En Uruguay, murga es identidad nacional. Única por su formato de escenario, su musicalidad, la duración de los carnavales en los que se inserta, su contenido político y su humor, logró cruzar fronteras y convertirse en un fenómeno transnacional: existen cientos de murgas formato uruguayo en América Latina.
¿Cómo y por qué una manifestación cultural tan nuestra prende en otros territorios? ¿Qué tiene la murga que, con su fuerte arraigo en la idiosincrasia uruguaya, logra moldearse y abrirle espacio a quien quiera probarla, sin importar su origen? ¿Cómo llega la murga a la vida de esas personas?
En el caso de Chile, “la gente se encuentra con la murga; es incidental, es sorpresivo, es nuevo”, explicó a la diaria Manuela Pacheco Solà, licenciada en Teoría e Historia del Arte, que dedicó su tesis de grado a investigar la murga formato uruguayo en ese país ―del que es oriunda―, donde existe un “carnaval imaginario” que se da sin temporalidad fija ni estructura carnavalesca definida.
A Pacheco Solà le pasó eso que se parece un poco al amor o a la magia: conoció la murga por casualidad, invitada por otra persona, y ya no pudo alejarse de ella. Pensaba: “¿Qué es esto? No puede ser. ¿Cómo yo no sabía que esto existía? ¿Y cómo tanta gente no sabe que esto existe? Es maravilloso. Quiero hacer esto”. Entonces se sumó a la murga Peras del Olmo y empezó a cantar. “Y ahí dije ‘no puedo dejar de pensar en esto, me gusta demasiado'”. Así que llevó esa pasión a su ámbito de estudio y comenzó a investigar, aunque no fue fácil, porque “no se habla de carnaval en la academia en Chile”. Sus trabajos están generando un corpus teórico innovador en el país. Además, forma parte de la murga La Lucha.
El inicio de la murga en Chile está marcado por un viaje de Eduardo Pitufo Lombardo a la Universidad Vicente Pérez Rosales para guiar un taller, invitado por los profesores Raúl Suau y Oscar Pino, junto al estudiante uruguayo Mateo Gargiulo. Los talleres se transformaron en ensayos y los ensayos en la primera murga formato uruguayo del país: La Urdemales.
Con los años fueron surgiendo nuevos conjuntos. Pacheco Solà señaló que “los períodos más álgidos de movilización social son en los que hay más reuniones públicas con arte, más escenarios en las calles, la murga prende más y se hacen otras murgas”. A 19 años de esa primera experiencia, registró 25 conjuntos, de los cuales 15 siguen vigentes.
Sin carnaval
En Uruguay la murga tiene un arraigo territorial fuerte y una estructura temporal determinada. No es así en Chile, donde los conjuntos actúan en escenarios de festividades o eventos sociopolíticos sin diseño carnavalesco. La cultura de carnaval “es bastante parcelada”, explicó la investigadora. “Se dan carnavales, pero no es que una nación completa se asume en carnaval. Aunque hay personas que se asumen en períodos carnavalescos, no es una cosa identitaria nacional”.
Las murgas actúan en instancias de organización barrial y en el Murgódromo, gestionado por el conjunto Peras del Olmo, un evento en el que “canta una murga atrás de la otra”. Esos son momentos carnavalescos, mas “no llegan a ser un carnaval en el sentido de temporalidad definida, de arraigo identitario y de que la gente lo espera”.
La investigadora señaló una diferencia entre carnaval ―institución― y carnavalesco ―característica―, extrapolando la diferenciación que hace André Malraux entre el museo y lo museal. De allí surge su concepto carnaval imaginario: la murga es portadora de lo carnavalesco en su experiencia, en su recorrido emocional, en su intención, en sus trajes, en su maquillaje, en su mensaje.
Feminizadas
“En Chile no podemos decir que conocemos el carnaval uruguayo como tal. Conocemos un pedacito de lo que nos llega, que son 20 murgas de 300. Nuestros referentes en Uruguay son las murgas de concurso, que son las que vemos en Youtube”, destacó Pacheco Solà. “Eso que conocemos son mayoritariamente hombres que cantan fuerte, que utilizan la nasalidad, y nosotros acá, que somos fans, un poco buscamos eso. Hay murgas que buscan eso, otras que no”. Sin embargo, la estridencia es algo que, en general, descoloca a la gente en Chile. A las murgas les preguntan: “¿Pero por qué tan fuerte?”.
A pesar de ese ideal marcado por la masculinización del Concurso Oficial de Carnaval en Uruguay, en Chile la murga es un fenómeno feminizado. ¿Cómo se dio la gran presencia de mujeres en las murgas chilenas? “Tiene que ver con que la murga nace en contextos universitarios en los que las mujeres ya tienen más posibilidades de hacer estas cosas, no pasa lo mismo en otros contextos en los que todavía son dueñas de casa, maternan solas y no tienen la posibilidad de hacer carnaval. Su origen tiene que ver con el tema de clase, aunque hay mujeres trabajadoras, madres, dueñas de casa haciendo murga en Chile”.
La murga formato uruguayo en Chile, en muchos casos, “ha superado la etapa de imitación”. “Hay murgas que no buscan la estridencia, hay murgas que han generado espectáculos autóctonos”, dijo la investigadora. Algunos elementos perviven en la mayoría de los conjuntos, como pintarse la cara o hacer remeras.
En una murga “no puedes hablar de una realidad que no vives”, puntualizó Pacheco Solà. Por eso, el mensaje es “lo que importamos, agarramos y usamos aquí, pero a la vez también es lo que nos diferencia, porque hablamos de lo que pasa aquí y el lenguaje con el que nos comunicamos, las palabras que utilizamos son chilenas. Si no es así no tendría sentido, porque la gente no entendería nada”.
Autogestión y precarización
En su tesis, Pacheco Solà afirma que en Chile “todas las murgas son colectivos artísticos que funcionan de forma autogestionada en un 100%, o mixtas en donde se ganan algún que otro proyecto estatal”, por lo que “se hace necesario el cuestionamiento respecto de la dignificación del oficio murguero, considerando las horas dedicadas y el desgaste tanto físico como emocional que sugiere sostener un proyecto de tal envergadura. Para próximas investigaciones se abre una pregunta: ¿autogestión o precarización laboral para los murgueros en Chile?”.
La investigadora contó que las murgas, para recibir dinero del Estado, se tienen que presentar a fondos que no son exclusivos para el género, y a veces los ganan, “pero no son el sostén de la murga; la autogestión lo es”.
¿Verla como un trabajo mata la idea de juego, de deseo? “Puede ser que la mate, pero también nacen otras cosas buenas. Por ejemplo, que la murga signifique una retribución económica es que haya una reciprocidad más allá del aplauso y el cariño, que siempre es muy importante. También que podamos compartir escenarios con otros referentes de la música”.
En la actualidad, las murgas actúan en algunos escenarios, y en general no les pagan ni tienen las condiciones óptimas para cantar, como la línea de micrófonos o el retorno. Pacheco Solà opinó que “hay que encontrar un balance” entre ir a los escenarios barriales, llevar un “mensaje necesario” y lograr actuar en espacios en los que les paguen, por ejemplo, el transporte.
“Hay cosas buenas en la autogestión”, aseguró la investigadora, “pero hay que tener cuidado con romantizar la precarización de les trabajadores del arte”.