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Foto: Valentin López López

El miércoles Lisandro Aristimuño presenta “Constelaciones” en el Teatro Solís

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Con nueve discos editados de forma independiente, tres premios Gardel y una nominación a los premios Grammy Latino, Lisandro Aristimuño es considerado uno de los artistas más innovadores del rock argentino reciente. Tras haber llenado el Luna Park de Buenos Aires, vuelve a Montevideo.

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Antes de su regreso al Solís, donde va a presentar su nuevo álbum, Constelaciones, charlamos con Aristimuño sobre cómo reencontrarse con el firmamento le sirvió de inspiración para su trabajo, qué efecto le produjo hacer un cambio de banda, la importancia del diseño de un disco, de qué va su proyecto Música sin fines de lucro y por qué el público que vaya a verlo al Solís se va a encontrar con una especie de película más que sólo con un recital.

¿Cómo surgió el concepto de Constelaciones?

La verdad es que fue el disco menos esperado, porque después de Mundo anfibio [2012] hice un impasse bastante grande. El concepto se basa en las constelaciones, porque una noche estaba en el patio de la casa de mis viejos en el sur [en la provincia de Río Negro], miré para el cielo y pensé que había pasado mucho tiempo sin ver una cantidad tan grande de estrellas sobre mí. Ese fue el disparador artístico para empezar a componer canciones acerca de eso, y de ahí arrancó la idea.

Por primera vez laburé con un coproductor [Ariel Polenta], cosa que nunca había hecho en mis discos anteriores, porque siempre estaba bastante solo en la producción. También cambié la banda y grabé con otros músicos, como Javier Malosetti y Sergio Verdinello, al que muchos conocen porque trabajó en discos de Fito Paéz y de Luis Alberto Spinetta. Me gustaba la idea de cambiar un poco el audio, porque siempre estoy indagando y buscando cosas nuevas. Además, el hecho de ser un músico independiente cuyo trabajo se basa en la autogestión me da esa libertad de poder cambiar de rumbo y mutar para otros lugares donde uno sigue aprendiendo y asombrándose de lo que está haciendo. La idea era buscar alternativas, y eso a mí me provoca un éxtasis alucinante, que es lo que me hace seguir grabando discos y haciendo conciertos.

Cuando dijiste que Constelaciones surgió de una noche en la que volviste a mirar al cielo, me hizo pensar en “Rastro de Percal”, la canción que abre el álbum. “¿Cómo estás sin ver el mar? / Es como respirar sin ser capaz”. ¿En esa canción le hablás directamente al que escucha?

Creo que hay una conexión conceptual bastante grande entre el mar y el cielo, porque los dos son esa cosa gigante, casi inabarcable. En realidad, la idea de arrancar con esa pregunta es una autorreferencia, por el hecho de estar viviendo desde hace mucho tiempo en la ciudad de Buenos Aires. Decir “¿cuánto tiempo estás sin ver el mar?” fue como una especie de terapia, porque hacía mucho que no iba al sur y me emocioné de volver a ver todo eso.

Lamentablemente, en Buenos Aires no podés disfrutar del cielo y las estrellas; tenés que alejarte un poco de lo urbano para eso. En la casa de mis viejos tenía un mar de estrellas en el techo, y el tema que abre el disco habla sobre eso.

Si en Buenos Aires se pierde la posibilidad de apreciar el mar y las estrellas, me imagino que reencontrarse con eso le da mayor valor...

Totalmente, es como volver a ser un niño y jugar al reencuentro: cuando voy al sur siempre vuelvo a ponerme en posición fetal. Hablando del juego, creo que la música también es un juego. Obviamente, implica respeto, dedicación y estudio, pero tiene una parte que es de juego, infancia y niñez que te obliga a dejarte llevar.

Ya que hablás del juego: Constelaciones fue grabado en diez días, un tiempo más largo que en tus otros discos. ¿Qué lugar hubo para la espontaneidad?

En mis anteriores discos, al ser el productor y el director musical llevaba todo armado al estudio, más que nada por una cuestión económica, porque al ser un músico independiente tengo que pagar todo yo. Casi siempre los estudios son bastante caros, la guita no me daba para estar más de cuatro días. Como yo ya había laburado casi un año en las maquetas, el hecho de llegar ahí era simplemente abrir todo lo que había grabado en mi estudio casero y empezar a reemplazar los instrumentos que había hecho con la computadora por instrumentos reales con la ayuda de los Azules Turquesas [su banda soporte hasta la grabación de este álbum].

En este caso pensé que si laburaba con estos dos maestros [Malosetti y Verdinello], que tienen una experiencia increíble y que son unos genios de Latinoamérica, podría darme el gusto de grabar el álbum en vivo y terminar en el estudio algunos temas que todavía no había resuelto. Por eso, hay temas que armé mientras que los músicos estaban probando sonidos; yo me iba con un cuaderno al sillón del estudio para terminar de completar los temas. Quería que la influencia fuera ese grupo humano que estaba conmigo en ese momento.

