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Toto Méndez.

Foto: Natalia Rovira

Toto Méndez y sus compadres se presentan el viernes en la sala Zitarrosa

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La anécdota es bien conocida pero no por eso deja de ser pintoresca. Cuando Eduardo Toto Méndez rozaba los diez años, el eximio guitarrista Marenco Mieres visitó su casa, y tuvo la oportunidad de tocar con él. Su padre, que, como decía el tango, guardaba la guitarra en el ropero y la sacaba sólo para tocar un rato después del trabajo, se sorprendió porque no tenía la más mínima idea de que su hijo tuviera destreza con las seis cuerdas. “¿Con quién aprendió?”, le preguntó su padre. “Con usted”, le contestó Toto, que solía mirarlo a escondidas, mientras tocaba su vieja guitarra con clavijas de madera. Así fue que Méndez hizo de la viola su pasión y su oficio, que ya lleva más de 50 años de carrera –el año pasado festejó medio siglo en esto– y lo cruzó con aquel flaco de voz grave llamado Alfredo Zitarrosa, por el que sigue demostrando admiración y emoción, y a quien ubica como “el mayor cantor de este país, y también de un poco más allá”.

Con el “maestro”, como le dice él, grabó cuatro discos, entre los que se destacan la tercera grabación de Guitarra negra (1985) y Melodía larga (1984), que cuenta con temas como “Milonga por Beethoven“ y una versión de “Milonga de pelo largo”. Cuando se le pregunta a Méndez por su disco preferido con Zitarrosa, no puede contestar, porque en cada álbum hay un pedazo suyo, con la dosis justa de emoción y cabeza. “Ser el líder de las guitarras de él fue una responsabilidad importante, pero no fue casualidad estar ahí, porque me eligió. Y él también fue responsable de darle estatura a la guitarra. En vez de tocar parados, tocábamos sentados”, subraya.

Luego de la muerte del maestro, en 1989, nació el Cuarteto Zitarrosa, que después de un tiempo Méndez abandonó porque “no cumplía la función” para la que había sido creado. Recuerda que nació porque la gente les seguía diciendo “las guitarras de Zitarrosa”, pero después empezaron a darle un rumbo artístico. “Se pensaba que yo iba a tocar la obra de Alfredo Zitarrosa, pero mi cabeza nunca estuvo más lejos de eso. ¿Sería homenajear a Zitarrosa tocar su obra?, me pregunté a mí mismo. Difundir su obra me quedaría un poco grande. Puedo homenajearlo versionando algún tema, como lo he hecho, pero ¿difundir?, se difunde sola, muchacho”, dice.

Recuerda que en 1995 Jorge Nasser “rompió la chanchita” y produjo el disco Milonga igual, al que Méndez ve como “el único disco que existe del Cuarteto Zitarrosa de verdad”. Méndez dice que el objetivo del grupo empezó a desvirtuarse. Era “preservar una sonoridad” de la guitarra criolla, que “algunos tienen y otros no”. “Pero se distorsionó, porque una persona dentro del Cuarteto pensaba que era el dueño, cuando nunca había conocido a Zitarrosa. Me alejé porque no lo necesitaba. Lo más mezquino que me podría haber pasado era querer taparme con paraguas ajeno. No lo necesitaba porque yo estuve con el maestro, y si no entendí el objetivo, no entendí nada”, subraya.

Por eso, al primer disco que editó con el proyecto Toto Méndez y sus Compadres lo bautizó Y no entendieron anda (2013). “Porque no estuvieron adentro. Yo estuve en la cocina, aprendí con él”, enfatiza. Lo cierto es que con este grupo también busca preservar la sonoridad de la guitarra criolla, la que acompañó no sólo a Zitarrosa sino también a grandes intérpretes como Amalia de la Vega. “Tenemos una gran escuela de guitarra clásica pero también de guitarra popular, que tiene una sonoridad determinada, y vengo de esa escuela, de tiendas tangueras y milongueras, no hay ninguna duda, pero como soy del interior [Tacuarembó], tengo la posibilidad de otros ritmos que hacen a la música de este país”, dice.

Ante la pregunta de si ese sonido criollo se está perdiendo en la música, Méndez piensa que no, pero señala que hay mucha gente de “otros palos” incursionando en la música popular, con géneros como el tango, y que “a lo mejor hace falta un poco más de conocimiento, no solamente del tango o la milonga, sino de la milonga de raíz campesina, de la chamarrita, el gato o el cielito”. Es decir, es necesario “recuperar determinados ritmos que forman parte del patrimonio sonoro del país y que siempre estuvieron ahí”. “[Carlos] Gardel no empezó cantando tango; cantaba música criolla, valsecitos”, ejemplifica. El guitarrista también señala que no hay tantos espacios para tocar música de raíz folclórica en los festivales, y piensa que son fundamentales para que la gente la conozca.

El viernes a las 21.00 –justamente, en la sala Zitarrosa– será una excelente oportunidad para zambullirse en el profundo mar sonoro de la guitarra criolla, ya que se presentarán Toto Méndez y sus compadres, que son Jorge Trasante (percusión), Enrique Checo Anselmi (bajo), Carlos Morales, Carlos Méndez y Santiago Peraza (guitarras). Como si todo este equipo no fuera suficiente, de invitado especial estará un tal Hugo Fattoruso.

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