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Doméstica realidad.

Foto: Difusión

Del fregado, el planchado y la subordinación: Equipo de mujeres estrena Doméstica realidad en El Galpón

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A lo largo de tres actos, tres posibles variaciones de un estado de cosas, sin orden temporal, sin sucesión aparente. La casa, que se mantiene, otorga un marco general a la historia, el lugar que habilita esas contradicciones, dominaciones y abusos: “Lo que pasa puertas adentro, queda puertas adentro”, dice uno de los personajes.

Doméstica realidad es un trabajo de dramaturgia colectiva liderado por la socióloga Florencia Dansilio (investigadora en artes y profesora en París), que expone las circunstancias de las mujeres de la limpieza. “Hay un subtexto político que para nosotras es el sustento discursivo de esta estructura triádica, un subtexto que está necesariamente atravesado por el contexto que estamos viviendo”, adelanta la directora.

“Hay una confluencia de sensibilidades creadoras y muchos elementos y objetos alegóricos que en vez de acotar el universo interpretativo lo expanden”, asegura Dansilio cuando repasa el trabajo de las actrices y la defensa de los textos de todas, la música original de Patricia Turnes (que participó en el proceso y compuso una serie de canciones en función de lo que veía), la propuesta de las escenógrafas Lucía Tayler y Tamara Couto (que elaboraron la maqueta en base a los parlamentos) y la gráfica de Mya Ferrando (que pintó con acuarela los ensayos y con eso ayudó a orientar la paleta del espectáculo).

Vienen a la mente desde Las Criadas, de Jean Genet, hasta películas como Domésticas, de Fernando Meirelles. Contanos cómo fueron desarrollando la investigación y si pesaron esas nociones sobre el servicio doméstico en este acercamiento local al tema.

La primera referencia, el germen de la obra, no viene del arte, sino de las ciencias sociales: fue la tesis de Maite Burgueño sobre las trabajadoras domésticas en Uruguay (De dominaciones y resistencias. Trayectorias y subjetivación política de las trabajadoras domésticas, Udelar, 2017). La lectura y la discusión de ese trabajo nos motivó a hacer entrevistas en profundidad a trabajadoras y empleadoras. Contactamos al Sindicato Único de Trabajadoras Domésticas y a la Liga de Amas de Casa (que representan la patronal en los Consejos de Salarios). Estudiamos la Ley de Trabajo Doméstico aprobada en 2006 y las luchas sindicales en torno a ella, el caso de las chicas de Nordelta en Argentina y otros del estilo en Uruguay. Luego nos movimos del trabajo doméstico remunerado a explorar la relación de las mujeres con lo doméstico en general, e hicimos sondeos por Whatsapp en nuestras redes indagando sobre la relación con las tareas domésticas de nuestro universo generacional y socioeconómico. ¿Quién se encarga de la mugre en casa? Este material empírico estuvo acompañado de una vasta bitácora de referencias estéticas que orientaron también algunas decisiones narrativas: Genet, por supuesto, Meirelles, también La ceremonia, de Claude Chabrol o Las amargas lágrimas de Petra Von Kant, de Rainer Werner Fassbinder, la forma de contar pequeñas historias de Lucia Berlin, o de tratar lo ominoso, a la HP Lovercraft o a la Mariana Enríquez, por nombrar algunas.

Siempre se destaca el lugar que las mujeres tienen en los cuidados familiares, lo que en rigor no es trabajo remunerado pero las confina al hogar. ¿Esto resuena de algún modo en la propuesta?

Sin dudas. La feminización de las tareas domésticas y de los cuidados es la hipótesis de partida de la obra. Dicho trabajo, remunerado o no, ha sido históricamente delegado a la mujer, tanto en su ejecución concreta (limpiar, cuidar) como en su organización y gestión. De todas formas, la decisión dramatúrgica fue “controlar” la variable de género (todos los personajes son mujeres y los varones no aparecen excepto en breves evocaciones) para visibilizar las relaciones de poder, de jerarquía y de explotación que se generan entre ellas, tanto en la gestión de dichas tareas como en la simbología de estas. Frente a la evidencia de la feminización del universo doméstico, subyace otra cuestión, que es el conflicto de clase: el objetivo fue concentrarnos en lo segundo.

¿Cuáles fueron esas necesarias negociaciones del trabajo colectivo, es decir, qué se descartó en el camino o cómo mutó el rumbo?

Tratamos de no borrar los hilos, las hilachas. Las opiniones sobre un tema polémico difícilmente puedan llegar a constituirse en una voz unificada; decidimos entonces trabajar en base a las contradicciones y las disyuntivas, desde el conflicto entre nosotras y de nosotras con esa realidad que estábamos tratando. Trabajamos a “lo científico”, si se me permite la analogía: probando y descartando, explorando teatralmente para tratar de responder nuestras preguntas, sin jamás llegar a una respuesta acabada. Un ejemplo concreto: comenzamos queriendo trabajar con material documental, proveniente de las trabajadoras domésticas entrevistadas. Nos generó varios dilemas éticos apropiarnos nosotras de ese relato para hacer nuestra obra de teatro; temimos caer en cierta demagogia o apelar al efecto contundente de lo real en escena. Lo terminamos descartando. Optamos por construir ficción desde nuestro lugar, de mujeres de clase media, urbanas, de izquierda. Cuestionarnos desde ahí.

Utilizan una cita de Silvia Federici para presentar el espectáculo. ¿Trabajaron desde una perspectiva feminista?

Leímos mucho a Federici y la usamos como puntapié de las improvisaciones. Trabajamos mucho con la herramienta de la discusión y la argumentación para ensanchar el registro discursivo de la escena. Estudiamos bastante sus propuestas sobre el trabajo doméstico que aparecen en el libro Revolución en punto cero: trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas. Algo de esto quedó, pero la usamos sobre todo como disparador para la formulación de preguntas. Pero el enfoque está claramente permeado por la perspectiva feminista, y también marxista, de la temática. Hay dos sociólogas en el equipo; era difícil que esto no sucediera.

Doméstica realidad estrena el 12 de marzo en la sala Atahualpa de El Galpón. Dramaturgia: Natalia Burgueño, Florencia Dansilio, Sofía Espinosa, Etelvina Rodríguez, Camila Sanson. Dirección: Florencia Dansilio. Entradas: $ 350 (2x1 con Comunidad la diaria).

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