Los liceos departamentales fueron creados en 1912, durante la segunda presidencia de José Batlle y Ordóñez. Pero los planes para su formación venían de años anteriores, produciéndose varias discusiones sobre sus funciones, tanto de parte de la clase política como de la sociedad civil.
En 1906 existían seis instituciones privadas de educación media en todo el interior, ubicadas en Colonia, Mercedes, Durazno, Paysandú y Salto, recibiendo una población estudiantil de 881 alumnos. Ese año, durante la primera presidencia de Batlle, se sancionó la ley Nº 3.015 que autorizaba al Poder Ejecutivo para convertir varias deudas públicas del 6% al 5% de interés. El presidente sugirió que los sobrantes del empréstito de conversión podían utilizarse para fomentar la enseñanza secundaria en la campaña.
La cuestión que se generó entonces fue si estos centros educativos debían ser un propedéutico universitario o tener un carácter conclusivo, ofreciendo una educación “para la vida” y el mundo laboral. Esta disyuntiva fue expuesta por el doctor Eduardo Acevedo, rector de la Universidad de la República, el cual señaló, asimismo, que el “problema de la enseñanza media no está resuelto, no se ha planteado siquiera en el país”.
Por decreto del 22 de noviembre del mismo año se procedió a la creación de “escuelas de estudios secundarios que se denominarán liceos”, estableciéndose uno en Rivera y otros nueve en las ciudades más pobladas del país. El objetivo de estos centros sería impartir “una enseñanza general que prepare para el cumplimiento de los deberes de la vida”. Los estudios serían de cuatro años y el certificado habilitante serviría para el ingreso a algunas facultades.
Estos liceos, como puede verse, no se pensaron como un propedéutico universitario. Y esto fue así porque gran parte de la sociedad y los grupos políticos venían denunciando los males del “bachillerismo” y el “doctorismo”. Para el interior era necesaria una educación más práctica.
En ese momento las “fuerzas vivas” de la campaña, secundadas por jefes políticos, autoridades municipales, diputados y senadores, se movilizaron para obtener en sus departamentos algunos de estos liceos. El 15 de diciembre, por ejemplo, una delegación coloniense conformada por el jefe político Andrés A. Vera, el administrador de rentas Felipe Suárez (quien sería el primer intendente en 1909), el funcionario municipal Eduardo Moreno, el senador departamental Benito Cuñarro y los diputados Carlos Albín, Lauro Olivera, Juan Paullier y Félix Olivera, se reunieron con Batlle y Ordóñez en su quinta de Piedras Blancas, con el fin de solicitarle uno de estos liceos para el Departamento.
Estos planes quedarían en suspenso y recién se concretarían en 1912, cuando el Poder Ejecutivo promulgara, el 5 de enero, la “Ley de creación de Liceos departamentales”, firmada por el presidente Batlle y el ministro de instrucción pública doctor Juan Blengio Rocca. Este último era admirador de las ideas pedagógicas del filósofo francés Jean-Marie Guyau, apostando por el carácter social y práctico de la educación. Acerca de la misión de estos centros educativos, comentó un periódico de Tacuarembó: “Los liceos vendrán a ser los jardines académicos de los departamentos; competentemente dirigidos, con un excelente personal enseñante, reportarán ingentes resultados a los padres de familias y a la juventud” (“El Pueblo”, Santa Isabel, 24 marzo, 1912). Iguales expectativas sobre el rol benéfico de estos “jardines académicos” había en el departamento de Colonia.
Fundación y primeros años
Como primer director del liceo departamental de Colonia, se nombró al bachiller Emilio Zum Felde (1877-1951), hermano del famoso escritor y crítico Alberto Zum Felde, fue luego profesor de filosofía y publicó en 1940 unos “Ensayos sobre Enseñanza Secundaria”. La familia era oriunda de Colonia del Sacramento, habiendo nacido allí su padre en 1854. Por eso desde la prensa se celebra su nombramiento, destacando La Colonia: “El bachiller Zum Felde es hijo de Colonia, a la que no había visitado desde los primeros años de su infancia, y tiene acreditada en nuestra Facultad nacional una foja de concepto que hace honor a su inteligencia y contracción estudiosa”.
El primer local liceal, propiedad de Alcira Oroná de Rivero, se ubicó en la calle Rivadavia, entre Alberto Méndez y Rivera, espacio que hoy ocupa la Inspección departamental de educación primaria. Las clases comenzaron el 3 de marzo de 1912, asistiendo 43 estudiantes de los 46 inscriptos. Los mismos, en su mayor parte, pertenecían a la clase media y media alta local, figurando apellidos como Bassahum, Arroyo, Méndez, Porras, Limmongi, Colombo, Assandri, Durquet, Reyes, Cutinella, Mangarelli, Moreno, Caballero, Benedetti, Mancino, Gatti y Carballo. Estos jóvenes pagaron dos pesos oro, cifra nada barata, para poder dar el examen de ingreso. Este requisito se mantuvo hasta 1929, año en que la educación secundaria pública pasó a ser del todo gratuita.
