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Ante la jubilación.

Foto: Alejandro Persichetti, difusión

Nostalgias que aleccionan: Ante la jubilación

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Margarita Musto y Levón dirigen un drama satírico de Thomas Bernhard.

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En el programa de mano de Las actas, una impactante coproducción de la Comedia Nacional con FUTI y el teatro Circular, que la temporada pasada transformó la sala de la calle Rondeau en una habitación de la Jefatura de Policía de Montevideo, la dramaturga y directora Margarita Musto se refería a la intensidad del conflicto, que abordaba el pasado reciente todavía palpitando en el siglo XXI.

“Somos conscientes de que al exponer la violencia corremos el riesgo de ejercer algún tipo de violencia sobre los espectadores. En estos casos, aprendimos de Shakespeare a disculparnos de antemano. Quienes quieran retirarse pueden hacerlo con libertad por la puerta de acceso a la sala”, decía.

No sucede lo mismo con Ante la jubilación, que también con dirección de Musto, en este caso compartida con Levón, se estrenó en El Galpón la semana pasada. Como se señala oportunamente, el austríaco Thomas Bernhard colocó un subtítulo irónico a este drama satírico: comedia del alma alemana. Es por ese tono burlesco que la historia de los hermanos Holler, que se aprontan con dedicación y nostalgia de épocas oscuras a celebrar privadamente el cumpleaños del líder nazi Heinrich Himmler, no causa el efecto devastador e incómodo de Las actas. Hay, por supuesto, además, otra distancia con los hechos aludidos, y los aprontes y reproches transcurren en el ámbito doméstico.

Myriam Gleijer, como Vera Holler, sostiene una admiración hacia su hermano Rudolf, interpretado por Levón, que linda lo incestuoso, mientras entona “Lili Marleen”, tan popular durante la Segunda Guerra Mundial, y ensaya gestos inútiles como repasar y disponer la vajilla para luego retirarla, encender y apagar el tocadiscos, o colgar un traje con galones y esvásticas. Silvia García, en el papel de su hermana Clara, resiste el patético festejo con sus risotadas y réplicas, aunque desde el confinamiento de una silla de ruedas.

De algún modo representa la lucidez y el desencanto, junto a la inacción, ante la colaboración de la sociedad. Desde el decorado al vestuario, todo remite a otra época, que en ese entorno continúa, sin pudor, preservada, oculta y viva. Rasgos de esa degradación moral, de ese fascismo persistente, se trabajaban con humor implacable en Todo su asco del mundo, los dramolettes del autor austríaco que el elenco oficial montó el año pasado en la sala Verdi.

Pero Bernhard escribió esta pieza en concreto a partir de un hecho real: cuando el ministro Hans Fibinger dimitió en 1978 al hacerse público que había sido juez de la marina hitleriana y había firmado numerosas condenas a muerte. Tiempo antes de ese hecho, Fibinger había expulsado al director del teatro de Stuttgart, Claus Peyman, amigo de Bernhard, acusándolo de haber sido simpatizante de terroristas.

“En todos nosotros hay un criminal; sólo hace falta convocarlo”, es uno de los inquietantes parlamentos de Levón que resuenan cuando todo parece haber acabado.

Ante la jubilación, con dirección de Margarita Musto y Levón. En la sala Atahualpa de El Galpón, sábados a las 20.30 y domingos a las 19.00. Entradas a $ 450 en venta en Tickantel y boletería.

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