Mercedes Morán estaba “empachada de series” y, luego de cinco años, quiso volver a hacer teatro. Venía de producciones grandes, como El Reino y Iosi, el espía arrepentido, además de haber protagonizado películas como Norma y Elena sabe (papel que sus cervicales aún recuerdan), y todavía le queda acompañar el derrotero por festivales de un largo brasileño en el que participó, La búsqueda de Martina, centrado en una abuela de Plaza de Mayo que investiga el paradero de su nieto y viaja a Brasil porque sospecha que puede estar allá.
Con el deber más que cumplido con las pantallas, Morán no esperó otros libretos: se puso en el rol de productora, adaptó una comedia francesa breve sobre un matrimonio de años, y se dio el gusto de armar equipo con Imanol Arias -lo tenían pendiente- y de llamar a Claudio Tolcachir para la dirección; gente de confianza y un cartel que convoca.
En plena campaña de difusión, la prensa del corazón no tardó en morder el anzuelo que arrojó su partenaire: no sólo estaban compartiendo escenario por primera vez, sino que estaban viviendo un romance. Que no. Treta de Imanol. Comedia extracomedia.
En abril, cuando estrenaron, la periodista argentina Laura Ubfal destacaba que eran el espectáculo más caro de la ciudad de Buenos Aires pero igualmente tenían agotadas las ocho semanas programadas inicialmente. Siguieron a tope, en julio bajaron y ahora es momento de una pequeña gira, que tocará Chile y Paraguay, y que los trae a El Galpón con Mejor no decirlo a partir de este jueves. Los teatros españoles deberán esperar al año que viene.
De Mercedes Morán, que atiende el teléfono antes de cruzar a Montevideo, se encuentran tantas entrevistas como eventos de su trayectoria artística. Forzada a ordenar su propia historia, cómo devino la que conocemos, contó reiteradamente que iba a ser socióloga pero que la dictadura vació de contenido la carrera, así que, convencida por una amiga, dio la prueba para estudiar teatro con Lito Cruz. Que se había casado muy joven y estando embarazada de su primera hija, preparó una obra de García Lorca para ver si la aceptaban en la academia de Cruz. Hizo Yerma, esa pieza durísima sobre una mujer estéril, y ella con su panza; dice que así entendió lo que es la comedia.
El gran público la conoció años más tarde con Roxy, su personaje en Gasoleros (1998), la tira producida por Polka en la que impuso hasta un tono de pelo. Pero no hubo jamás una estrategia para elegir los papeles, aunque con el diario del lunes se vean como aciertos. Después, junto a los aplausos, llegan las derivaciones inesperadas, como haberse hecho viral, hasta hoy, con el latiguillo en plan autoayuda que le repetía a Graciela Borges en la serie El hombre de tu vida (2011), dirigida por Juan José Campanella: “Siempre terraza, nunca sótano. Terraza, terraza, terraza”.
Mejor no decirlo marca el regreso como actriz de Morán a Montevideo, donde había estado por última vez en 2016 con un texto propio, Ay, amor divino, también con dirección de Claudio Tolcachir.
Tolcachir, que trabaja entre España y Argentina, ¿ayudó a hacer el link con Imanol?
No, la producción la hice yo, hice la adaptación del texto, que es una comedia francesa, y convocamos a Claudio. Después pensé que así como dice el título, Mejor no decirlo es una obra que habla de cuándo se calla, cuándo se habla en público, cómo en privado, entonces me pareció que el hecho de tener un actor español podía sumar a este juego que hace la dramaturgia. Nunca habíamos trabajado juntos, y nos lo habíamos prometido.
Con Imanol se habían conocido cuando él estaba filmando Camila (María Luisa Bemberg, 1984) y te fue a ver en tu primer trabajo teatral.
Claro, esas vueltas de la vida: cuando debuté en teatro, hace muchos años, él estaba terminando Camila y yo era muy amiga de Susú [Pecoraro, coprotagonista de la película], entonces fueron a verme. Así que bueno, como dato de color, nuestro primer encuentro fue cuando él fue a verme en El efecto de los rayos gamma sobre las caléndulas, así que era todo un cuento lindo.
