Cultura Ingresá
Cultura

Montaje de la intervención de Pablo Uribe en el Museo Nacional de Artes Visuales.

Foto: Andrés Cuenca

El artista Pablo Uribe interviene la totalidad del Museo Nacional de Artes Visuales

4 minutos de lectura
Contenido exclusivo con tu suscripción de pago
Contenido no disponible con tu suscripción actual
Exclusivo para suscripción digital de pago
Actualizá tu suscripción para tener acceso ilimitado a todos los contenidos del sitio
Para acceder a todos los contenidos de manera ilimitada
Exclusivo para suscripción digital de pago
Para acceder a todos los contenidos del sitio
Si ya tenés una cuenta
Te queda 1 artículo gratuito
Este es tu último artículo gratuito
Nuestro periodismo depende de vos
Nuestro periodismo depende de vos
Si ya tenés una cuenta
Registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes
Llegaste al límite de artículos gratuitos
Nuestro periodismo depende de vos
Para seguir leyendo ingresá o suscribite
Si ya tenés una cuenta
o registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes

Editar

Se ve desde lejos: el museo está cambiado. Las placas metálicas que cubren su fachada abandonaron el amarillo, rojo, blanco y azul, y fueron pintadas en escalas del blanco al gris. Y “como es afuera, es adentro” –lo dice Carlos Capelán, el curador de la muestra que empieza hoy–, porque los cambios continúan al ingresar al local, donde lo primero que aparece, al fondo pero imponiéndose, es parte de la serie Croma compuesta por grandes piezas de color con las que Pablo Uribe analiza y descompone la paleta de pintores uruguayos canónicos, que le valió el premio Pedro Figari en 2016.

Pero no se trata de una retrospectiva individual, aunque sí es la primera vez, en los 107 años de historia del Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV) –antes Museo de Bellas Artes, luego Museo Nacional de Artes Plásticas– que todas las salas están ocupadas por un único artista. No sólo las cinco salas actuales: Aquí soñó Blanes Viale es una intervención arquitectónica, es una recorrida por la obra de Uribe, es un reordenamiento del acervo del museo y es, además, la intersección de esas tres dimensiones.

El tema principal, adelanta Uribe, es museo en sí. El centro de su carrera, como se explicita en su web, es el sistema del arte: “La historia, el museo, las colecciones, las técnicas expositivas, la autoría, el original y la copia”.

Tal vez por eso, incluso el título del proyecto es una apropiación: Aquí soñó Blanes Viale es el nombre de una pintura de Alberto Dura, premiada en los años 40. Al toparse con ella mientras revisaba el catálogo del museo, Uribe percibió que varias ideas dispersas comenzaban a cuajar: “Dura representa un sueño de Blanes Viale. La pintura es un paisaje de monte nativo, que tiene un rectangulito que la acerca a una obra conceptual. Leyendo el catálogo descriptivo vi que lo anotaban como una ventana de una choza, como un cuadro dentro del cuadro”.

Años de trabajo

Las conversaciones entre Uribe y Capelán comenzaron hace unos cuatro años. La idea de Capelán era “mostrar obras de distinto formato en un mismo espacio, la sala 5, una especie de muestra antológica”, dice Uribe, y agrega que ya entonces el curador comprometió al director del museo, Enrique Aguerre, y a los investigadores Gabriel Peluffo y Riccardo Boglione, para escribir los textos críticos, fundamentales para aprehender algunas de las implicancias conceptuales de Aquí soñó Blanes Viale.

“Al seleccionar los primeras obras a exhibir, surgió la pregunta de cómo reflejar una línea de trabajo que desarrollo desde hace mucho, que son intervenciones curatoriales en acervos de museos, y comenzamos a pensar en integrar el acervo pictórico del MNAV y luego el propio edificio que lo contiene. Todo siguió creciendo hasta ocupar la totalidad del edificio, sus recursos –educativo, conservación, guardia de sala, etcétera–. En determinado momento el centro de la muestra pasó a ser el museo”, explica Uribe. “Metidos a investigar el acervo y las rutinas museales, también fue necesario entender el espacio real, arquitectónico, en el que esas obras se relacionan con su público”, agrega Capelán.

