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Mural de Alfalfa, en 25 de Mayo y Colón. foto: Iván Franco

Alfalfa se reinventa e inaugura en el Zorrilla

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“Algunos fueron borrados, a otros los demolieron con las casas. La ciudad es un organismo que cambia muy rápido”, dice Nicolás Sánchez. Habla de sus murales, los que firmaba como Alfalfa y que trasformaron varias paredes descuidadas de Montevideo en espacios para admirar, y por qué no, alegrar la vista. Pero eso fue hace mucho. En todo caso, antes de febrero de este año, cuando tuvo una revelación.

O, más bien, cuando recibió un mandato diferido. El primer llamado llegó hace 22 años, cuando tenía 12. Lo vio en una tira en que Mafalda miraba una película de vaqueros. La forma en que Quino resolvió la representación de la pantalla del televisor, con líneas blancas y negras de distinto grosor, lo marcó. Entonces entendió que quería dibujar así, pero tuvo que pasar bastante tiempo para que pudiera entroncarlo en su obra, “llevar el estilo del grabado, el claroscuro a través de líneas, a un tamaño mayor, darle el impacto del mural”.

El camino gráfico estaba claro, pero faltaba el fondo conceptual que trajera de vuelta la imaginería de la infancia, cuando dibujaba con tinta china y soñaba con criaturas marinas. En 2015, en una de sus giras internacionales, Nicolás charlaba con un amigo de Barcelona que se había tatuado una sirena inversa, o sea: con el torso de pez y las piernas de mujer. Ahí empezaron a divagar: “La bautizamos ‘norena’ cambiando la primera sílaba por su contrario. Eso fue un disparador de algo raro dentro mío. Fantaseé un par de meses con eso. En la medida en que las sirenas gustan de los hombres y los hombres de ellas, me interesó la imposibilidad de una situación sexual directa. En cambio, las norenas sí permiten el apareamiento. Ahí se disparó todo una serie de historias. Vi que eso seres podían tener vínculos entre ellos, que las sirenas, las norenas, los tritones y los triterpes podían formar una familia de sirénidos, de seres que son parte persona y parte pez, algunos de ellos compatibles con humanos y otros con peces, y que se podían formar sirénidos de segunda generación y cosas así. Con todo eso se armó una leyenda fantástica. En la muestra, enmascaro los textos en una especie de investigación histórica, en la que intervienen científicos y marinos. Reconstruyo un árbol genealógico de seres posibles e imposibles”.

Ese es el núcleo de la muestra que inauguró el jueves en el Museo Zorrilla, en la que cinco retratos de sirénidos comparten el espacio con un mural, que durará lo que la exhibición: dos meses. Este no es, sin embargo, el estreno del nuevo Alfalfa: sus híbridos marinos en alto contraste, tan distintos de los peces multicolores de hace un tiempo, fueron vistos por primera vez en Europa a principios de este año, cuando con su pareja, Florencia Durán –del colectivo Licuado–, hicieron una gira por festivales de muralismo en Berlín, Viena y Sisak, en Croacia. “Te dan estadía, comida y permiso para pintar murales de grandes dimensiones, cosa que acá es muy difícil de hacer. Ahí empecé a esbozar algunos retratos vinculados a estos seres”.

En Europa, además, se encontró con leyendas locales que aumentaron su interés por las criaturas de las profundidades “Me interesa lo que el cristianismo dio en llamar ‘pagano’. En todos lados hay ninfas del agua o viejos sabios de los ríos. Hay muchos vínculos que a veces no encuentro de antemano pero que aparecen luego, aunque yo ya tenga los esbozos”.

Lo del Zorrilla tampoco es su debut en un museo, pero sí la primera vez en que hay un motivo central: “Antes hacía cosas sin sentido. Esta vez las encaré como una especie de investigación, de proceso. Siempre quise dibujar así. Antes tenía una energía creativa muy fuerte, encaminada a cosas que podían estar buenas, pero no hacía lo que era mi especialidad”.

Nacido en Venezuela pero de padres uruguayos, Nicolás llegó en 2005 a Montevideo y entró a la Facultad de Bellas Artes. “Lo que pintaba en 2008 como Alfalfa respondía a las cosas cool que se hacían en la ciudad. No copiaba, pero pintaba cosas que gustaban más a otros que a mí. Eso tuvo éxito. No es que no fuera yo, es lo que yo hacía en ese momento. Pero ahora me encontré”, dice contento, como un rockero recién converso o como un artista que descubre un río más profundo dentro de sí.

Árbol genealógico de sirénidos posibles e imposibles, en el Museo Zorrilla (Zorrilla de San Martín 96). Del 21 de setiembre al 18 de noviembre. Visitas de lunes a sábados de 14.00 a 19.00.

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