A las 17.00 de este primer sábado de marzo el cielo está seminublado y corre una brisa fresca por la rambla de Montevideo. Optimista, imagino que habrá una nueva etapa en el Teatro de Verano, una de las últimas del concurso de este carnaval.
Un colega me envía el número de teléfono del célebre meteorólogo José Serra, a quien llamo de inmediato y le presento mi consulta, no sin antes recordarle su condición de especialista.
“Un simple técnico, un trabajador”, me contesta desde su búnker con tres monitores siempre encendidos -con una estación automática y una convencional-, desde donde puede producir sus propios parámetros meteorológicos.
“Cuando tú analizas una situación para luego realizar un pronóstico es necesario estudiar entre 1.500 y 2.000 variables de la atmósfera. Tenés que estar atento a las imágenes satelitales y lo que pasa en superficie”, me explica.
El ídolo de José sigue siendo Carl Sagan, y en los raros momentos en que no está inmerso en su profesión le gusta ver películas de aventuras. Una de sus preferidas es 2001: Odisea del espacio, el famoso film de Stanley Kubrick que contó, no casualmente, con el asesoramiento del astrónomo y escritor nacido en Brooklyn.
Del carnaval, prefiere las Llamadas y no han sido pocas las veces que fue consultado sobre las condiciones climáticas de futuros eventos formales -e informales- de nuestra sociedad y sus personajes.
Se recibió de meteorólogo en 1978 y “hasta el día de hoy sigo estudiando”, cuenta, luego de 40 años en esta profesión. Gracias a ella conoció buena parte del mundo, pero lo que más valora es el saber que adquirió tras recorrer “durante nueve años todo el territorio nacional, incluidos la campaña y los rincones más recónditos. En aquel entonces había una red de 700 pluviómetros que tenían que ser supervisados y mantenidos”, recuerda.
Actualmente se desempeña como coordinador y docente del Instituto de Formación en Meteorología, integró la Dirección Nacional de Meteorología, fue presidente de la Asociación Uruguaya de Meteorólogos y ahora ocupa el cargo de vicepresidente. Sus pronósticos se pueden escuchar en Radio Oriental, Radio Carmelo, Radio Rincón de Rivera y Difusora Rochense, entre muchas otras.
Muy gentilmente, y todavía sin una gota de lluvia, contestó algunas preguntas para la diaria.
¿Cómo es la historia de veranos lluviosos en Montevideo?
Efectivamente, Uruguay ha tenido muchos febreros lluviosos. Ha habido algunos más estables, en temperatura y con pocas precipitaciones, pero hay febreros en los que se ha padecido de una anomalía no solamente en cuanto a precipitaciones sino también en las temperaturas.
En esto de los pronósticos algo que a veces no se tiene en cuenta son las características de cada territorio. Cuando uno, por ejemplo, informa sobre la temperatura da un valor promedio del lugar. Quien está en la costa tiene una temperatura acorde a la brisa del mar, la cercanía del mar, la humedad, etcétera. En la periferia, en el sector suburbano, el clima es diferente. Montevideo es una loza que absorbe una cantidad de radiación durante el día y durante la noche la emite, y eso provoca un desconfort térmico.
¿Qué tuvo de particular este febrero?
Fue bastante atípico. Desde el punto de vista estadístico, en la región este y sureste del país hubo lluvias abundantes, pero la distribución fue muy irregular. Cerramos el mes con un déficit hídrico importante en la región norte, centro y en parte del oeste del país, pero tuvimos dos golpes de lluvia los últimos días de febrero que amortiguaron el déficit hídrico en el norte con valores de 90 milímetros. En el sur del país tuvimos volúmenes de precipitación que superaron los 300 milímetros en zonas costeras. En Montevideo llegamos a valores de precipitación de más de 200 milímetros, igual que en Piriápolis y Maldonado, donde también tuvimos valores significativos.
Fue un febrero atípico, pero al mismo tiempo no se excluye de la población de datos que tenemos de los febreros de los últimos 90 años.
¿Recordás alguno parecido a este?
En la década del 80 hubo febreros igual de anormales y en 2010 y 2012 también.
Ante situaciones como la de tener que suspender una etapa de carnaval -o no- de un día para el otro, ¿qué es lo que puede decir un meteorólogo al ser consultado?
Te voy a contar una experiencia con el carnaval de Montevideo. El día del Desfile Inaugural me llamaron autoridades del carnaval, integrantes del jurado y periodistas, para saber qué iba a pasar. Evidentemente lo que teníamos era una gran depresión atmosférica; un frente frío había ingresado al país, teníamos lluvias y tormentas. A las 16.00, 17.00 recibí muchísimas consultas para saber si se hacía el desfile. Yo no era quien podía tomar esa decisión. Simplemente di mi pronóstico, a mi buen entender, y emití un informe de lluvias y tormentas en todo el país. Ese día, al final, el único lugar del país donde no llovió fue Montevideo; tuvimos cielo nuboso, algún chaparrón, pero nada más.
