Nacida en el siglo XIX como una fábrica de naipes, Nintendo es una empresa con más historia que el medio en el que se destaca, pero jamás vio tanto éxito como cuando ingresó en el mundo de los videojuegos. No es por su mera longevidad que se le da tan bien en la industria; sus alianzas, sus videojuegos y la fama que han cultivado sus personajes a lo largo del tiempo le permitió crear un sello de identidad que ninguna otra empresa ha logrado. El resultado de esta mezcla también le posibilitó en 1999 desarrollar un videojuego único que sería un éxito desde su inicio en la Nintendo 64: Super Smash Bros.
El clásico juego de pelea de “la gran N” es una demostración de lo dicho anteriormente, pues fue creado por una empresa ajena –pero hermana– de Nintendo, HAL Laboratory, que también se encarga de todos los juegos de la saga Kirby. De HAL también surgió un gigante de la industria, Satoru Iwata, que en 2002 se convertiría en el primer presidente de Nintendo no vinculado a la histórica familia Yamauchi, además de en el único que fue programador de videojuegos. En aquel entonces, el legendario Iwata se reúne con un joven Masahiro Sakurai e idean un videojuego en el que todos estos famosos personajes de las franquicias de Nintendo combaten en diferentes escenarios.
A tal punto llegó el éxito de una idea tan simple que en la actualidad las redes sociales no paran de hablar del nuevo Super Smash Bros que saldrá en 2018 para Switch, o de homenajear la década del nacimiento de la versión creada para Game Cube.
Es fácil comprender el éxito de Super Smash Bros si uno dice que desde su concepción tenía todas las de ganar, pero con eso no alcanza. Si bien poner a Mario, Link, Donkey Kong o Pikachu a darse tortazos es un atractivo per se, el videojuego sobrepasa esa expectativa con un diseño artístico impactante y un pulido a nivel de mecánicas que le permite ser uno de los e-sports de lucha más importantes de la actualidad. Como valor agregado, otras compañías han aceptado con el tiempo que se incluya a sus figuras más emblemáticas a combatir contra las de Nintendo, por lo que Smash hoy cuenta con Sonic, Megaman, Ryu, Pac-Man o Cloud, de Final Fantasy VII.
El impacto de este juego logró que algunas sagas orientales encontraran el éxito a nivel mundial gracias a que algún personaje tuvo su cameo en estos títulos. Fire Emblem es una franquicia de rol táctico que se convertiría en un éxito global gracias a que Marth y Roy –dos personajes de sus juegos más conocidos en Japón– aparecieron en las filas de Super Smash Bros en 2001.
Tiene tanto de donde rascar que incluso no es un juego carente de narrativa, ya que con el tiempo Super Smash Bros ha mostrado que hay una historia detrás que no quiere explicitar, pero que da a entender continuamente. Con un tinte similar a Toy Story, Masahiro Sakurai creó un videojuego sobre lo que él hacía cuando era chico y ponía a pelear a sus juguetes favoritos de la empresa que admiraba, pero también sobre los prejuicios que enfrentamos los que todavía gustamos de los videojuegos, del tabú que se impone cuando nos referimos al proceso de madurar.
Este es sólo uno de los aspectos de un juego que engloba todo la filosofía de Nintendo, que tiene como objetivo ser divertido, competitivo, accesible para todo el mundo y también, por qué no, un homenaje a una parte de la historia de los videojuegos.