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Foto: Pablo Vignali

Bien se quiere: una charla con el joven artista español Filip Custic

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Filip Custic hace lo que siente y así le ha ido bien. Este español de 25 años utilizó la industria de la moda para saciar su creatividad hasta que el cuerpo humano no le fue suficiente. Siguió trabajando con la fotografía, la manipulación digital y el videoarte hasta que se cruzó con la cantante Rosalía (otra española de 25 años) y gracias al disco El mal querer logró que sus imágenes recorrieran el mundo y aparecieran en sitios como las pantallas del Times Square. El Centro Cultural de España (CCE) invita a la exposición Presente mental, en la que hasta mayo se podrá contemplar sus creaciones. Custic estuvo en la inauguración de la muestra, dio una clase magistral y conversó con la diaria acerca de su proceso creativo, su corriente artística y la escultura hiperrealista de sí mismo que respira y parpadea.

¿Recordás al Filip de antes de que empezaras a hacer arte?

Me crie en un ambiente en el que ser yo, el Filip que ves ahora, era un error, porque era homosexual; mi padre quería que me dedicara a un deporte y mi madre quería que fuese economista. Cuando me fui, a los 18 años, creí que la creatividad que me interesaba era la moda, porque me gustaba decorar el cuerpo humano. Luego, al tiempo, trabajando en moda, me di cuenta de que realmente quería orientarme hacia la creatividad artística, porque lo que me interesaba era crear un ambiente, y no sólo centrarme en el cuerpo, sino en todo un imaginario.

Sin embargo, seguís en contacto con la moda.

Sí, gracias a la moda conseguí saciar mi creatividad, porque de otra forma no podía financiar mis ideas. Entonces, de alguna forma, utilicé a la moda y a las marcas de mecenas.

¿No te generó un conflicto de intereses trabajar con las marcas?

Con Andy Warhol aprendí que había que jugar al capitalismo y no ir en contra de él. Si se nos ha presentado en este presente, por alguna razón será. Algo hay que aprender del capitalismo, y eso nunca me lo tomé como algo negativo. Sí es verdad que, con el tiempo, cuando empecé a tener más definida mi creatividad y mi mood artístico, y me obligaban a meter un bolso, un zapato o algo que no me apetecía, me chirriaba un poco. Por eso, finalmente me orienté al mundo del arte.

Ahora podés decirle que no al bolso o al zapato.

Eso lo he hecho siempre. Si yo no vibraba con el producto, no lo hacía. Porque ante todo me gusta ser impecable con lo que siento, y si intento ir en contra de mi naturaleza, me da ansiedad. Por eso me dirijo de una forma tan firme. Como durante tanto tiempo me dijeron que no podía ser yo como tal, ahora no voy a dejar de ser yo en ningún momento.

Y pudiste comprobar que, siendo auténtico, se abrieron las puertas y el resto del mundo aceptó y celebró tu forma de ser.

La celebró, pero todo ha sido un proceso. En un principio, cuando te vas encontrando, todavía no consigues los resultados óptimos. Yo realmente creo que un clic mental importante para una persona es ser constante, paciente y mantenerse en equilibrio. Si tienes estas tres cosas, tu ego no te va a nublar y no vas a escucharlo cuando te dice que lo que haces es un horror. Yo me mantengo en esa línea y cuando mi ego intenta decirme cosas malas para desmotivarlo, lo encierro en una habitación mental y digo: “Sigue gritando, pero yo sigo a lo mío”.

¿Cómo es tu proceso creativo?

Tengo una serie de palabras que me repito mentalmente. También me repito temas, o pienso en temas como el tiempo o en otras cuestiones universales para seguir desarrollándolas. Y tengo un compromiso como humano. Suena muy trascendental, pero realmente me lo he tomado así: como humano tengo el compromiso de hacer algo. Me lo estoy tomando en serio. Luego el proceso siempre es el mismo: tengo tres días de elaboración de la idea. Primero, como lluvia de ideas. Luego, empiezo a escribir. Y, al final, junto toda esa información y concreto el mensaje en una imagen o proyecto. De ahí paso a la reproducción; en el caso de que sea fotografía o escultura, paso a construir o conseguir los objetos que sean necesarios para que el día del estudio pueda fotografiarlos. Finalmente, con Photoshop armo todo ese puzle.

