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Luis Bergatta en el Museo de las Migraciones.

Foto: Mara Quintero

“Parece que Montevideo está arriba de Europa y no de América”, reflexiona el arqueólogo Luis Bergatta

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El director del Museo de las Migraciones habla de la construcción colectiva de la identidad de un territorio, y adelanta los planes de la institución para convertirse en un centro de referencia de estudios museísticos.

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La esquina de Bartolomé Mitre y Piedras, en Ciudad Vieja, conserva la apariencia exterior de uno de sus antiguos destinos, el de una empresa metalúrgica que supo llamarse Sala, Iriarte, Bofill Sociedad Anónima y prosperó durante los años 30 del siglo XX. “Donde ahora encontrás las salas de exposición estaban las oficinas, el centro de interpretación arqueológica era la parte de las fundiciones y aquí era el sector de armado”, explica Luis Bergatta –arqueólogo y director de la institución en la que funcionan, conjuntamente, el Museo de las Migraciones (MuMi) y el Complejo Cultural Muralla Abierta– con sus zapatos sobre las piedras de la plaza techada del predio, que es, además, un área arqueológica con 60 metros de muralla que constituyen los restos más importantes de la fortificación del Montevideo colonial.

El complejo, dependiente de la Intendencia de Montevideo (IM) y cogestionado por la Universidad de la República (Udelar), tiene un pequeño equipo de trabajo que, según su director, funciona de forma cooperativa, y un sinfín de proyectos activos, o a la espera de su inminente concreción.

Actualmente cuenta con tres exposiciones para visitar. En fotografías y videos, siete mujeres migrantes dominicanas cuentan “cómo salieron de su tierra y echaron raíces en Uruguay”; en otro sector sorprende la paleta de colores vivos que eligió el artista dominicano Rafael Tobías Rijo para los cuadros de la muestra Cartografía melancólica de Montevideo. Escaleras abajo es posible descubrir Zorrianda, un país en el que conviven desiertos, montañas con nieve y dinosaurios y que existe en el marco de la muestra Países inventados, creado por alumnos de la escuela 8 República de Haití. “Esto lo hicimos en coordinación con el Municipio B. La idea de este tipo de muestras es facilitar la curaduría social, brindar el espacio y no intervenir de otra forma”, cuenta Bergatta.

En el predio, además, funcionan una olla popular y el programa Flechas de Vida, dirigido “a mejorar la calidad de vida de personas mastectomizadas con linfedema, a través de la práctica deportiva del tiro con arco”.

“El 16 de mayo inauguramos Montevideo Muntu”, anuncia el jerarca; “es una muestra para visibilizar la movilidad forzada de los colectivos afrouruguayos y que también habla de las nuevas migraciones afrolatinocaribeñas”. Envuelta en varias capas de nylon, una escultura de más de un metro de altura, creada por el artista plástico uruguayo Federico Gauthier, representa a Sankofa, un pájaro de la mitología africana que expresa una vuelta a las raíces como la mejor forma de entender el presente y el futuro.

A primer golpe de vista, la cantidad de símbolos y protagonistas del lugar puede resultar abrumadora. Hoy conviven la historia de su territorio y sus muchas capas, y la impronta de su dirección, enfocada en la participación social y en una legitimación de la historia actualizada. Bergatta no es diplomático. Sin desconocer la gran ola migratoria europea de finales del siglo XIX y comienzos del XX –que hoy permanece retratada en un gran mural del predio– su asunto es el resto del rompecabezas, las partes más pequeñas, invisibilizadas por los relatos más difundidos, lo que pasó antes y lo que pasa ahora mismo en la ciudad.

Este año planea la instalación de dos nuevos murales en la fachada “para incorporar otras movilidades distintas”: “Lo importante es poder visibilizar todas las identidades para contribuir a que nuestra identidad colectiva se construya desde la pluralidad, y no favorecer la invisibilidad de las que no han tenido lugar en la historia”, subraya. “Lo que tenés acá es un gran símbolo que dice muchísimo. La muralla es una antigua frontera colonial, pero ahora también es un espacio de diálogo e intercambio cultural que da cuenta de la especie, del movimiento de la vida y de nuestra formación como sociedad actual”, asegura.

