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Andrea Arobba.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

Andrea Arobba celebra 15 años del ciclo de danza contemporánea Solos al mediodía

8 minutos de lectura
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“Este país está lleno de artistas”, afirma la coreógrafa y bailarina uruguaya.

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“¿Y ahora quién soy, después de haber atravesado todas estas obras?”, se pregunta Andrea Arobba en una escena del documental biográfico La escena interior (Gabriel Bendahan, 2023). Sobre la voz en off, las imágenes muestran a una mujer en fuga, dispuesta a chocar con las paredes de un túnel como única forma de combatir el fantasma de la muerte, cortando el aire de la rambla entre las columnas de una plaza céntrica con movimientos de artes marciales y tomándose una pausa para explorar la oportunidad de unas figuras chinas de papel.

“Cada uno tiene un mundo adentro; la mayoría de las veces no tiene forma, o queda obturado. La danza te reconecta con esos sentimientos y te permite darles un sentido”, dice en otro fragmento del documental. En el recorrido de su trayectoria contada en primera persona, la pieza de videoarte Personal (2014) vuelve a surgir como el mejor resumen de su estilo. El texto que acompaña la obra se refiere a una “sucesión de personajes encarnados por una misma performer”. “Nunca te sentís en el aquí y ahora como cuando estás bailando”, asegura la coreógrafa, bailarina, directora, curadora, docente e impulsora de espacios para la danza contemporánea en Uruguay. Un perfil más fiel también debería incluir: quinto dan de Aikido, cineasta y actriz. Sus obras, personales o colectivas, transitan con gracia los bordes de lo conocido y les dan forma y música a los misterios de la naturaleza y la raza humana.

Este año, celebra 15 años de uno de sus proyectos más ambiciosos con el espectáculo (No tan) Solos: Somos Patrimonio en funciones continuadas durante octubre y noviembre en la sala Delmira Agustini del teatro Solís. En una pausa de los preparativos del evento, su curadora conversó con la diaria.

¿Cómo surge Solos al mediodía?

Fue así: yo tenía un solo y Florencia Martinelli, otro. Entonces presentamos una propuesta al Solís, diciendo que queríamos hacer estas dos obras al mediodía, con luz natural. Un día me llama Gerardo Grieco, que estaba en la dirección del teatro, y me dice: “Andrea, me encanta esto que me estás proponiendo, pero si yo te digo que hacemos un ciclo en primavera, así al mediodía, ¿vos me decís que tenés ocho solos uruguayos para presentar?”. Le dije que sí. Me respondió: “Ok, traeme el proyecto”.

¿Y vos sabías que podías conseguir esa cantidad de solos?

Me tiré al agua. Pensé: “Esto tiene que salir. O sea, tenemos que ganar un espacio”. Era una oportunidad increíble. Empezamos a llamar a mis colegas y a preguntarles: “¿Bailarías un solo para un espectáculo que estoy organizando?”. “Sí, sí, sí”, respondieron. Y así empezó. Me la jugué. O lo hacía así o no salía.

La de este año es una fecha especial del ciclo, que además tiene algunas características diferentes a las anteriores.

Este año, por el 15º aniversario, vamos a tener 15 obras. Y lo que seguimos buscando al armar la grilla es lograr un equilibrio entre artistas consagrados y emergentes, en distintos momentos de su formación. Seguimos en la sala Delmira Agustini, pero por logística del teatro, en vez de estar a las 13.00, como hicimos tradicionalmente los primeros diez años, las funciones de esta edición serán los viernes y sábados a las 17.00 y a las 20.00.

En 2009 Uruguay era otro y el lugar que ocupaba la danza contemporánea era muy distinto al que tiene ahora.

Era otra cosa. Por ejemplo, no había educación formal en danza contemporánea, sólo en danza clásica y folclórica. Después tenías algunas academias privadas de danza contemporánea, pero no existía ni la Escuela del Sodre ni la de la Facultad de Artes. Desde entonces, el movimiento ha crecido muchísimo.

Este ciclo es el que más ha durado y eso ha generado un acervo enorme, no sólo en la memoria, sino en la vivencia y en el crecimiento de sus participantes y espectadores. Es un ciclo que lo único que hace es crecer, junto con la comunidad, la sociedad y la cultura. Por eso, este año le pusimos como subtítulo “Somos patrimonio”, porque consideramos que somos un patrimonio inmaterial de la cultura.

La danza en Uruguay está muy bien representada en el mundo. Tenemos nuestra propia identidad. Este país está lleno de artistas. Eso es increíble. El taxista escribe poemas o tiene una banda. O sea, todo el mundo hace algo artístico. Tenemos una sociedad curiosa a la que le interesa salir y nutrirse.

A diferencia de quien escribe poemas, tal vez sólo para él, la danza requiere una expresividad que parece más inaccesible para algunos.