Impartían clases, además del director Zum Felde, los docentes Antonio Mangarelli, Augusto Teisseire, Waldo de Dovitis y Washington Barbot. El primero estuvo a cargo de las asignaturas matemática, comercio, geografía, física, higiene y ejercicios físicos e historia americana y nacional; mientras que Teisseire, que luego sería director, dio los cursos de cosmografía, historia natural, geografía descriptiva y dibujo. Barbot, por su parte, para 1920, ejerció como profesor de historia universal y de moral e instrucción cívica. En 1917 se incorporó Alberto Supicci, teniendo a su cargo las clases de gimnasia. La norma, según se constata, era la del profesor multicursos. El director Zum Felde, además, al comenzar la década de 1920 salió por las ciudades del departamento a brindar una serie de charlas. Esta tarea de extensión educativa hacia la comunidad fue pensada como una de las funciones fundamentales de los liceos departamentales, para así difundir una cultura académica entre los círculos no liceales de las poblaciones del interior.
Desde su fundación se organizó la biblioteca del liceo, recibiendo libros por parte de la Intendencia, que pertenecían a antiguas bibliotecas populares de la ciudad. A partir de 1914 su acervo bibliográfico se incrementa, consiguiéndose ejemplares de la “Historia de la Literatura Española” del hispanista británico James Fitzmaurice-Kelly. Al año siguiente la librería montevideana Barreiro y Ramos remite 15 ejemplares de la “Historia Americana” de Estévenes, 15 de la “Geografía de Europa”, por Luis C. Bollo, 7 ejemplares de “Elementos de Mineralogía y Geología” por Augusto Rouquette, además de varias obras de química e historia.
En 1920 el liceo se muda al edificio de la sucesión Cóccolo, actual Casa de la Cultura, en la calle Rivera, esquina Coronel Arroyo. Ese año y hasta 1922, ejerce como director el doctor Oscar Griot (1879-1951), asumiendo luego este cargo, en 1925, el mencionado Teisseire, quien realizaría importantes estudios geológicos y paleontológicos en las costas y barrancas de Colonia.
Los estudiantes
Los alumnos inscriptos en 1912 fueron 46. Su número se cuadruplicó en 1937, llegando a los 409. En 1962 los estudiantes inscriptos serían 635. Este crecimiento en las inscripciones se relaciona, sin duda, con la expansión demográfica y urbana que tuvo la ciudad, debido a la instalación de la fábrica textil Sudamtex en 1945.
Desde la década de 1930 los estudiantes comenzaron a movilizarse y, en cierta medida, a politizarse. No solo se formaría un Centro Estudiantil, el cual participó en congresos a nivel nacional, sino que se editarían diversos periódicos. En 1936 apareció la publicación Acción estudiantil, dirigida por el joven Manuel Virgilio Guinovart. Esta hoja se declaró antifascista, hecho que le mereció la crítica de algunos estudiantes, que llegarían a tacharla de comunista. Si bien el director desmintió esta afirmación, a su vez señaló con dureza en el último ejemplar del periódico (que tan solo llegó a los tres números y luego fue clausurado): “mi periódico es antifascista. Y eso no les gustaba a la mayoría de los estudiantes de Colonia. Ellos quieren deportes, carreras, vida social, tangos, etc.”.
Pese a este escenario apático, en 1938 salió el periódico quincenal “Excelsior”, cuyo director responsable fue Guillermo F. Stoll. El mismo se presentó como “órgano oficial del Centro Estudiantil”, incluyendo entre su material notas deportivas, de la organización liceal, textos literarios de los alumnos y de autores clásicos, acontecimientos internacionales y comentarios de humor, donde mediante nombres de películas se satirizaba a profesores del momento. En la década de 1950, finalmente, salió la publicación estudiantil El Faro.
Cabe destacar que profesores como Carlos Wettstein y Bautista Rebuffo llevaron a cabo numerosas tareas extracurriculares con los alumnos, tanto dentro como fuera del aula, tareas que estarían destinadas a despertar vocaciones. El después reconocido arquitecto Miguel A. Odriozola Odriozola en 1937, a pedido de Wettstein y con otros compañeros (Massobrio, Assandri y Badell), realizaron una maqueta de la ciudad vieja, la cual hoy se exhibe en el espacio municipal B. Rebuffo del Museo de Colonia.
La matrícula estudiantil, en años posteriores, tendió a aumentar, pasando de 700 alumnos en 1967 a unos 1.500 en la primera década del siglo XXI.
