Este miércoles se conoció la noticia del fallecimiento de Roberto Darvin, uno de los cantautores más talentosos de su generación. Tenía 82 años y fue uno de los principales impulsores de la milonga y el candombe. Entre su extensa obra destacan creaciones como “Calle Yacaré”, “Milongón del Guruyú”, “Soy Latinoamericano” y “Jacinto Vera”.
Nació en 1942 y comenzó tocando la guitarra clásica en el barrio; poco tiempo después se vinculó a la música popular. “Me atrajo, y fueron aguas donde comencé a navegar hasta el día de hoy”, recordó durante su actuación en el ciclo Autores en vivo de Agadu. “Fueron pasando los años y cuando llegué al '60 tenía 18, sin darme cuenta, y empecé a tocar profesionalmente”.
“Ahí vinieron los años, vinieron los cambios, vino Chuck Berry, el amor de mi vida, y vinieron los Beatles, etcétera. Y llegaron los tambores, que ya andaban por ahí sonando hacía muchos años. Y se me empezaron a meter todos esos ritmos en la guitarra. Empezaron a brotar de mi corazón algunas canciones; seguramente hube tomado modelos de algunas canciones, como hacemos todos, canciones que andan por ahí, algunos estilos, algunos toques”, agregó.
Darvin construyó su repertorio de música popular “utilizando ritmos folclóricos latinoamericanos, prácticamente en su totalidad, y siempre tocando guitarra criolla, guitarra de palo. Navegando las aguas de la milonga, de la música cubana, de algunos rasguidos venezolanos. Y muy atraído por el bolero, por la música romántica de México”.
A ese país llegó después de haber sido seleccionado por Rubén Castillo (“un patriarca de la televisión, de la música popular”) cuando formaba parte del programa Discodromo Show, para representar a Uruguay en el Festival de la Canción Latina en el Mundo. “Tuve muy buena suerte, regresé a Uruguay con algunos contratos firmados. Volví, hice algunos shows aquí, volví al Mundial de México en el '70 con don Carlos Solé y ahí definitivamente mi corazón quedó muy ligado a México”, explicó.
Volvió a nuestro país en 1973 y fue el propio Castillo quien le aconsejó que no permaneciera aquí por lo que estaba ocurriendo políticamente. “Me dijo: 'No es el mejor momento para que te quedes acá. Tus canciones no las puedo pasar'”. Así que regresó a América del Norte. “Un poco contra mi voluntad y un poco encantado de la vida también, porque es un país al que ya estaba vinculado afectivamente”.
Su exilio continuó en Madrid, donde vivió desde 1975 hasta 1978. Fue Atahualpa Yupanqui quien le sugirió irse a París, donde permaneció hasta 1985, aunque giró por toda Europa. Fue finalmente en ese año que regresó a Uruguay, “al cual me había llevado en el alma, en el corazón”, según sus propias palabras.
En ese exilio grabó discos que tenían mucho de su tierra. “Están por ahí, en mis canciones más queridas, recuerdos que sedimentaron y que fueron dando lugar a algunas canciones populares que aparecieron grabadas en tantos discos”. En total fueron diez los trabajos de estudio durante su carrera, aunque hubo períodos en los que estuvo alejado de las salas de grabación.
“Mi amigo Jorge Nasser me produjo un disco y me sacó del ostracismo discográfico”, dijo en referencia a Cantor de aquí (2002), donde estaba el tema “Calle Yacaré”, que Darvin definió como “una especie de semi hit”. El último disco lo presentó en 2009, bajo el título Vamos bien.
Darvin también tuvo su pasaje por el Carnaval. En sus inicios (1963) salió en la murga Asaltantes con Patente. En el último tramo de su carrera participó como compositor en Yambo Kenia (2007), y luego subiendo al escenario para interpretar sus creaciones, en Serenata Africana (2011) y C 1080 (2019).
Tambor de cuerdas
En conversación con la diaria en 2010, Darvin contó cómo llevó el candombe a la guitarra. “A mí me dio mucho trabajo llegar a lo poco que toco, porque no tenía referencias, o sea, dónde hacer pie para crear a partir de allí, la referencia eran los tambores y eso sí estaba claro. Lo que hice en la trama, que son los cuatro tambores (si tenemos en cuenta el bombo, que ya ni se usa), teniendo mucho cuidado de no pelearme con nadie, fue meter un hilo más en el tejido. Y dibujar en ese telar maravilloso que es el golpe de los tambores. Meterme ahí con la guitarra en puntitas de pie swingueando sin que nadie me lleve por delante ni pisar a nadie”.
“Cacho Jiménez decía que si hay tambor piano y chico hay candombe; significa que hay un tambor que no es imprescindible, que es el repique, y ahí hay un lugar para tocar la viola. Es el tambor más difícil pero es el más libre y es el que te permite irte y entrar cuando quieras sin que nada se caiga. Pero no es tema fácil porque los tambores no te acompañan, vos tenés que encontrar la vuelta porque el toque va a cambiar y van a acelerar, y es así que grabamos todos”.