Cuatro años demoró Montevideo para poder ver la película más polémica de la cineasta sueca Mai Zetterling. Cuando Parejas amantes (1964) se estrenó en el cine Ariel, era el atardecer del 3 de setiembre de 1968. El país estaba conmocionado por la represión sobre las manifestaciones estudiantiles. Dos semanas antes la Policía había matado a Líber Arce y dos semanas después del estreno serían asesinados, también por la represión, otros dos jóvenes universitarios: Susana Pintos y Hugo de los Santos. Para las mentes más pacatas el escándalo, como suele suceder, no eran las balas disparadas sobre jóvenes desarmados sino la proyección de los cuerpos sin ropa de las actrices.
La discusión sobre la película de Zetterling había llegado antes que las latas que la contenían. En el número 14 de Cuadernos de Cine, de agosto de 1967, un joven Jorge Abbondanza incluye a la directora entre las nuevas figuras del cine sueco a las que se debía prestar atención. De Parejas amantes dice que es una película controvertida, “ambientada a principios de siglo [XX] y con una atmósfera cercana a Tres almas desnudas (1958), de Ingmar Bergman”. Algo más que controvertida, en realidad. Si bien peleó la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 1964, no pudo ser exhibida para el público ni en ese festival ni en la mayor parte de los países occidentales, dado que traía escenas que sacaban de sus casillas la moralina de los censores.
La cineasta escandinava no se dejó amedrentar. Su siguiente film, Juegos de noche (1966), nominado al León de Oro del Festival de Venecia, tampoco estuvo libre de debate. La crítica lo describe como “un feroz muestrario de sadomasoquismo”. Quizá por eso las distribuidoras montevideanas eligieron para su desembarco oriental, que ocurriría el 18 de junio de 1969, el cine Renacimiento, que ya en ese momento, como detalla un trabajo de Álvaro Sanjurjo, estaba en plena transición desde el cine de autor hacia las películas subidas de tono.
Muy probablemente aquel ruborizarse de nuestros padres despierte alguna sonrisa en quienes esta semana decidan ver por sí mismos la más filosa de estas dos piezas de controversia. El martes 3 de agosto Parejas amantes se exhibe en Cinemateca Uruguaya como parte de un ciclo de cine sueco.
Zetterling, cuyo currículum, como se ve, era mucho más que haber sido una “chica Bergman”, también integró el film colectivo Visiones de ocho, sobre Múnich 1972, ya analizado en la nota de portada del suplemento Cultura de la semana pasada, que se dedicó a las películas oficiales sobre los Juegos Olímpicos.
La de Múnich, más preocupada por la soledad de los levantadores de pesas que por los resultados del medallero, es la misma Zetterling rebelde que junto con otros colegas dinamitó el Festival de Cannes de 1968 al negarse a que sus películas siguieran compitiendo como si nada mientras la vigencia remasterizada de la libertad, la igualdad y la fraternidad se jugaba en las calles de París. De haber estado en Montevideo ese año, la sueca seguramente hubiera faltado al cóctel del estreno de Parejas amantes. No es difícil imaginarla rompiendo la tarjeta de invitación con el escudo de ribete dorado justo ahí, a 20 metros del cine Ariel, en las mismísimas puertas del Palacio Santos, nuestra entonces dócil cancillería.