En una columna de La Nación de 2016, Carolina Aguirre escribió acerca del rol del guionista de telenovelas y reveló que el elemento fundamental de sus tramas es el secreto o el impedimento. “La ingeniería de estos impedimentos”, reflexionaba, “es el trabajo del guionista propiamente dicho. Ellos quieren estar juntos y nosotros los separamos”. Después agregaba algo que me resultó muy interesante: “El problema principal al que nos enfrentamos los guionistas de telenovela es que la modernidad ha barrido con casi todos los impedimentos y ha tornado inverosímiles los secretos”.
Me interesó la primera parte, la de los impedimentos. Ella decía que “la desaparición de ciertos tabúes y prejuicios nos han vaciado la caja de herramientas”. Y concluía que el boom de las telenovelas turcas (o coreanas) era que tenían mejores impedimentos, “porque están escritas en sociedades más cerradas, conservadoras y patriarcales”.
Estas palabras volvieron a mi mente al ver Bridgerton, serie de Netflix que se ha colocado entre las más vistas de la plataforma. Basada en las novelas románticas de Julia Quinn, retoma impedimentos generalmente olvidados por las soap operas occidentales. ¿Cómo? Ambientando la trama en 1813.
Por entonces, la alta sociedad inglesa tenía su temporada en que las jóvenes aptas para ser desposadas eran presentadas en bailes, cócteles, vernissages o cualquier excusa para ponerse las mejores galas y salir a hablar pestes de los demás. Al Londres de esta ficción no le interesan algunos realismos. La especulación histórica acerca de la ascendencia africana de la verdadera reina Charlotte aquí no solamente se confirma, sino que se utiliza su presencia como catalizadora de una mayor diversidad incluso en las altas esferas del reino.
Otro aspecto que salta a la vista, especialmente en un televisor grande, es el del color. El color en las flores, en los trajes y en los accesorios. Hay un esfuerzo de producción enorme por hacer que Bridgerton tenga una imagen única, aunque eso signifique que se aleje de la idea que tenemos de aquella época.
¿Y el impedimento?
Ya estamos llegando. Durante la famosa temporada de “postulaciones humanas”, por falta de un peor término, Daphne Bridgerton recibe el visto bueno de la reina, convirtiéndose en favorita en la carrera por un marido. Luego de que su hermano mayor le espante a todos los candidatos, las malas lenguas comenzarán a sospechar que algo malo ocurre con ella y la dejarán peleando el descenso.
Con respecto a esas malas lenguas, hay un elemento fundamental en el desarrollo de la trama que es una pequeña publicación de chismes, llevada adelante por la misteriosa Lady Whistledown, una correveidile capaz de sacar de quicio a la mismísima monarca.
Para que Daphne vuelva a ser deseada por candidatos decentes, se acuerda un engaño digno de las comedias románticas de los 80, pero que en este contexto sigue funcionando: una relación falsa con el candidato más esquivo de la ciudad. Simon Basset, duque de Hastings, tiene motivos secretos para no pasar por el registro civil, y pasearse de la mano de Daphne podría alejar a varias jóvenes y sus mamás (pronunciado como en español, mamá).
Por supuesto que surgirá la chispa del amor y del deseo. Por supuesto que el deseo en aquel entonces tenía consecuencias diferentes para hombres y mujeres. Y por supuesto que surgirán subtramas, obstáculos, secretos y sus necesarias revelaciones.
Pasan unas cuantas cosas en estos ocho episodios, que tienen una segunda tanda confirmada. Cosas que solemos identificar con las telenovelas, pero que no dejan de ser conflictos típicos de cualquier drama... con más amor y (especialmente sobre la segunda mitad de la temporada) sexo.
Todo es muy “problemas del primer mundo”, porque el sufrimiento suele ser por tonterías comparado con el que padece la mujer que les sirve el té o el tipo que les vende los chanchos. Si podemos olvidarnos de ese detalle y disfrutar de las idas y venidas en las que un beso robado te convertía en un paria, qué mejor manera de hacerlo que rodeados de flores, sombreros y vestidos carísimos que jamás se utilizaban por segunda vez. Precisamos el spinoff de un comercio de venta de ropa usada.