Llamadas?

Uno es que los dueños de las comparsas puedan capacitarse, educarse, instruirse, investigar y de alguna manera ser más respetuosos respecto de lo que están brindando. Que puedan incorporar una perspectiva interseccional considerando la raza, el género y la clase social, quiénes son los integrantes, qué cuerpos están presentes y representados, si hay personas viejas, entendiendo que el candombe no tiene edad. Reivindicar la cultura afro y a las mujeres, en cada barrio invitar a las mujeres afrodescendientes desde un lugar grato, acogedor, donde puedan realmente sentirse ellas. No pueden quedar relegadas algunas identidades sexogenéricas. Tendrían que procurar la integración. Decir “yo no me voy a maquillar más de afrodescendiente, es irrespetuoso”. Los cuerpos afrodescendientes que están en una comparsa tienen que estar fortalecidos.

¿Quién debería hacerse cargo de las transformaciones?

Grandes referentes de nuestra cultura de a poco empiezan a dejar de estar físicamente y es responsabilidad de las generaciones que quedamos transmitir a las futuras generaciones este legado ancestral, lo que realmente significa el candombe para la cultura afro, para los afrouruguayos. Que esa niña que hoy baila detrás de la valla deseando estar en Isla de Flores pueda saber qué es lo que está bailando, por qué, y por qué lo está sintiendo como lo siente cuando muchas veces nadie le dijo nada. Esa es nuestra responsabilidad, de quienes somos parte de esta cultura y de los que no también. Eso lo vamos a lograr desde el respeto y desde la escucha cuando seamos realmente los protagonistas, y quienes estamos dentro estemos a cargo, y no terceros con otros intereses. Como Hermosa Intervención buscamos poder pensar y poner un poco el foco de luz sobre cómo el racismo estructural en el que estamos todos inmersos llega a atravesar estos espacios y estos lugares propios.

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