Cuando surge la idea, ¿ya sabés qué clase de obra terminará siendo?

En algunos proyectos puedo elegirlo, y en otros no. Ahora estoy haciendo mi primera escultura hiperrealista: una escultura de mí mismo que se va a presentar el 17 de mayo para la fundación César Manrique. Ellos intentaron guiarme por algo más fotográfico, pero yo tenía muchas ganas de hacer hiperrealismo, porque al final es lo que a mí me interesa con la fotografía y es algo que no consigo con la pintura. De alguna manera, el siguiente paso de la fotografía es la escultura hiperrealista en integración con la robótica.

¿Hay alguna idea tan cara que todavía no hayas podido llevarla a cabo?

Mi gran meta es hacer un robot de mí mismo, lo más desarrollado posible, pero creo que eso es un proyecto de la vida entera. Ahora, con esta primera escultura hiperrealista ya estoy empezando a integrar esos conceptos, pero de una forma muy primaria: respira, parpadea y mueve la estructura en la que está integrado.

Aquí en Montevideo diste una clase magistral. ¿Qué se sintió?

Lo de ser maestro es algo que me gusta, porque tengo un compromiso de comunicar. Y al igual que muchos maestros me han enseñado a mí, siento que tengo el deber de seguir canalizando esa información y dejarla para los que se vienen luego. No sólo me gusta comunicar mi creatividad por medio de una foto o una obra, que es algo más abstracto, sino de la verbalización, porque es más cercano y es un código más humano.

Además, tu arte está muy unido a tu persona.

Ha sido muy orgánico. Yo quería salir en la obra porque me apetecía formar parte de mi propia creatividad, y lo que hago con los autorretratos es comunicar cómo soy. Me gusta verlo materializado en el presente, porque me ayuda a verme de una forma más objetiva. A veces me veo desde fuera y esa sensación me gusta, porque me genera un misterio sobre mí mismo. Eso es divertido.

¿Con qué fin creaste un movimiento (el “objetismo”) alrededor de tu obra? ¿Qué papel juega?

Lo del objetismo me llegó en la época en la que me di cuenta de que quería orientar mi creatividad al arte y no tanto a algo comercial. Todas las corrientes artísticas tenían su propio ismo: dadaísmo, surrealismo, cubismo, impresionismo. Y como en esa época estaba observando mucho los objetos y su significado de los objetos, dije: “Ah, pues voy a hacer el objetismo”. Esa iba a ser mi corriente artística pero desde el punto de vista del juego. Con el tiempo me he dado cuenta de que el objetismo, más que una corriente artística, es una palabra que me repito mentalmente para mantenerme en un estado. Como para recordarme qué me gusta y qué no, quién soy y quién no.

Mucha gente te conoció gracias al disco de Rosalía El mal querer. ¿Cómo fue tomar la dirección artística de un disco conceptual en la era en la que muchos están dando al disco por muerto?

Fue algo que también empezó de una forma orgánica y sin pretensión. Un día vino Rosalía y me dijo: “Quiero que hagas la cover de mi disco”. Y cuando me envió el proyecto de su tratamiento, con las canciones, letras y demos, lo escuché y le dije: “Una imagen no puede sintetizar toda esta información, así que voy a hacer una foto por capítulo”. Yo sólo quería hacer 11 fotos: quería sacar todas esas imágenes de mi mente y necesitaba hacerlas físicas y reales. Luego, cuando salió, mucha gente me dijo: “Qué guay que hayas hecho esto, porque le has dado importancia al objeto del disco, que se convirtió en un objeto de valor”. Y eso me ha gustado.

¿Qué sentiste al ver tus fotografías en las pantallas de Times Square?

Me puse a llorar. No me lo habían contado, lo dejaron como sorpresa. Y de cuando Rosalía me envió la foto pensé que era un montaje, como diciendo “nos gustaría hacer esto”. Luego vi que era un vídeo y fue muy fuerte.

Ya que no tenés problema en dar ciertas explicaciones o definiciones acerca de tu obra, ¿qué va a poder ver la persona que se acerque al CCE?

Es una exposición que utilizo para comunicarme en Latinoamérica; es como un resumen de lo que hice en el pasado. Presento tres piezas nuevas que comunican cómo soy en el presente y a partir de las cuales se puede intuir cómo quiero proyectarme hacia el futuro. Es un poco mi cronología temporal.

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