Osvaldo Reyno, un protagonista detrás de la escena, una muestra coproducida entre el museo Zorrilla y el Instituto Nacional de Artes Escénicas, estará en exhibición hasta el 19 de octubre en el museo Zorrilla. A través de maquetas, escenografía, fotografías y utilería, se revisita la trayectoria de un teatrero uruguayo que marcó un quiebre en el modo de trabajo, cuando lo que se acostumbraba a usar, previamente, eran los telones pintados.
Para traer el recuerdo más nítido e identificable: Reyno es el responsable del árbol, esa escultura blanda que vestía el escenario del Circular en El herrero y la muerte (1981) y que últimamente se podía ver en el hall del teatro Victoria. De esa época fermental también datan sus aportes para Esperando la carroza y Doña Ramona, pero entre cerca de 600 trabajos se cuentan también múltiples colaboraciones con la Comedia Nacional e incluso en Buenos Aires, con el Teatro Nacional San Martín y, en otra vena, junto con Carlos Perciavalle y Susana Giménez. Tan amplio y valioso es su recorrido que, mientras se montaba la muestra homenaje, Reyno recibió la noticia de que le otorgarán próximamente la distinción de ciudadano ilustre de Montevideo.
El curador de la exposición, Gerardo Mantero, habla de Reyno como “un hacedor”, “un creador intuitivo” y “un artista visual en función del teatro”, en suma, “un hombre de teatro íntegro”, menos interesado en detenerse en teorías, más volcado a un involucramiento orgánico con las propuestas. Recalcaba el propio escenógrafo, en el volumen Diseño teatral en Uruguay. La escenografía desde la experiencia, que el Instituto Nacional de Artes Escénicas junto con el Centro de Investigación, Documentación y Difusión de la Artes Escénicas publicaron en 2016: “lo que me interesa es que el espectáculo salga bien”, dando cuenta de su concepción de equipo y de la totalidad del planteo.
“Fue con Hugo Mazza, uno de los fundadores del Teatro Circular, que Osvaldo Reyno comenzó a trabajar. Luego de que su hermano Walter lo llevara a ver una obra de teatro que no le interesó, quedó encantado con la trastienda del teatro, su maquinaria, ese espacio que relacionaba la artesanía con las artes plásticas. Desde ese momento, se comienza a cimentar la trayectoria del escenógrafo más influyente y rupturista de la escena nacional: por su concepción del manejo del espacio escénico, por su relación con los materiales, una práctica innovadora que transformó la participación de los actores, directores y del público; un involucramiento con el hecho estético que, en muchos casos, influía y hasta definía una puesta en escena”, apunta Mantero.
“Estableció un diálogo diferente, basado en la integración del escenógrafo al espectáculo; sus aportes incluían el riesgo formal, para lograr ese pacto mágico entre el público y lo que se propone desde el escenario, sin temor a incomodar al espectador. De esta forma, se emparentó con las vanguardias de la modernidad que pautaron su época, persiguiendo la idea de que enfrentarse a una obra de arte producía un descubrimiento -o la inminencia de una revelación, al decir de Borges- que nos podría cambiar nuestra percepción de la realidad”.
La idea de llevar a cabo una muestra sobre Reyno, con las dificultades espaciales que implican mostrar o rescatar escenografías, a veces apenas reconocibles en fotografías, surgió de algunos representantes de aquella generación de resistencia en el Circular, que integraron Isabel Legarra, Mary Varela, Pelusa Vidal y Luis Vidal Giorgi.
Mantero detecta varias dimensiones de la trayectoria de Reyno, partiendo de su transformación del lenguaje teatral, desde el trabajo en el espacio, con los objetos, que resignificaba, y algo menos con la utilización de bocetos. Yendo a un ejemplo del modo en que dialogaba con la dramaturgia y elaboraba una idea escénica de manera drástica es lo que hizo para La comuna de París, que dirigió Omar Grasso, un espectáculo en el que las sillas, más que ser utilizadas como mobiliario, asumían un carácter simbólico. El curador observa allí la huella de su pasaje por la Escuela de Bellas Artes, una formación lateral, ya que en aquella época todavía no existía un lugar específico para escenógrafos. De hecho, décadas más tarde, Reyno terminó inaugurando la tecnicatura en su rubro en la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático.
Por los gajes de su oficio, Reyno es, sin dudas, un gran acopiador de objetos, y muchos aun los atesora en su actual centro cultural, la Vieja Farmacia Solís. La muestra en el Zorrilla se nutre de algunos de esos elementos, más una selección de imágenes que recorren la historia reciente del teatro nacional, tomadas de los archivos de Amílcar y Alejandro Persichetti. También hay parte de la instalación que hizo el año pasado en el teatro El Galpón, un trabajo colectivo a 50 años del golpe de Estado. En un pequeño sector del museo se recreó su taller y además se proyecta un reportaje del ciclo Los maestros, de Tevé Ciudad.
Osvaldo Reyno, un protagonista detrás de la escena en el museo Zorrilla (José Luis Zorrilla de San Martín 96), de lunes a viernes de 14.00 a 19.00 y sábados de 11.00 a 16.00.