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José María Romero.

Foto: Mara Quintero

Kanela, leyenda del carnaval: un espectáculo y una película en el Antel Arena

7 minutos de lectura
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Este martes, como parte de un gran show de candombe, el realizador José María Romero brinda una función especial de su primer largometraje.

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“¿Y la película de Kanela para cuándo?”. Había escuchado tantas veces la pregunta que ya no sabía qué responder. Todavía resolvía la historia del film en su cabeza cuando se deprimió profundamente y dejó de frecuentar los tambores o cualquier otra instancia candombera para evitar las palabras que –como si no lo recordara– le hacían saber, cada vez con diferente rostro, el lío en el que se había metido.

A José María Romero todo el mundo lo conoce como Cote. Cuando tenía siete años lo dejaron usar una cámara fotográfica que había en su casa y a los 15 pudo tener una propia. “A los 23 tuve mi primera cámara de video y empecé a trabajar en el rubro”, recuerda. “Aprendí solo; a la gente le gusta lo que hacía y seguí. Nunca le hice asco a ningún encargo. Trabajé en publicidad, en casamientos y cumpleaños”, relata ahora, cuando está a punto de dar a conocer su primer largometraje.

Fue director, gestor y programador del Festival Internacional de Cine sobre Diversidad Sexual y de Género Llamale H, y su experiencia en carnaval quedó documentada con la muestra fotográfica 3 años en la vida de la murga A Contramano.

Su conexión con Julio Sosa –Piel Canela–, cuenta, se mantiene intacta hasta el día de hoy. Habla rapidísimo y con notorio entusiasmo sobre su documental Kanela, leyenda del carnaval y sobre el gran espectáculo de candombe con el que se inician los festejos por los 90 años del mítico bailarín y director de comparsas, fallecido en diciembre de 2019.

Cote sueña en grande y puede contarle a cualquiera lo que ya imagina: los tambores de Cordón, Barrio Sur y Palermo, los de Kanela y su Barakutanga, más Tronar de Tambores, los cantantes, las vedettes, las mama viejas y los gramilleros, y el baile de la multitud.

“Lo que sucedió ese domingo fue inédito”, cuenta sobre uno de los últimos ensayos generales, en el Cerrito de la Victoria. “Nos habíamos propuesto terminar con todas las comparsas tocando al mismo tiempo. Me habían dicho: ‘Cote, olvidate, es imposible’, porque cada una toca de una manera distinta. Sin embargo, esta vez, los jefes de cuerda se pusieron de acuerdo en hacer lo mismo. La familia de Kanela me decía que se estaba cumpliendo el mayor deseo de Julio: ver unida a la gente del candombe”.

¿De qué manera convenciste a Kanela de hacer tu documental?

Un día me acerqué a donde estaba y le dije: “Mirá, esto es lo que hago. Soy Fulano de tal. Esta persona me dio tu contacto”. Yo había llevado una especie de portfolio. Julio me escuchó, lo cerró y le dijo al Colo, su asistente: “Él es Cote, va a hacer una película con nosotros. A partir de ahora nos sigue a todos lados”. Lo decidió en un segundo.

La razón por la que me dijo que sí, cuando había gente consagrada que ya le había ofrecido hacer una película, no la sé. Era una persona muy espiritual. Hay quienes me han dicho que mi energía era medio parecida a la suya.

Captura de Kanela, leyenda del carnaval.

¿Cuánto tiempo estuviste trabajando en el proyecto?

Estuvimos cuatro años filmando. Arrancamos en diciembre de 2011, y lo tengo bien presente porque fue el momento en que entregaba todos los años las canastas de fin de año en el barrio. A partir de ahí, lo seguimos para todos lados con la cámara. Para mí se convirtió en una rutina: todos los días iba al club Barracas [de donde salía su comparsa, Tronar de Tambores], o a su casa, esperando que pasara algo.

¿Vos sos de Barrio Sur?