El director Juan L. Perrou
El profesor Juan Luis Perrou (1902-1968) asumió la dirección liceal en 1950, permaneciendo en la misma por doce años. Su etapa significó un parteaguas en la vida liceal, dado que a su gestión se deben importantes logros, como la creación del hogar estudiantil y la asociación de amigos del liceo en 1956, y la creación del liceo nocturno en forma experimental en 1962. Asimismo mejoró la biblioteca para que funcionara como biblioteca popular para toda la ciudad.
Será durante su período que comiencen las gestiones para el nuevo edificio liceal. En 1961, en un acto público, se coloca la piedra fundamental, quedando terminado y siendo inaugurado en 1964. Es el edificio actual del liceo.
En 1986, luego de dos intentos fallidos, se propone ponerle su nombre al liceo, siendo la iniciativa aprobada.
Durante la dictadura
Luego del golpe de Estado en 1973 varios docentes fueron destituidos. En el parte diario se los reportaba como “enfermos” y luego ya no aparecían. El régimen dictatorial cambió por completo las normas de convivencia educativa. Resoluciones como la siguiente, estuvieron a la orden del día: “A partir de 1974, los alumnos llevarán uniforme y no podrán tener pelo largo. Los profesores deberán usar corbata y en las Direcciones de los liceos será obligatoria la presencia de los símbolos patrios”. Mediante circulares fueron reglamentados y regulados los más mínimos ámbitos del espacio liceal. En 1975, por ejemplo, para evitar el proselitismo se advertía al cantinero y su personal que no se permitiera en las cantinas discusiones de tipo política o religiosa.
Fue exacerbado, asimismo, el sentimiento patriótico de los alumnos. En diciembre de 1976 la CONAE dispuso que “se considera necesario para la formación de nuestra juventud el conmemorar las fechas en que nuestros héroes realizaron sus acciones más importantes, pues un evidente confusionismo hizo olvidar esos hechos, con un claro propósito antipatriótico”. Con la salida a la democracia estas prácticas tendieron a ser dejadas de lado.
Las festejos
A lo largo de estos 110 años se han efectuado varios festejos conmemorando el aniversario de la institución. En octubre de 1961 se comenzó a organizar la celebración del cincuentenario, reuniendo a los profesores, la Comisión de Biblioteca, Comisión de padres y Amigos del liceo, alumnos y ex alumnos y el director Perrou. Es oportuno señalar que este último, durante su gestión, apuntó a la conformación de equipos como forma de horizontalizar y democratizar la tarea educativa. En abril de 1962 se realizaron los festejos, expresando en la ocasión el ex alumno Ledo Arroyo Torres, político departamental: “Que los viejos maestros admiren, al tropel que los va a superar”.
En 1987, para el 75º aniversario, se efectuó una nueva celebración, convocando a autoridades, profesores y ex alumnos (la participación de los alumnos, tal vez por pervivencias del período anterior, fue escasa). El evento coincidió con la nominación del centro educativo como Juan L. Perrou.
Para los noventa años, en 2002, se propuso una nutrida agenda de actividades, presentándose un libro sobre la historia del centro educativo.
En 2012, para los cien años, se pintó un mural interior y se realizaron variadas actividades. La comunidad, en todos los casos, se mostró activa partícipe de las conmemoraciones, evidenciando la ligazón y el cariño que existe entre la institución educativa y la sociedad coloniense.
Los libros
A lo largo de los años tres libros fueron escritos en torno al liceo departamental. El primero, del profesor Omar Moreira, fue “Un hombre hijo de sus obras: Juan Luis Perrou” (1993), que si bien es una biografía del docente, dedica numerosas páginas a su pasaje por Colonia.
Para el año 2002 el periodista Luis A. Carro y el profesor Sebastián Rivero, con el apoyo del investigador local Heroídes Artigas Mariño editaron el texto “Liceo departamental de Colonia. 1912-2002. La construcción de la identidad”, reseñando la trayectoria del liceo, empleando sobre todo material de los archivos liceales y de la prensa local. El libro se presentó en la celebración del noventa aniversario.
En 2008, finalmente, la profesora de filosofía Zoraya Orsi Meny publicó “Liceo departamental de Colonia. Historia y proyección”, utilizando además de las fuentes anteriores, varios testimonios orales de profesores y ex alumnos. El libro, por su amplitud y grado de análisis, se presenta como la obra más seria y completa producida hasta el momento, punto de consulta ineludible para todos los interesados en la historia del liceo departamental.
En sus 110 años, según queda explicitado en este breve recorrido, el liceo departamental ambientó iniciativas culturales de todo tipo, siendo un semillero de proyectos y vocaciones que han marcado, sin duda, a la sociedad coloniense y departamental.