A fines del siglo XIX, en Colonia del Sacramento, las experiencias artísticas eran escasas, entre las que se destacaban las ocasionales manifestaciones de aficionados, retratistas o fotógrafos-pintores. En la década de 1940, en el ámbito de la enseñanza media, se pueden ver ejemplos de arte abstracto y del emergente movimiento vanguardista Madí de la mano de María Freire y Rhod Rothfuss, artistas de posterior repercusión nacional e internacional. Después nada…
Pero en diciembre de 1977, en el salón de fiestas del Centro Unión Cosmopolita, unos jóvenes entusiastas -Gustavo Fripp Cal, Carlos Duarte, Eduardo Ramallo y Jorge Álvarez- realizaron una muestra de sus pinturas. De esa “revuelta pictórica”, haciendo foco en el primero, es que trata este libro.
Fripp Rojas, con una prosa amena cercana a la crónica, desde un texto inicial, reconstruye la vida de su padre y el ambiente bohemio de la Colonia de las décadas de los 70 y 80. Barrio Sur, la Sala de los Suspiros, la Casona y El Musguito son referencias que aparecen a lo largo de estas páginas, y son un telón de fondo para las penurias que sufren muchos artistas del interior, apremiados por obtener materiales, hacer muestras, vender obras y sobrevivir.
Fripp Cal, motivo de este entrañable homenaje, nació en 1955 y falleció joven, en 2008, ya que, tras “la pasión, vino la locura y la muerte”. A partir de allí, comenzó la dispersión y olvido de su obra, dado que el artista no tuvo “la ‘fortuna’ (o la ventaja, si se quiere) de ser vecino de Buenos Aires ni de haber nacido en Montevideo”.
Fripp Rojas efectuó una encomiable labor de recolección de la obra de su padre, que puede verse en la segunda parte del libro, donde se incluyen producciones en diferentes técnicas –óleo, acrílico, acuarela y serigrafía– desde los años 70 a los primeros años 2000.
Esta es una buena ocasión para apreciar de manera conjunta la obra del pintor, que pudo contemplarse en exposiciones efectuadas en el Bastión del Carmen y el Consulado Argentino, a fines de la década de los 90 y principios de los 2000.
El artista, en su juventud, leyó El tratado de la pintura de Leonardo da Vinci, y mantuvo a lo largo de su vida un gusto permanente por el arte renacentista italiano. En 1980, a propósito de esto, fue en “misión de estudio” a Italia junto con el artista plástico argentino Santiago Cogorno, quien tenía una finca en Colonia. Asimismo, prestó atención a la lección de Torres García en cuanto a comprender a la obra como construcción.
Fripp Cal puede caracterizarse como un realizador erudito, ya que recrea y dialoga con los estilos de diversos artistas que pueden ir desde el Renacimiento, Rembrandt, Picasso, Matisse, Cézanne, Chagall y Léger, por citar algunos. Muchas de estas obras pueden entenderse como arduos ejercicios o verdaderos tour de force en referencia a la tradición occidental. Su gusto por el autorretrato lo inserta de manera clara en esta tradición, que, desde Rembrandt, opera como un estudio psicológico y como una manera de celebración del propio artista. La conciencia de la valía personal, como un guiño cómplice al espectador y una forma de dar unidad a la obra, es lo que trasciende del autorretrato.
En este libro puede apreciarse la profunda unidad estilística en la obra de Fripp Cal, hecha a partir de estos comentarios al margen de la tradición y de un talento y perfección técnica que no temía ocultar. No puede más que festejarse este merecido rescate.
Gustavo Fripp Rojas, Fripp Cal. Colonia te pide que la pintes 1955-2008, Montevideo, Telar Ediciones, 2025, 115 páginas.