Mi padre es de Barrio Sur. Allá donde termina la calle Cuareim, donde están los edificios del Banco Hipotecario, vivía mi abuela y la iba a visitar. Cuando yo estaba por nacer, a ella le diagnosticaron cáncer y le dijeron: “Te quedan seis meses de vida”. Sin embargo, vivió seis años más. Yo era un niño, sabía que estaba enferma pero no era consciente de nada. Después me contaron que su motor para seguir adelante era el rato que pasaba conmigo. Recorrer el barrio de su mano, pasar por donde era el conventillo Medio Mundo, por el depósito de los camiones de basura, o salir a la calle cuando había tambores, me dejó algo muy fuerte. Y eso, además, contrastado con mi vida de 21 y Ellauri.

Los que conocieron a Kanela dicen que tenía una personalidad muy fuerte.

Era querido y odiado, tal vez por partes iguales. Tenía eso de “no me callo nada”, y no era una moda de una etapa, toda la vida fue así. Muchas veces eso le jugó en contra.

¿Cómo era el que vos conociste?

Era una persona muy obsesiva, exigente, cariñosa, amable, pero principalmente generosa, tanto con sus conocimientos como con sus recursos. Lo poco que tenía siempre lo ponía a disposición. Por ejemplo, en un momento se enteró de una persona a la que habían echado de la casa y quería hacerse un ranchito, y allá salió a buscar bloques. Levantó el teléfono y empezó a llamar a gente conocida y a cobrar favores. Así le daba una mano a cada persona que venía a verlo. Conseguía trabajo, o cuando le golpeaban la puerta siempre tenía un paquete de arroz o de fideos.

Muchos dicen que el carnaval es una especie de enfermedad, de locura que se contagia. ¿Te llegó algo de eso estando tanto tiempo junto a Kanela?

Había momentos de tranquilidad, pero en los ensayos, en los desfiles, en las noches previas al Teatro de Verano y en las noches de fallos había mucha adrenalina. Cuando estábamos haciendo la película, con el equipo de trabajo pensábamos: “Acá, ¿cuáles son las némesis del protagonista? ¿Contra qué cosas lucha Kanela?”. Por un lado, está la competencia del carnaval, y cada rival y, al mismo tiempo, la lluvia, que en carnaval se transforma en un enemigo omnipresente. En la cancelación de una etapa o de una llamada se puede perder mucho tiempo, dinero y preparación. Y en la película todo eso está muy bien reflejado.

Captura de Kanela, leyenda del carnaval.

¿Qué más se puede adelantar del documental?

No es lo que la gente está acostumbrada a ver en un documental. No usamos material de archivo, no hay nada guionado y no hay entrevistas. Todo está contado al ritmo de las acciones. Grabamos 100 horas de filmación. Fueron cuatro años de rodaje, tres carnavales, y lo acompañamos en instancias clave de su vida, como su cumpleaños número 80 y cuando la Intendencia de Montevideo lo declaró ciudadano ilustre. Eso y otros momentos de tranquilidad en su casa, que fueron los que nos ayudaron a generar un vínculo muy lindo con él.

Trabajaba mucho, ¿no?

Trabajaba todo el año para carnaval. No paraba. Esa frase de que “todo el año es carnaval” para Julio era literal. No había terminado febrero y ya estaba haciendo dibujitos con diseños para el próximo concurso.

¿Lograste acceder a sus ámbitos de mayor intimidad?

Fue progresivo. Al principio pensaba: “En un año tengo la película terminada”. Emiliano Massa, un amigo y mentor de este proyecto, me dijo: “Vas a ver que te va a llevar tres, cuatro años. Y la vida le dio la razón a él. Para generar el vínculo que me permitió conocer a Julio Sosa, mucho más allá del personaje Kanela, pasamos muchas horas juntos.

Tenía mucho humor, ¿no?

Sí, era alguien que siempre trataba de estar alegre y de alegrar a la gente. También lo vi de mal humor en días en los que lo mejor era no cruzar ni una mirada. Yo caía todos los días de mañana con bizcochos. Antes de que llegara nadie, ya estaba con las cámaras y desayunábamos. Muchas veces abríamos el club [Barracas] juntos.