“Montevideo, de quien lo vive y de quien lo sueña”, será un eslogan para las actividades del MuMi-Muralla Abierta durante este 2024. En los 300 años de la ciudad, se prepara para iniciar una nueva etapa como proyecto sociomuseístico, que integran el Museo de las Migraciones, un laboratorio de arqueología, un centro de estudios interdisciplinarios y un laboratorio de expografía y museografía.

¿Qué sabés de la mano de obra que construyó la muralla del Montevideo colonial en el siglo XVIII?

Era mayormente indígena, población esclava de personas africanas, y en parte también participó un grupo de indígenas misioneros que además de combatir a los portugueses en Colonia del Sacramento, también se los utilizó para la obra de la fortificación de la ciudad.

Por sus características, incluso desde el punto de vista institucional, se podría decir que este museo es diferente a todos los demás. ¿Cómo lo explicarías?

Primero me gusta destacar la cogestión del complejo entre la IM y la Udelar, eso ya lo hace distinto en muchos sentidos. En lo formal, lo siguiente es que aquí funciona un museo y un proyecto como el Muralla Abierta que tiene muchas ramificaciones. Después, conceptualmente, partimos de la base de que es un lugar que pretende aumentar la participación de toda la ciudadanía, en una concepción de museo social que todavía es muy difícil de apreciar para los uruguayos. La idea de museo es muy chiclosa. Como fenómeno social, lo más interesante está pasando en Latinoamérica, en países como Brasil y México.

¿Qué ejemplos podrías destacar?

En Brasil, por ejemplo, se ha vuelto común que la sociedad civil se organice, utilizando el concepto de museo, y así existe un museo de las favelas, de pueblos originarios, o de una fábrica.

En el otro extremo tenés a un particular con privilegios que crea un monumento histórico o una producción artística para legitimar su identidad y a un determinado sector de la sociedad.

En nuestro caso, como no somos un museo comunitario, tomamos la idea de la ampliación de la participación social, pero no solamente contemplando la accesibilidad de un lugar, sino también desde la construcción de ciudadanía. Para eso contás con un instrumento que es el propio museo, pero también tenés otros que tienen que ver con la museología o con herramientas curatoriales para que otro pueda contar su historia.

Hasta el día de hoy, la gran ola migratoria europea de principios del siglo XX tiene un lugar muy importante en nuestra cultura. ¿Vos tenés otra mirada?

Depende dónde pongas el punto de partida. Para nosotros, desde esta visión de la antropología moderna y la museología social hay un gran cambio de perspectiva. Para mí las migraciones son a partir del poblamiento del territorio, y entonces estamos hablando de los pueblos originarios.

Lo importante es el territorio, que es donde se desarrollan las identidades. Si pensamos en la construcción del Estado nación, claro que las grandes migraciones son euroatlánticas, pero no son las únicas. También hubo una migración de países limítrofes que aún permanece invisibilizada; hablo de contribuciones de países como Brasil y Argentina, eso no está cuantificado. No hace mucho que se empezó a abordar esos movimientos migratorios.

Muchos de estos procesos quedan invisibilizados por la manera de contar la historia.

Y también hay que tener presente desde dónde se cuenta la historia. Si tomás como punto de inicio de la ciudad (1724) la fecha en la que ahora se cumplirían los 300 años, tenés migraciones de colonos europeos, pero también movilidad forzada de grupos y personas africanas e indígenas.

Ahora, el 11 de abril, se cumple fecha del Genocido del Pueblo Charrúa en Salsipuedes (1831). Después de eso, muchas poblaciones indígenas se dirigieron forzadamente a Montevideo. Por eso, sin negar la importancia de la migración europea, para entender cómo se conforma el tejido social y las características de nuestra cultura, es necesaria una mirada más abierta.

Es un fenómeno que amerita volver a escribir la historia más o menos oficial.

Sí, muchos estudios de colegas han contribuido muchísimo a romper esa idea de Uruguay trasplantado. Es claro que existe una construcción que dice: “Somos europeos”. A tal punto llega el asunto que muchas veces parece que Montevideo está arriba de Europa y no de América.