¿Podés nombrar alguna canción que haya surgido bajo esta fórmula?

El bonus track, “Constelación once”, fue una cosa que salió en el estudio. La canción está oculta y salió en el estudio: un día agarré la viola y empecé a tocar; los chicos me escuchaban desde lejos y me dijeron: “¿Qué es eso?” y me invitaron grabarlo en el momento.

El diseño del álbum está presentado como si fuera un libro; las letras están primero y luego viene el CD. ¿Qué importancia le das al diseño visual?

Me gustan los discos, me gusta sacarlos del celofán, como si fuera un libro, un objeto preciado. Siempre le di bola a lo visual de un disco, es importante porque te llama la atención. Por ejemplo, si Revolver [The Beatles, 1966] no tuviera esa tapa, capaz que no llamaba tanto a la gente. La tapa también es una obra de arte. En Mundo anfibio [2012] un pintor hizo un cuadro enorme para la tapa. Imaginate cómo me dedico a eso y me copa la idea. Con Constelaciones le buscamos la vuelta: cada canción tiene un dibujo de una constelación, que es inventada como si fuera un signo del zodiaco. En este caso, cada canción tiene su signo.

La canción “Tu corazón”, en la que tocás todos los instrumentos, está en el centro de todo. ¿Es el espíritu del álbum?

Sí. Incluso puede llegar a sostener el disco en cuanto a lo rítmico. Además, es una canción que quiero mucho. Creo tal vez, en algún momento, no haber tocado el disco con mi banda de siempre comenzó a limitarme, porque, por ejemplo, vos sos un director de cine y tenés los mismos actores siempre. La cara del tipo ya la conocen. Ponele que si al violero lo ponés de malo, en el próximo disco lo querés poner de bueno y la gente no sabe cómo reaccionar. Creo que este disco es más personal, más íntimo, y pensé más en mí como primer actor.

Al disco lo presentaste en el Luna Park con entradas agotadas.

Estuvo formidable. Había mucha expectativa por el hecho de que un músico independiente agote un Luna Park, que es un lugar bastante usado por gente que va por otro camino. Llegar hasta un lugar tan grande y poderoso fue un llamado de atención. Fue como una fiesta de la independencia. Por suerte tengo un público hermoso que sabe que están pagando la entrada para que yo siga adelante, no para hacerme rico. Toda la plata que sale va apostada al arte, porque lo primero en mi vida es la música.

Hablando de la independencia musical, hace un tiempo creaste el servicio Música sin fines de lucro, en la que hacés una selección de canciones de músicos independientes por mes y la compartís en las redes sociales. Ya vas por el volumen 36, ¿cómo surgió el proyecto?

Al girar bastante a cada lugar que iba, había músicos locales que me traían discos. Me volvía a casa con mochilas llenas de discos, así que pensé: “Che, esto no puede quedar acá, en mi oído”. Entonces se me ocurrió hacer esto. Al principio empecé a poner canciones de discos que me daban y después se me ocurrió que la gente me mandara su canción por mail, como algo mucho más abierto.

Realmente es hermoso saber que en cada lugar hay gente haciendo canciones. Además, con la posibilidad que brinda la tecnología, cualquier canción suena bien aunque la grabes desde tu casa. Ya llevo 36 meses con este proyecto y voy a seguir porque me encanta. Me hago unos mates, me siento a escuchar y voy eligiendo. Este mes me llegaron 96 canciones, de las cuales elegí 12.

El Teatro Solís es un lugar más íntimo que el Luna Park. ¿Preparás la lista de canciones dependiendo del lugar en que te presentes?

Yo soy defensor de no hacer shows B, tipo: “Como voy a un pueblito no hago lo mismo que en el Luna Park”. Llegar al Teatro Solís está buenísimo, porque para mí es uno de los teatros más lindos de Latinoamérica. Creo que el diseño del teatro va a ayudar muchísimo a esto, porque toda la puesta de Constelaciones en esta gira está basada básicamente en las luces. Hay veces que ni me veo, es un viaje.

¿Qué puede esperar el público en cuanto a este show?

Es como si fueras a ver una película en vez de un recital. Tiene mucho de vuelo por el título y por lo que significan las constelaciones. No es el típico show rockero en el que vas a ver al cantante y te concentrás en el batero, acá es todo en conjunto, y entrás como en una galaxia. Lo importante es que la música acompañe a esa galaxia y que el público se deje influenciar y flotar con eso. Así que es necesario que haya un poco de relax en el público y que la gente se deje llevar.

Miércoles 1º de noviembre a las 21.00 en el Teatro Solís. Entradas desde $ 850 a $ 1.500.

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