¿Cómo era en un día previo a las llamadas?

Julio era una persona muy accesible, pero esos días eran de estrés total. Se encerraba en su oficina y pedía tranquilidad. Y ahí sí, la cantidad de gente que podía tener alrededor era muy poca, o nadie.

Lo que pasaba cada vez que desfilaba era increíble. ¿Con qué pensás que tenía que ver?

Era un magnetismo. Yo creo que tenía que ver con su autenticidad y su frontalidad, y con que generaba una energía muy especial. “Yo soy puto”, decía, y había mucha gente a la que eso no le gustaba. Hace poco, invité a unos conocidos al espectáculo y uno de ellos me dijo: “No voy a ir porque me enteré de que este el señor era un maricón”. Te das cuenta de que en pleno siglo XXI hay quienes siguen pensando así. Imaginate cómo sería cuando Kanela llegó a Montevideo a fines de los 40, casi sin saber leer ni escribir. Tenía como objetivo comerse la ciudad y lo logró. Es decir, estamos hablando de una personalidad muy difícil de encontrar.

¿Cuándo te diste cuenta de que tenías la película que estabas buscando?

Cuando frenamos la filmación ya teníamos muchísimo material muy valioso, y ahí empezó una etapa más interna. Después de tantos años invertidos en este proyecto sin generar mucha plata por otros lados, tenía que ponerme las pilas con la vida. Me había gastado todos mis ahorros y tuve que recurrir a mi familia en más de una ocasión para poder solventar los gastos básicos del día a día. A partir de ahí me metí en el proceso de pensar qué película quería hacer con todo lo que habíamos filmado, y ahí fue que me agarré una depresión gigantesca. En el medio fallece Kanela y eso me pega fuertísimo. Pensá que es alguien al que por años vi todos los días, y que sigue siendo parte de mi presente, a través de fotos y archivos. Creo que esa sensación es una de las cosas que la película logra transmitir.

Foto: Federico Gutiérrez (archivo, enero de 2019).

De la mano del documental, hay una serie de actividades con las que se va a homenajear a Kanela.

Sí, la película que se va a poder ver este martes es una edición especial, con algunos detalles diferentes a la que se va a estrenar el año que viene, y antes y después los espectadores van a poder presenciar un gran show de candombe. Esto es el puntapié de un año de celebración de los 90 años de Kanela: se va a reeditar el libro Kanela, el adiós a una leyenda, de José Cozzo y Fernando Tetes, tenemos prevista una exposición en el Museo del Carnaval, una muestra fotográfica y la instalación de un mural, hasta llegar a agosto-setiembre de 2024 con el estreno del documental en salas de cine.

Parece un proyecto muy ambicioso. ¿Siempre fuiste de generar muchas cosas al mismo tiempo?

Soy una persona hiperactiva. Y tanto en este proyecto como en Llamale H dejé la vida, pero es la forma en que llevo adelante las cosas que me gustan. Hoy mi objetivo es lograr que Kanela, leyenda del carnaval sea la película más vista del país. Ahora estoy feliz donde estoy y quiero seguir haciendo cine.

¿Cuáles son tus momentos preferidos de la película?

Hay dos tomas. Una es de cuando fuimos a Nueva York, por el Día Internacional del Candombe: vamos caminando por Manhattan rumbo al Rockefeller Center para ver el famoso arbolito de Navidad, de repente empieza a nevar, él levanta la vista al cielo y aparece su cara de niño viendo la nieve por primera vez. Después hay otra de un plano de Kanela en su cuartito, solo, viendo la grabación del desfile de llamadas en un televisor.

Y si se te viene a la mente ahora, ¿dónde lo recordás?

Con su gente, al frente de los tambores.

Kanela, leyenda del carnaval. Martes 5 a las 21.00 en el Antel Arena. Entradas desde $ 550 a $ 1.750 en Tickantel. 2 x 1 para Comunidad la diaria

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