Mucha cosa pasa en el arranque de la producción china Warriors of the Future: estamos en 2055 y las distintas guerras han destruido nuestro mundo. La tecnología armamentística se ha desarrollado ferozmente –hay armaduras con exoesqueletos que vuelven Iron Man a un soldado común y robots que pelean por sí solos– y ha tenido un costo letal en cuanto a destrucción ambiental, contaminación y exterminio de materias primas tan elementales como el agua y el oxígeno. Estamos en un punto donde para sobrevivir la humanidad ha tenido que construir domos gigantes que compensen la falta de una capa de ozono y mantengan las temperaturas estables.
Entonces, cae un meteoro desde el cielo y es abatido por las defensas terrestres, pero entre los restos que toman contacto con nuestro planeta hay vida alienígena en formato de espora vegetal que desarrolla una flora invasiva que reíte de Los genocidas de Thomas M Disch (aprovecho el espacio para recomendar esta novela clave de la ciencia ficción más pesimista de los 60). ¿Lo bueno? La flora alien potencia nuestro oxígeno y parece ser capaz de solucionar los problemas antes mencionados. ¿Lo malo? Cada vez que llueve, las plantas alienígenas se desarrollan furiosamente destruyendo todo a su paso.
Todo lo anterior ocupa tan sólo los primeros minutos de película. Si así arrancamos, uno no puede siquiera imaginar qué más está por venir. Hay que acomodarse y entender que va a pasar de todo, abrocharse el cinturón y divertirse.
El relato propiamente dicho comienza cuando se viene una gran tormenta que hará que las plantas se lleven un domo entero. Para evitarlo, se planea bombardear el corazón de la planta, pero el radio de la explosión terminaría con la vida de nada menos que 160.000 personas. Pero existe una alternativa: un virus experimental que, inyectado en la raíz principal, anularía el crecimiento y, además, permitiría de todos modos que solucionara los millones de problemas ecológicos que traemos a cuestas. O sea, librarse del peligro de la planta alienígena sin perder sus propiedades benignas.
En una misión contrarreloj (o contra tormenta), los guerreros del futuro del título parten con sus meganaves y sus supertrajes a tratar de salvar el día y evitar el sacrificio de tanta gente. La misión es prácticamente suicida y eso es sólo al principio, porque si algo abraza esta película con toda su fuerza es la sorpresa constante. Pronto va a quedar claro que no todos los personajes buscan lo mismo y los peligros vendrán desde más lugares que los imaginados.
El director Ng Yuen-fai cuenta con un trío de lujo en su reparto, probablemente tres actores entre los más taquilleros en la industria china, veteranos en esto del cine de acción: Louis Koo, Ching Wan Lau y, en un rol menor, Nick Cheung. El primero, el comandante de la unidad en tierra de estos soldados en misión desesperada; el segundo, su superior y coordinador en la base de la operación; y el tercero, el general por encima de ambos con sus propia –y oscura– agenda.
Con unos efectos especiales espectaculares, una narración adrenalínica y un relato que no desfallece nunca, Warriors of the Future parece estar interpelando una y otra vez a su espectador: ¿Querés ciencia ficción postapocalíptica? La tenés. ¿Querés supersoldados y robots gigantes de combate? Los tenés. ¿Querés monstruos? Los tenés. ¿Querés batallas a todo o nada filmadas al máximo? Las tenés. Y todo, todo, es una gozada como las que sólo los amigos de Hong Kong saben hacer: van a más escena por escena hasta construir un divertimento glorioso.
Warriors of the Future. 99 minutos. En Netflix.