En Florida tuvimos lluvias y tormentas con granizo, en Durazno granizada y vientos fuertes, etcétera. Entonces, el 50% del país, que vive en Montevideo, habrá dicho: “Serra se equivocó”, y el otro 50%: “excelente pronóstico, nos viene bárbaro la lluvia”.
Lo que hay que hacer en estos casos (y lo digo por experiencia), cuando tenemos un evento grande, por ejemplo el desplazamiento de una comitiva o un acto presidencial, es armar un plan, con uno o dos meteorólogos, que puedan hacer el seguimiento de la atmósfera muchas horas antes.
Tuve la oportunidad de trabajar en una comisión asesora para un gobierno de otro país, e incluso también en algún momento se hizo aquí en Uruguay un procedimiento de este tipo, pero es algo que cuando lo he planteado aquí como método de uso frecuente, no he encontrado mucha respuesta. Esto es el seguimiento minuto a minuto de la atmósfera. Así se puede hacer una buena planificación.
Ahora, cuando a cinco horas de un evento de buenas a primeras me llaman para preguntar qué va a pasar, no puedo hacer el mismo pronóstico. Sobre todo porque actualmente vivimos un proceso de gran variabilidad atmosférica. Siempre digo que tomo a la atmósfera como un ser vivo, y si yo fuera médico, diría que hoy está en el CTI. Se ha contaminado y alterado tanto su composición que hemos provocado anomalías que hoy estamos padeciendo.
De eso se desprende que antes era más previsible su comportamiento.
Hasta fines de los años 60 teníamos una estabilidad en sus componentes. Una determinada proporción de nitrógeno, de oxígeno, de vapor de agua, etcétera. Y no teníamos la emisión hacia la atmósfera que hoy genera la actividad humana. Desde la era preindustrial a hoy hemos duplicado la población del mundo. 350 años atrás no llegaba a los 1.000 millones. Hoy somos más de 8.000 millones y hay más de 2.000 millones de motores quemando combustibles.
Por otra parte, la tecnología al servicio de la meteorología es más avanzada que la que tenías cuando empezaste.
Claro. Los meteorólogos ahora tenemos imágenes satelitales, muchos medios de comunicación, información de todo el mundo, sensores de las variables atmosféricas, y podemos trabajar con una total autonomía. Pero qué sucede... Concomitantemente con eso, el ser humano sigue contaminando la atmósfera. Por un lado tenemos avances, pero por el otro el comportamiento de la atmósfera es más imprevisible.
¿Por qué te conquistó Carl Sagan?
Por la manera que tenía de explicar la complejidad de nuestro sistema solar y el universo. Era un individuo que con dos o tres palabras y al alcance de todo el mundo transmitía una gran información. Eso también lo aprendí con un profesor que tuve en meteorología física. Te decía: “Usted no me venga a llenar el pizarrón con fórmulas, me tiene que hablar de forma sencilla y resumida para que cualquiera lo pueda entender”. Y esa ha sido mi modalidad desde siempre. Simple.
¿Qué es lo que le apasiona de esta profesión?
Cómo la atmósfera se vincula con todos los fenómenos. Hay una frase que se la escuché a una colega: “La meteorología es la ciencia del medioambiente”. No hay ninguna actividad en este planeta que escape a la meteorología.
El común de la gente sabe que los meteorólogos estamos para saber cómo va a estar el tiempo, si mañana llueve, qué temperatura hará. Pero esa es sólo una parte de la meteorología, la sinóptica. Pero después tenemos otras áreas como climatología, agrometeorología, meteorología aeronáutica, marina, espacial, instrumental, biometeorología. Es decir, hay mucho de esta ciencia que la sociedad desconoce.
Y es una profesión de mucha dedicación.
¿Vos parás de respirar en algún momento?
No.
Perfecto. El meteorólogo tiene que seguir constantemente la construcción de la atmósfera que es el sustento de la vida en este planeta: agua, oxígeno y demás.
¿A nivel familiar cómo se sobrelleva?
Lamentablemente, esta profesión le ha restado muchas horas a la familia. Pero he tenido mucha ayuda y comprensión.
Para dedicarse a esto tiene que haber una cuestión vocacional.
Yo les digo a los alumnos -hace 30 años que hago docencia-: “quien piense que va a ganar dinero con la meteorología, olvídese. Busque otra cosa”. La meteorología es vocación de servicio. Si tengo la capacidad de emitir un pronóstico y proyectarme 48 horas, también estoy avizorando el comportamiento de la sociedad. Va a ser un día de movilidad o no. Puede ayudar a prevenir un desastre o salvar la vida de muchas personas, pero también sirve para el desarrollo de cada uno de nosotros. Quien se sumerge en esta disciplina y le toma el gusto, nunca sale de ella. Es apasionante.