Cuando la cerrazón arrecie
abre paréntesis, signo tibio,
casa frágil
que no tiene más techo
que el cielo imaginado
(aunque sea adusto, ácido, aciago,
si es otro quien lo abre),
piensa dos manos
que protejan tu rostro,
de veras miren dentro de ti,
agrupen sol contra el invierno,
sol y solvencia humana.
Aunque debas cruzar
bosques de tiempo,
pisar tantas hojas secas
en el suelo de la memoria,
cuidar no ser tragado
por zanjas de sorpresiva erosión,
búscate en el paréntesis,
como en palabras para siempre calladas
(de Reducción del infinito, 2002)