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Cartas náuticas, último libro de Luis Carro: el poeta como navegante

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El destacado poeta coloniense publicó un nuevo trabajo con el sello Hurí Arte y Edición.

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La tradición literaria, desde la Odisea, ha incorporado el viaje y lo náutico como uno de sus temas principales. En el caso de la literatura española, ya desde el Romancero puede verse este interés (navegante que navega/ la nave vuelve hacia allá), el cual se acrecienta, a partir del siglo XVI, con los relatos de viajes y las Crónicas de Indias.

En la poesía contemporánea se despliega una gran variedad de manifestaciones que tienen por eje el viaje, el mar y lo marinero, yendo desde Rafael Alberti a Enrique Molina, por sólo citar dos ejemplos entre cientos de obras y autores. El viaje y lo marino tanto es objeto de una encarnación “real” como de otra simbólica y filosófica (la asociación entre el tiempo y el fluir de las aguas en Manrique), apareciendo en esta doble faz en numerosos textos, pudiéndose afirmar, no sin cierta exageración, que el mar siempre remite al viaje y al tiempo.

Asimismo, y sin ánimo de seguir multiplicando las reflexiones, el mar es símbolo de lo otro y de la fuga (no existe mejor ejemplo que la Brisa marina de Mallarmé). La creación poética, finalmente, adquiere las resonancias del mar y del viaje, siendo tratada de este modo en el libro del poeta coloniense.

Luis Carro ya se había asomado a la idea del viaje en Diario del sitio de Ur (2018), aunque de una manera épica y erudita. Aquí adopta un tono íntimo, próximo a la poesía popular, a ese universo expresivo de la copla y el romance, el cual tuvo en Uruguay una figura tan calificada como Juan Cunha. Casi todos los textos tienen asonancias y métricas menores propias de la tradición popular, figurando décimas y romancillos.

Los poemas adoptan un tono dialógico, el cual tanto puede remitir a un juego de voces como al monólogo interior. Eso les otorga un carácter provisional: esta poesía se forma en la duda, en los recorridos de un peregrinar azaroso. En el poema inicial, “Confesión de la marea”, se manifiesta: “Pensé andar otra senda,/ pero me arrepentí”. A partir de allí el libro se desarrolla como una bitácora, en la cual el yo lírico va recorriendo un paisaje mínimo y desolado, dando la pauta de que este es un viaje interior, si bien en leves trazos puede reconocerse un entorno rioplatense: “Por las ventanas del aire/ se divisa una ciudad,/ su río –lengua morada-/ que duerme y se sueña mar”.

Gran parte de los textos tienen un tono metaliterario, donde el mar aparece como sinónimo de la poesía y el acto de navegar como la construcción del poema. “¿Se puede discutir/ con el mar? Triunfa el ‘Sí’. (Dudosa/ Mayoría)./ Comprueban fraude literario/ y se anula el poema”. Este ser y no ser, a la vez lúdico y existencial, marca la dinámica del poema, donde el viaje alude a lo inestable y lo inestable a lo errático del viaje. Si bien el libro se ofrece como una bitácora, todos los registros apuntan a la falta de un rumbo definido. Esta cualidad es vivida por el yo lírico no como una carencia, sino como parte del juego que comportan los encuentros y desencuentros que trae el mar, que trae el poema.

Este ir y venir se encarna en el personaje del Aprendiz –álter ego del poeta–, que en un romancillo donde es presentado reflexiona: “¿Entonces qué?/ Prueba buscar/ bajo tu piel./ Si encuentras luz,/ te inicias bien”. El Aprendiz, que representa el cambio, vive en lo cambiante: “El Aprendiz se divierte/ desde que llegó al lugar./ A las calles cambia el nombre,/ sin guardia civil detrás”. Al tono más solemne y existencial de algunos poemas le responden estos otros, con aires populares, donde el Aprendiz hace de la incertidumbre virtud, esa virtud que va creciendo desde dentro del cuerpo como una luz. Esa lengua popular, esa que se despliega y brilla a pleno día, será la más idónea para navegar los mares de la palabra. Estas voces, de todos y de nadie, pautan el carácter cíclico del libro, donde el poema final es la invitación para nuevos poemas: “Empaca tu catalejo,/ e imagina, antes que viejo,/ Norte a tus próximas vidas”.

Cartas náuticas es un lúdico mapeo de lo incierto y lo provisorio. Porque así es el mar, la vida y, sobre todo, la poesía. Porque, como bien se sabe, navigare necesse est, vivere non est necesse.

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