Es en Rivera y Buxareo donde comienza a ocurrir la magia. En el Club de Pesca Independiente, los componentes de la murga La Trasnochada se maquillan en los baños para una noche de tablados y, al fondo del patio, la parrilla está a cargo de los más veteranos del conjunto. En la cantina, tras el mostrador, descansan las botellas de alcohol y los vasos desfilan por todo el club.
En la noche del lunes 20 de febrero, día feriado en el almanaque, la murga del Mago Flores (así se titula el espectáculo de este año) pasea por los barrios de Montevideo en un Cutcsa del 77, de asientos amarillados y adornos de antaño, acompañado de dos grupos familiares y de los utileros. En los pasamanos se cuelgan los trajes rojos, con ribetes de payasos y decoraciones que, fiel al estilo del conjunto, aluden a los vestuarios del siglo pasado.
La Trasnochada hizo su debut en carnaval en 2009 y desde 2012, año en el que obtuvo su primer premio con su espectáculo El fin de los principios, y siempre estuvo en puestos de liguilla. En 2019 se coronó por segunda vez cuando presentó La que no transa y, desde entonces, no se bajó del podio del concurso oficial. Su director escénico es Martín Souza, quien se encarga de las letras junto a Maxi Orta y Sebastián Rivero, y sus libretos poseen la nostalgia, el recuerdo y la añoranza al barrio y al mostrador como elementos que se reiteran año a año.
En los asientos del bus se respira bohemia. Al frente del pasillo hay una conservadora roja que guarda botellas de fernet, refrescos y hielo. Los vasos pasan por las manos de los murguistas, las bebidas templan la garganta, algunos hacen uso de los espejos retrovisores para terminar de maquillarse y los tabacos se prenden, mientras en la conversa se escuchan comentarios sobre el espectáculo de otros conjuntos y se especula con los rubros de cada uno de ellos. Asaltantes con Patente, que la noche anterior pisó fuerte en su pasaje por la liguilla, es vox populi en la bañadera y la sensación es que es el rival a vencer.
“A nosotros siempre nos exigen más, como a Cayó la Cabra en su mejor momento”, se escucha decir a uno de los primos.
El primer barrio que pisa la murga es Paso de la Arena. La Gran Muñeca y su carnaval de voces, con retraso en su itinerario, comienza a cantar su saludo cuando La Trasnochada llega al lugar. Tras una discusión y el disgusto de los componentes, las murgas llegan a un acuerdo para que no se atrasen sus recorridos y la murga del Mago Flores sube a cantar a tiempo en su primer tablado de la noche.
Con sus bombines con flores y sus trajes con capas que imitan arlequines, La Trasnochada saluda al barrio en un tablado sin tablas, a ras del piso y cerca de la gente. Cuando canta recibe los aplausos y vítores que hacen del carnaval un intercambio único entre artistas y barriadas, y el espectáculo transcurre con un ritmo frenético, se ensayan modificaciones en el libreto y se prueban nuevos chistes que pueden ser efectivos cuando el jurado los evalúe.
Al borde del escenario, un grupo de niños, ajenos tal vez al espectáculo, corren y juegan sobre una pequeña explanada de pasto, mientras la murga comienza a cantar su retirada.
Los 18 artistas se despiden del barrio y el bus aguarda tras el portón principal del predio para seguir su paseo. Belvedere es la próxima parada y en un tablado que se yergue detrás de las gradas del estadio de Liverpool el público recibe a la murga y, con la misma fórmula que en el escenario anterior, despliega su espectáculo y la gente disfruta de su dinamismo. Al borde del tinglado, una mujer baila al ritmo de la batería y canta al unísono con el coro. El conjunto se despide y sigue su rumbo en una noche de febrero con su típico frescor.
De nuevo en el bus, Joaquín Freire, referente de la murga, da indicaciones sobre aspectos a pulir. Una vez que culmina sus directrices, cuenta que este carnaval ha sido “cansador”, debido a las pocas suspensiones por falta de lluvia, que suelen dar descanso a los murguistas.
La Trasnochada cerrará el concurso, si el clima lo permite, el sábado 25 de febrero, en el Teatro de Verano. “Tenemos que pegar fuerte si queremos estar ahí arriba”, comenta Federico Pittaluga, segundo de la murga.
Ajustes del camino
De Belvedere hacia La Unión se desplaza el antiguo vehículo por las calles semivacías de Montevideo. Dentro se discuten nuevas ideas para implementar de cara al pasaje de la murga en la liguilla, se ensayan cuartetas, se pulen detalles de la musicalidad y el director rezonga a los sobreprimos y les exige que tengan más oído para no llegar tarde en momentos clave de la retirada. Algunos se aclaran la garganta y cuentan que están comenzando a sufrir el trajín de tantas noches de gira.
Martín Souza cuenta que la idea del espectáculo nació a raíz de un cuento que escribió Sebastián Rivero, en el que se narra la historia de un mago “fantasioso” que llega a un barrio ficticio en el que empiezan a acontecer sucesos asociados con la magia, mientras saca una murga que hace la vida de los vecinos más alegre.
En el Molino del Galgo, un escenario pequeño sobre la calle Timoteo Aparicio, en el corazón de La Unión, el poco público está esparcido sobre la platea de sillas de plástico y la murga canta un repertorio más acotado.
Pasada la medianoche, muchas caras miran sus celulares, hay poco diálogo y el humo de los tabacos colma el aire. El alcohol sigue circulando mientras el bus transita por la calle 8 de octubre en dirección al Velódromo, el último tablado de la noche. A pesar de la fatiga, algunos cantan fragmentos de años anteriores, retiradas de murgas de la década pasada, se cuentan chistes y apuran al chofer de forma burlona.
Uno de los principales escenarios de Montevideo recibe a última hora a La Trasnochada con una platea colmada de espectadores. La murga decide emplear una fórmula larga de 38 minutos de espectáculo. Alejandro Camino presenta al último conjunto de la noche y la murga del Mago Flores es recibida entre aplausos y gritos que suben desde la platea.
El saludo, con sus días de primavera y sus martes cualquiera con papelitos y serpentinas, seguido de un vals que narra las anécdotas de un mago fantasioso con toques dolinescos cargados de la nostalgia que caracteriza a La Trasnochada y un salpicón repleto de crítica y sátira, que no se desliga del hilo conductor de su historia, hacen que los primeros minutos de su espectáculo sean bien recibidos en los tablados.
El parlamento de las supersticiones, cantado por Maxi Orta, que culmina con un homenaje a Ledys Panchito Araújo, acompañado de una puesta en escena que juega con dos carteles que anuncian el ensayo de una murga por lo que los componentes pasan y se esconden, se lleva los aplausos de todo el público y genera el clima ideal para que el conjunto se despida.
Martín Souza da el tono y la murga canta su retirada. El director baila frente a los micrófonos y con la musicalidad de Giros, de Fito Páez, y un coro que sopla y despeina las cabelleras de los plateístas. Su despedida pone a la gente de pie y el clímax estalla cuando Diego Techera, en su rol de sobreprimo, canta su solo y le dice a su murga que es el lugar donde tiembla el corazón.
La Trasnochada se baja del Velódromo y se desparrama entre el público. Los niños acompañan su camino, algunos componentes les prestan sus gorros y la gente se arrima al ritmo de la batería hasta que la murga dice adiós.
El ómnibus retorna a Rivera y Buxareo. La murga baja y guarda la magia en un cajón para usarla mañana de nuevo.