Mediante estudios del ADN se ha comprobado que en nuestros genes tenemos mucha mezcla. Es cierto que hay un componente europeo, pero no es el único.

¿Das por válido el festejo de los 300 años?

Es una fecha importante porque nos permite reflexionar como sociedad y escuchar muchas voces distintas. No se puede negar que hubo grupos que quedaron fuera de la historia, y eso no va en detrimento de la gran contribución de las comunidades gallegas o italianas, pero tiene que haber una reivindicación histórica para no volver a cometer los mismos errores de acá para adelante. En todo caso esta conmemoración también es una oportunidad para darnos cuenta de que la historia de este territorio es mucho más amplia y no la conocemos en su totalidad.

Vos también te definís como migrante.

Sí, nací en Punta Espinillo, la frontera era el viaducto del Paso Molino, a partir de ahí arrancaba el centro. Con eso lo que quiero decir es que por más que estés a 17 kilómetros, también hay lógicas urbanas y rurales que a veces no las vemos. Mucho de nuestra Montevideo tiene que ver con una migración interna. Por otro lado, en la crisis del 2002 me fui a Barcelona, trabajé para una multinacional instalando líneas telefónicas y desde que volví a Uruguay me mudé varias veces, por lo que me siento un nómade en la ciudad.

El MuMI-Muralla Abierta comienza una etapa de importantes iniciativas este año. ¿Qué se puede saber?

La IM, con la participación de la Udelar, está impulsando un proyecto para generar un Centro de Interpretación Arqueológica de Ciudad Vieja que va a funcionar acá. La idea es restaurar toda la otra parte del museo, a partir del próximo mes, donde actualmente funcionan nuestros talleres.

Este proyecto va a integrar: una excavación arqueológica para develar la cara interna de la escarpa de la muralla, que es la que mira hacia los pobladores de la ciudad, y un proyecto museográfico para que cualquiera pueda entender y apreciar cómo era el sistema de fortificaciones de la Ciudad Vieja; hoy tenés diferentes componentes desconectados, y la mayoría no sabe cómo se vinculan la Puerta de la Ciudadela, la reconstrucción del Cubo Norte, la Puerta de San Pablo, o la Muralla Abierta. Eso lo vamos a hacer con la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. A través del mismo convenio ya se instaló el Laboratorio de Investigación Arqueológica Ciudad Vieja y el Centro de Estudios Interdisciplinarios Migratorios.

Además, estamos trabajando con el Departamento de Tecnología para la Comunicación Visual de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo en un laboratorio de museografía y expografía y con su Centro de Patrimonio coordinamos acciones para estudios de patrimonio y patología de la construcción. Por otra parte, la Facultad de Información y Comunicación es un actor fundamental para definir la colección del museo, la conservación de los materiales y la accesibilidad.

Lo que buscamos es generar un entorno propicio para desarrollar disciplinas museísticas y que el lugar se convierta en un centro de referencia en el país, que facilite la participación, que sea un atractivo turístico de la ciudad y que pueda brindar a cualquier visitante o curioso, las claves de cómo funcionaba el Montevideo Colonial.

Parece un proyecto muy ambicioso.

Yo estoy muy por dentro y a veces no me doy cuenta. Todo esto está unido en una misma visión sociomuseológica, la de entender el museo como un agente activo de la sociedad que no solamente posibilite el acceso a determinadas expresiones culturales. El desafío es hacer con el otro para seguir construyendo.

Yo todavía tengo muy presente la idea de un museo como un lugar que contiene y resguarda algo valioso y no mucho más. Por todo lo que contás, parece una idea pasada de moda.

Ese sigue siendo un componente principal para legitimar al espacio del museo. Todo el mundo tiene esa idea incorporada, se entiende que es un espacio relevante e importante en el funcionamiento de una sociedad. La siguiente pregunta sería: ¿qué espacios son los que legitimamos y de qué manera lo hacemos? ¿Somos testificadores de una historia oficial, o reflexionamos? ¿Participamos de ese proceso únicamente a un grupo o a todos los integrantes de la sociedad?

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