Se van sumando, por suerte, las oportunidades para ver ese cine que seguimos describiendo como “distinto” o “alternativo”. Si uno se toma un tiempo para ver otros contenidos que no circulan de manera masiva en los circuitos del cine, empieza a notar que las realidades que muestran estas películas están mucho más cercanas a las nuestras. En ellas los relatos se arman con pequeños gestos que nos incorporan. Comenzamos a ver elementos conocidos, realidades que nos toca vivir o tenemos cerca y paisajes por los que ya hemos pasado o que sería posible atravesar en un futuro cercano. En definitiva, este cine que se presenta como excepcional es aquel que nos toma como referencia, aquel en el que podemos vernos representados y, por lo tanto, nos dignifica y, sobre todo, deja registro de nuestra historia y de aquellas historias que tenemos cerca.
Nunca vamos a ser superhéroes, pero sí podemos ser protagonistas de los relatos que hacen a nuestra región y, por lo tanto, emerger como “guayabas”, tal como plantea Pablo Gamba, director de programación de la plataforma. “¿Dónde están las guayabas? Una pregunta como esta puede parecer trivial, pero no es tan fácil conseguir esta fruta tropical en muchos lugares de América Latina. No es comercializada de la misma manera que las bananas o las piñas o los ananás. ¿A qué se debe que las guayabas no tengan la misma circulación mundial si son tan deliciosas?”, se pregunta.
En una entrevista con LatAm, José Andrés Martínez, responsable del área de comunicación, señala que la línea editorial de Guayaba “apuesta por un cine latinoamericano excepcional, es decir, títulos que consiguen pocos espacios o ventanas muy cortas de exposición más allá de los festivales”.
Esta es una plataforma creada por cineastas, que tiene como premisa, además de vender “buenas frutas” a un precio accesible, ofrecer más calidad que cantidad en un catálogo que se renueva mensualmente con cinco títulos y que actualmente aloja cerca de 70 títulos de cine latinoamericano.
La plataforma funciona con una base de títulos fijos a los que se van incorporando cinco películas mensuales que se encuentran en la sección “cesta del mes” en la página web de la plataforma.
Este mes la cesta está conformada por Pirotecnia (2019), película colombiana del director Federico Atehortúa Arteaga que constituye un ensayo sobre las dimensiones de lo público y lo privado en el conflicto en el país; Compañía (2019), película boliviana de Miguel Hilari sobre un campesino que vuelve a su lugar de origen luego de haber vivido en la ciudad; Príncipe de paz (2019), película mexicana de Clemente Castor sobre dos adolescentes que encuentran un cuerpo; e Imapaqmi peliculata ruwasunman (¿Para qué hacer una película?) (2018), película peruana de los directores Luz de la Fuente Bordalecu y Tomás Saralegui, hablada en español, quechua e inglés. Este documental que acompaña a una comunidad indígena presenta un metarrelato en el que los directores se cuestionan lo que ya anuncia el título de la película: ¿por qué hay que filmar esto? Y, antes que nada: ¿hay que hacerlo?
Por último, en la cesta del mes se incluye Como el cielo después de llover (2020), película colombiana de Mercedes Gaviria, quien viaja para encontrarse con su padre, el cineasta Víctor Gaviria, quien se encuentra en un rodaje. Un documental en el que la directora busca los orígenes a través del archivo cinematográfico de su padre y la tensión entre estas dos miradas que comparten el amor por la propia práctica cinematográfica.
Las películas se pueden ver en Guayaba.film y cuestan 2,5 dólares.