Años antes de que Los Vengadores se ensamblaran en la batalla más populosa del cine de superhéroes, los personajes más conocidos y respetados de Marvel Comics eran los X-Men. Tanto, que cuando la editorial se quedó sin calderilla y salió a vender los derechos cinematográficos de sus “propiedades intelectuales” los mutantes volaron de la estantería junto con los 4 Fantásticos y quedaron en manos de 20th Century Fox.
La primera película que se aprovecharía de estos derechos llegó al filo del nuevo milenio y son muchos los que opinan que allí, en X-Men (Bryan Singer, 2000), se encuentra el puntapié inicial de la avalancha de largometrajes superheroicos que vienen copando la gran pantalla hasta nuestros días. Aquella película hizo unas cuantas cosas bien, como aprovechar un presupuesto relativamente pequeño y seleccionar a Patrick Stewart para el papel de Charles Xavier. El británico era (y sigue siendo) la viva imagen del líder de este grupo de seres con habilidades sobrehumanas, que quiere que la humanidad los acepte y los deje en paz. Su antagonista fue una decisión más polémica, pero Ian McKellen rápidamente conquistó a fanáticos y público en general con su versión bastante menos lozana de Magneto, líder de los mutantes “malos”, que consideran que si el Homo sapiens es una amenaza, pues lo mejor será terminar con ella.
Algunos dicen que el punto más alto en la historia de la saga cinematográfica, sin contar a Logan (James Mangold, 2017) se tocó en forma bastante temprana, con el estreno de X2 (Bryan Singer, 2003). Con más dinero para llenar los ojos de los espectadores, la trama unía a las dos facciones mutantes en contra de un poderoso enemigo en común.
Alianzas enemigas
La primera trilogía se cerró con una historia que sonará familiar a quienes hayan pasado por el cine en los últimos días, ya que en X-Men: The Last Stand (Brett Ratner, 2006) todo giraba alrededor de los incontrolables poderes de Jean Grey, interpretada por entonces por Famke Janssen. La llegada de Ratner en lugar de Singer, quien todavía tenía una buena reputación en Hollywood, no fue bien recibida, mientras que la historia no estuvo a la altura de la evolución que venía teniendo la saga.
Más tarde llegaría una nueva tanda de films, que contaban la historia de la escuela de mutantes de Charles Xavier desde sus comienzos en la década de 1970, pero (al igual que en las historietas) crearon múltiples inconsistencias y paradojas temporales, la mayoría de las cuales exige que quien compra su entrada deje un pedacito de su cerebro en la boletería.
Sin embargo, con X-Men: First Class (Matthew Vaughn, 2011) la franquicia pareció renacer de las cenizas de Jean Grey, incorporando a James McAvoy en el papel de Xavier y Michael Fassbender en el de Magneto. Esta y las siguientes dos entregas X-Men: Days of Future Past (Bryan Singer, 2014) y X-Men: Apocalypse (Bryan Singer, 2016) abusaron de la chapa de sus protagonistas, obligando a que Magneto se aliara una y otra vez con sus enemigos, al tiempo que Mystique tenía cada vez más participación solamente porque la interpretaba Jennifer Lawrence. En especial, las dos primeras fueron bien recibidas por la audiencia, y Days of Future Past está en el podio de las más taquilleras, detrás de Deadpool (Tim Miller, 2016) y Deadpool 2 (David Leitch, 2018).
La amenaza que nunca tuvieron en cuenta no llegaría desde las estrellas ni desde el gobierno de Estados Unidos, sino desde una compañía cuya mascota era un ratón: en diciembre de 2017 Disney anunció su intención de comprar 20th Century Fox, lo que se aprobó en julio de 2018 y se concretó en marzo de este año. Con Disney propietaria del Universo Cinematográfico Marvel y la posibilidad real de incorporar a los X-Men a su continuidad, los días del Foxverso estaban contados.
El canto del cisne (y del fénix)
Pese a que la campaña de marketing no anunció con letras gigantes “el fin de una era”, todos sabíamos que en X-Men: Dark Phoenix (Simon Kinberg, 2019) encontraríamos el último episodio importante de la historia que comenzó a contarse hace casi 20 años (resta el estreno de la aplazadísima The New Mutants). Y más allá de que se le pueden encontrar algunos atributos, la historia aporta poco al género y está lejos de ser el broche de oro que se merecían los Homo sapiens superior.
La acción, situada en 1992 (¡no pregunten!), comienza de la mejor manera, con la agrupación mutante viajando al espacio a rescatar a los tripulantes de un transbordador espacial. Estas escenas muestran a los personajes trabajando en equipo y desplegando sus poderes con bastante éxito, excepto por la pobre Jean Grey (Sophie Turner por segunda vez en este rol), que es bombardeada por una nebulosa de energía cósmica, o algo así. Esta nebulosa de energía cósmica (o algo así) destranca los poderes de la chica telequinética, que estaban contenidos desde... digamos... el final de Apocalypse, hace un par de años. Y repite algunos puntos del trayecto de Jean hacia el lado oscuro como ocurría en la mencionada Last Stand, lo que no debería sorprendernos, ya que Simon Kinberg escribió las dos.
Quizá la única sorpresa en 114 minutos sea el cameo de una mutante que debutó en las historietas, en el arco que esta película adapta libremente. Luego llegarán los cuestionamientos al liderazgo de Charles Xavier, que en esta ocasión flaqueará porque el guion así lo exige. Cíclope (Tye Sheridan) redondeará su papel del mutante más desaprovechado de la saga, mientras que Beast (Nicholas Hoult) intentará ser el heredero de Wolverine. Para cuando aparezca Magneto, el público estará esperando la alianza de siempre y no decepcionará.
Mientras la pelirroja se debate entre el bien y el mal, una raza extraterrestre liderada por la carcasa de Jessica Chastain hace su aparición para que el resto de los protagonistas tengan a quién golpear. De nuevo, los golpes se disfrutan, pero solamente con eso no alcanza para el entretenimiento. Mucho menos para el fin de una era, con o sin campaña de marketing.
Lo que viene
Si algo han demostrado los responsables de Marvel Studios es su sentido de la oportunidad, por lo que es de esperar que tanto los 4 Fantásticos como los X-Men se incorporen a la larguísima historia que están contando en cuestión de meses.
A la hora de contar nuevas aventuras de los pupilos del profesor Xavier, los guionistas corren con una ventaja increíble: para empezar, la audiencia del mundo entero tiene una fe inusitada (y sensiblemente exagerada) en todo lo que provenga de Marvel Studios, así que cualquier película mutante que venga desde allí ya arranca ganando.
Se le suma que, salvo por la irreverencia absurda de Deadpool y la solemnidad descarnada de Logan, las audiencias ya casi no recuerdan películas redonditas protagonizadas por estos personajes. La vara ha ido descendiendo con los años y no se precisará ninguna agilidad sobrehumana para pasar caminando por encima de ella.
X-Men: Dark Phoenix. Dirigida por Simon Kinberg. Con Jennifer Lawrence, Nicholas Hoult, Sophie Turner y Tye Sheridan. En varias salas.