Ever Oasis es la suma de dos viejos conocidos que se juntaron para crear una propiedad intelectual nueva (una IP, como la conocemos por su sigla anglosajona). El año pasado Nintendo y Grezzo decidieron trabajar en conjunto para sacar un título que vendría a refrescar el catálogo de una portátil que se la abandona de a poco. Nintendo no necesita presentación alguna, una empresa hecha lema de los videojuegos que, cuando oficia de distribuidora, es realmente exhaustiva para darle el visto bueno a un juego y poner su sello de calidad como garante.
Grezzo, por otra parte, es una compañía de poco más de diez años y con un historial que no despeina a nadie. El punto de interés es que su director es Koichi Ishii, creador de Seiken Densetsu, o como mejor lo conocemos en estas tierras, Secret of Mana. La mente detrás de un histórico de los juegos de rol estuvo a la cabeza de Ever Oasis y todo este preludio sólo sirve para decir que, aunque lejos de la perfección, este juego es una recomendación segura.
Ever Oasis en todas sus características parece pensado para un público más infantil, por lo que tiene una narrativa bastante sencilla: somos parte de una raza llamada simientes, seres que nacen con una semilla en el corazón y cuyo objetivo es plantarla para crear un oasis en el que habitar, ya que el universo es prácticamente inhabitable. Los malos se llaman “Caos” y son todo lo que está mal; nuestro personaje y sus amigos son los valores apreciados como buenos. Ese es el pistoletazo inicial.
El guion es flojo, pero es lo de menos en Ever Oasis. El diseño artístico exprime al máximo la escasa potencia de la Nintendo 3DS, siendo fácilmente uno de los juegos más lindos de la portátil japonesa. Llevar el motor gráfico al límite es apoyado con un universo que es creíble, compuesto de piezas que encajan de forma carismática. Por otra parte, la cultura semítica y ese aire egipcio le otorgan toda la personalidad que precisa un videojuego en su primera entrega.
Cuando nos adentramos en la jugabilidad, las influencias de este título son tantas que es complicado encasillarlo en un solo género. En su núcleo es un juego de rol, la progresión en forma de niveles de nuestros personajes así lo dictamina. A la definición le acompaña la presencia de equipos de investigación que debemos alinear de antemano teniendo en cuenta sus debilidades y fortalezas a la hora de explorar. Por otra parte, el oasis precisa de una organización de recursos constante que recuerda a otros títulos de la consola como Animal Crossing; la pequeña huerta que debemos cuidar tiene un algo de Stardew Valley, pero cuando salimos a recorrer nos topamos con un mundo semiabierto con enemigos a los que combatimos en tiempo real. En este desierto ingresamos a mazmorras y cuevas llenas de puzles orgánicos que rememoran el sentido de aventura de cualquier Zelda. A fin de cuentas, es una colcha de retazos que encaja muy bien, carente de originalidad pero bien ejecutado.
Ever Oasis también entiende cómo ser adictivo. La fórmula se obtiene jugando por unas horas: cada día recibimos más habitantes al oasis, lo que permite avanzar en la trama y agrandar la infraestructura de nuestra “ciudad”. Este desarrollo genera un atractivo mayor para nuevos visitantes que se retroalimentarán con su nuevo hogar. Todo esto se comporta como una rueda de progresión constante que permite enganchar a cualquiera –no sólo a los más chicos– a un título que es simple, para todo público y que toma nota de los referentes de varios géneros para darnos un videojuego completo.