Siempre da la impresión de que vos le imprimís a cada personaje, más allá de los tonos de cada uno, una energía muy joven. ¿Lo detectás como una de tus fortalezas?
Mirá, no sé. De afuera se debe ver más claro. Lo que sí te puedo decir es que me divierte mucho la idea de componer distintos personajes, de habitar muchas mujeres, y siempre trato de que no se parezcan. En este espectáculo, paradójicamente, siento que el personaje está muy cercano a mí, más allá de que es comedia y tiene una vuelta de rosca. Si tengo que ponerme de un lado o del otro, soy de las que dicen más que de las que callan. Pero esta mujer tiene una especie de descontrol sobre lo que tiene y no tiene que decir.
¿Algo así como una sincericida?
No tanto, pero a diferencia de muchas obras bastante convencionales que hemos visto de parejas -que durante mucho tiempo se han ocultado cosas y que en esta oportunidad se van a deschavar y van a sacar los trapitos al sol-, esta es una pareja que ha sido constituida desde una edad determinada, ya adultos, donde no hay secretos de ningún tipo, entonces el conflicto se establece a partir de que el personaje masculino es más políticamente correcto. La autora es la hija del cineasta Claude Lelouch [Un hombre y una mujer, 1966], es directora, actriz, feminista, y escribió esta obra sobre lo que se dice, con un personaje más deconstruido que otro, y de eso va la comedia.
Más allá de que se conocen hace años, ¿descubriste cosas trabajando con Imanol que te sorprendieran?
Claro, siempre que encarás un trabajo, sobre todo en el teatro, que el vínculo con tus compañeros es más intenso del que podés llevar a cabo en una película o en una serie. El teatro imprime esa ceremonia diaria, en vivo, con el público, que hace que establezcas un vínculo más profundo, sobre todo teniendo que construir una pareja, esas cosas que tiene la actuación, que de pronto tenés que crear un vínculo de años, de mucha confianza, de complicidad, con alguien con quien no trabajaste nunca. La verdad es que la experiencia resultó muy divertida, nos entendemos bien. Es la primera vez que Imanol hace comedia, con lo cual también fue para él muy estimulante. Creo que en España en general el teatro está muy apoyado en los grandes textos, en los clásicos. Entonces no es tan disparatado que un actor con tanta experiencia no haya transitado la comedia.
Tu caso parece el contrario.
He transitado, tanto en cine como en teatro y televisión, muchos géneros, y la comedia es uno de ellos. Además, soy una profunda defensora del sentido del humor, me gustan los textos que no son grandilocuentes ni solemnes. Me parece que provocar la risa, además de que es una energía preciosa, que revitaliza, es una manera de llegar al espectador y a lo que uno siempre aspira, que se vaya reflexionando sobre los asuntos que ha visto. El humor es un buen camino, que relaja, que lo pone en un lugar más abierto para recibir el mensaje, por llamarlo de algún modo.
Repasando tus trabajos, hay uno temprano que te liga a Uruguay: fuiste parte del elenco de Nunca estuve en Viena (1989), que dirigió Taco Larreta, con la actuación de China Zorrilla.
Mi vínculo con China fue muy, muy profundo. Hemos trabajado muchas veces juntas, más allá de esa película, hemos hecho teatro juntas. De hecho, yo conocí Uruguay de la mano de China, haciendo la gira de Una margarita llamada Mercedes, también de Jacobo Langsner, a quien quise muchísimo. A Taco lo conocí con Nunca estuve en Viena. Hay una cantidad de actores, actrices y autores uruguayos, de los que siempre estuve muy cerca, y aunque algunos de ellos hayan partido, siguen muy presentes en mi vida.
Mejor no decirlo, de Salomé Lelouch. En la sala César Campodónico de El Galpón. Del jueves 8 al domingo 11 de agosto a las 20.00. Sábado 10 agrega función a las 22.00 y el domingo 11 agrega función a las 18.00 Entradas de $ 2.570 a $ 3.770. Beneficios para Comunidad la diaria con cupo limitado.