Por eso, varias porciones del museo están modificadas con un procedimiento de análisis y recomposición del color similar al que Uribe empleó en Croma. Otro de los juegos que propone Uribe involucra a los distintos autores antologados: así aparecen agrupados por su empleo de la paleta, pero también en torno a temas (paisajes) comunes, o incluso en torno a paradojas. Por ejemplo, en el apartado Círculo y cuadrado (una alusión al movimiento Cercle et carré, que lideró Joaquín Torres García en París a fines de la década de 1920) reúne geométricamente a dos artistas en principio opuestos, como el constructivista Torres y el lunar José Cuneo.

Intervención de Pablo Uribe en el Museo Nacional de Artes Visuales.

Foto: Andrés Cuenca

Son, entonces, intervenciones de distinto tipo: edilicias, de diálogo entre obras y autores de la colección del museo, y de diálogo con la producción anterior de Uribe, cuya carrera comenzó hace tres décadas e incluye videoinstalaciones, intervenciones y muestras site-specific; en 2009 fue el representante de Uruguay, junto con Juan Burgos y Raquel Bessio, en la Bienal de Venecia, con un díptico en video. “Me interesa que Aquí soñó Blanes Viale se vea como una única obra. Las intervenciones edilicias no son más importantes que mover una pequeña pieza de lugar; ambas modifican nuestra percepción del espacio”, dice Uribe.

Ahora bien, ¿cómo se relacionan las intervenciones más físicas con aquellas en las que predomina lo conceptual? “Siempre, detrás de una obra, hay una idea. A veces son relaciones de color, de ritmo, y otras, más mentales. Todas las obras del acervo se sostienen en una idea. Es posible que no nos interesen ‘esas ideas’, pero ese es otro lío”, contesta el artista. Su curador acota: “La tradicional división del conceptualismo autoritario (y yo diría que de la tradición cristiana) entre pensamiento abstracto y gestualidad física (mente-alma versus cuerpo) no aplica en nuestra manera de relacionar pensamiento y orden material. La atención se centra en las praxis por las cuales se presentan y se entienden las producciones simbólicas de las artes visuales en la Rodelú y en nuestro museo más paradigmático”.

“La intención es reflexionar a partir de varios elementos: por un lado, la historia de la pintura local por parte de un artista que no pinta pero le interesa y conoce profundamente el tema; por otro, examinar ciertas rutinas expositivas propias de los museos en general y de los relatos del arte nacional en particular”, agrega Capelán. Su obra y la de Uribe están unidas por “el mismo ánimo de crítica constructiva, carente de cinismo pero no libre de ironía, de autocrítica o de cierto sentido del humor”. Además, claro, por el hecho de que ambos son artistas multipremiados cuya obra se abre a diversos soportes materiales.

De un modo u otro, los autores de los textos que acompañan la muestra subrayan que a Uribe no le interesa insertar su propia subjetividad expresiva. Las idea de que “todos los autores son un autor” y de que “todas las obras son una única obra”, explica Uribe, sobrevuela la exposición. “La exhibición se cierra con la videoinstalación Saludos, de 2006, y su contraparte, el boceto del telón de boca del teatro Solís –pintado por Juan Manuel Blanes–, en busca de reforzar la antigua idea de que finalmente todo es representación.

Aquí soñó Blanes Viale | Museo Nacional de Artes Visuales (Julio Herrera y Obes esquina Tomás Giribaldi). De martes a domingo de 13.00 a 20.00; hasta el 3 de marzo de 2019.

¿Tenés algún aporte para hacer?

Valoramos cualquier aporte aclaratorio que quieras realizar sobre el artículo que acabás de leer, podés hacerlo completando este formulario.

¿Te interesa la cultura?
None
Suscribite
¿Te interesa la cultura?
Recibí la newsletter de Cultura en tu email todos los viernes
Recibir
Este artículo está guardado para leer después en tu lista de lectura
¿Terminaste de leerlo?
Guardaste este artículo como favorito en tu lista de lectura