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Smart 10: como un juego Trivial recargado

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Preguntas nuevas, ediciones temáticas y el disfrute de saber la respuesta.

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Durante mi adolescencia, el Trivial Pursuit edición Genus II era, para mí, un objeto sagrado. Tenía esa tapa azul gastada, las tarjetas separadas por categorías y los quesitos de colores que encajaban perfectamente en el círculo central del tablero. Yo tenía 14 años. Me faltaba saber mucho de la vida, pero ya podía recitar los premios Nobel de Literatura de los últimos 20 años o decir en qué año se firmó el Tratado de Versalles. La sagrada caja azul era un reto sistemático y casi obsesivo en mi grupo de amigas. Jugamos mucho y jugábamos muy bien; ganar o perder era de vida o muerte.

Durante años el Trivial fue mi plataforma de gloria en mi pequeño microcosmos. En los campamentos, en las reuniones familiares, en los recreos del liceo: cuando aparecía el tablero, yo me transformaba, jugaba siempre con el naranja y, la verdad, era difícil ganarme.

Pero llegó un momento en que las preguntas dejaron de ser un desafío. Me las sabía. Las respuestas estaban archivadas en mi cabeza como canciones de los 80. Como excusa, cuando se me acusaba de saberlas de memoria, siempre respondía: “No importa de dónde se saben las cosas, lo importante es que se saben”. Pero lo cierto era que el juego, que me había hecho sentir inteligente e imbatible, había empezado a aburrirme. Porque no hay nada más triste que ganar sin esfuerzo. Dejé de jugar. El Trivial pasó a lo más alto de la ludoteca como un emblema de otro tiempo, junto con algunos otros juegos que atesoro, pero que ya no salen a mesa.

Los juegos de preguntas y respuestas no son habituales entre los juegos de mesa modernos; es una dinámica que no se ha enriquecido demasiado, pero un día, en un canal de recomendación de juegos, alguien presentó uno que volvió a encender mi deseo: Smart 10. Un pequeño cubo naranja con botones y agujeros prometía una actualización y dinamización del antiguo Trivial y fui a por él. Esperé mucho para conseguirlo; hoy es más fácil llegar a él y ya tiene expansiones, cajas para renovar las tarjetas de preguntas, edición familiar y ediciones temáticas, por ejemplo, de Harry Potter.

Lo tuve en mis manos y pasó lo que necesitaba: me entusiasmé. No sólo porque no sabía todas las respuestas, sino porque el juego tenía algo que el Trivial nunca tuvo: dinamismo, riesgo y participación constante. En Smart 10, una sola pregunta reúne diez respuestas posibles. Y en cada turno, podés elegir si respondés una, pasás o te arriesgás. Si te equivocás, perdés todo lo que acumulaste en esa ronda. Si acertás, seguís. Pero no hay red. La tensión es deliciosa. El juego premia tanto el conocimiento como la estrategia; vale tanto responder como elegir cuál respondés y cuál dejás para el resto. En Smart 10 no hay tiempos muertos. No hay que esperar media hora a que quien tiene el dado caiga en la categoría que le falta. En Smart 10, jugamos todo el tiempo. Es un juego de trivia reinventado para quienes crecimos con ganas de aprender y competir, pero también de disfrutar y reírnos. Para quienes queremos que la cultura general no sea una exhibición de saberes enciclopédicos, sino una excusa para estar con otras personas y volver a sorprendernos.

El formato es tan compacto que entra en una riñonera. No tiene tablero, ni dados, ni fichitas que se pierdan. Sólo un sistema de tarjetas con tapitas que se levantan, revelando si acertaste o no. Minimalismo al servicio del juego. Ideal para llevar al parque, al club, a una cena, jugar en un ómnibus o donde se desee. Hay algo profundamente satisfactorio en el hecho de que un juego me vuelva a poner en movimiento intelectual. Smart 10 me devuelve esa sensación, pero sin solemnidad. Me invita a errar, a reírme de mis lagunas, a admirar la astucia ajena. Y me recuerda algo importante: que no hay que tener todas las respuestas para disfrutar del juego. A veces, saber cuándo callar o cuándo arriesgarse vale más que estar segura de todo.

Así que sí, el Trivial fue mi primer amor. Pero Smart 10 es mi pareja actual. No porque sea mejor, aunque en muchos aspectos lo es —gana en ritmo, portabilidad, tensión estratégica y accesibilidad; es más atractivo para reuniones informales, viajes o sesiones rápidas donde todo el mundo quiere participar sin largas esperas—, sino porque llegó en el momento justo. Cuando necesitaba una nueva forma de jugar, de pensar y compartir saberes.

¿Volvería al Trivial? Claro. Los primeros amores siempre dejan huella. Si alguien me invita a jugar, no voy a dudar en decir que sí. Pero hoy, cuando tengo ganas de responder preguntas y divertirme de verdad, agarro el cubo naranja y vuelvo a sentirme esa adolescente que sabía de historia, cine y ciencia, pero ahora con un toque de madurez: sabiendo que el conocimiento no es un destino, sino un viaje compartido.

Smart 10 está editado por SD Games y podemos conseguirlo, por ejemplo, en Sparta Board Games, Montevideo Gaming House y Enigma Games, a un precio que ronda los $ 2.990.

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