Bueno, sí. Pero mirá qué curioso: capaz que el uruguayo era más chúcaro en ese sentido, ¿no? Pero ¿qué pasó? Cuando aparecieron Marcelo Tinelli y Bailando por un sueño, la gente empezó a cambiar eso. Y eso cambió la sociedad.

Antes, los chicos del liceo eran más estructurados. Ahora los ves sentados unos arriba de otros, y en eso también influyeron mucho los bachilleratos artísticos. La danza en Uruguay se ha expandido de una manera exponencial.

¿Vos por qué elegiste la danza contemporánea?

Yo nací bailarina. No paraba de moverme. Armaba mis propios espectáculos cuando era niña. Elegía la música, los vestuarios, preparaba coreografías y mi familia era mi público. Decía: “Bueno, hoy tenemos un show”. O sea, eso fue innato. Y me sigue pareciendo hermoso cuando pienso: “Hago lo que siempre quise”. Cierro los ojos y soy la misma niña que ahora.

Una de las cosas que más interesa, a la hora de organizar una nueva edición de este ciclo es la idea de despertar vocaciones. Como además es un ciclo con entrada libre, siempre se acerca un público que no es del nicho de la danza, y de los que nos vienen a ver siempre surge alguna persona que dice: “Ah, yo también podría hacer esto”. Las características de la sala y del espectáculo colaboran para generar una cercanía interesante, como que está todo a la vista, y la empatía que se genera es muy distinta a la de una obra con una puesta en escena más tradicional.

La danza, más allá de la danza, es movimiento y contacto con el otro. Vuelvo a traer el ejemplo de bachilleratos artísticos. En esos espacios, muchos jóvenes que en otro momento desertaban del sistema educativo encontraron un lugar para refugiarse cuando no lograban identificarse con el resto de las cosas que se les proponían.

A no olvidarse de todo lo que nos generó la pandemia, con las clases por Zoom y sin la posibilidad de compartir un espacio físico, y lo que vino después con el crecimiento de las redes sociales. ¿Y qué pasa con el contacto y la risa? ¿Cómo hacemos para encontrar verdaderos espacios de sociabilidad?

Ahí la danza puede jugar un rol clave por todos sus beneficios: te despierta las neuronas, te genera la sinapsis más rápido y eso te puede ayudar a que salgas de la depresión. El abrazo te genera dopamina. La risa, endorfinas. El juego que ofrece la danza te hace estar en alerta. Bailás y te ponés de buen humor. Es como una droga, pero saludable.

En tiempos de transformaciones educativas, ¿qué rol tiene la danza?

Por ejemplo: ¿empezar a las 7.00 de la mañana? No, ya vimos que no. Las neuronas están dormidas. Conviene arrancar las clases más tarde. Y por supuesto que sería fundamental incluir una hora de ejercicios diaria. Y no tiene que ser algo vinculado a un esfuerzo, todo lo contrario. Lo ideal son ejercicios ligados a juegos que te generen algo de sorpresa, como que te tiro una pelota, o lo que sea, y tenés que despertar los sentidos para poder jugar.

Hay miles de opciones para propiciar y mejorar la creatividad. Entonces, si los niños empiezan haciendo ejercicios y están más despiertos, cuando van a ver matemática, están predispuestos de una manera muy distinta.

¿Con qué estudiamos? Con el cuerpo. Pensás con todo el cuerpo, no sólo con el cerebro. Muchas veces pasa que en movimiento podemos resolver problemas a los que no le encontramos solución mientras estamos quietos.

Hoy se habla mucho de que cada persona tiene un ritmo diferente de aprendizaje. Si vos activás tu cuerpo desde otro lugar, con el movimiento y con distintos ejercicios, también se estimula el aprendizaje de otras maneras.

Encontraste un impulso importante para tu carrera artística a partir del dolor de la pérdida de tu madre. Es otra perspectiva muy interesante de tu proceso de creación.

La danza te salva, el movimiento, porque la danza es igual a movimiento. Entonces, hay que moverse del lugar para que te pasen cosas; si una se queda estancada, se marchita.

¿Para vos ese movimiento del dolor hacia una dedicación muy intensa a tu trabajo fue instintivo? ¿Alguien hizo de guía?

Es una pulsión, y yo la escuché. Hay una cuestión de la intuición que en mi caso es muy fuerte, y que la dejo actuar: estoy atenta a qué me dice. Yo pienso con todo mi cuerpo. Por eso defiendo tanto eso de que los niños no queden como trancados. Hay algo en la persona que se tiene que mover adentro, para poder generar otro tipo de conexión.

¿Se podría decir que la danza cura?

Sí, porque te saca de estados, te cambia los estados, te altera la química del cuerpo y no tenés que tomar ningún fármaco. Es un tratamiento natural.

De tu formación siempre destacás el espacio que encontraste en tus años con el grupo de investigación y creación Contradanza.

Fue como mi madre de la danza, digamos. Había egresado de la Escuela Nacional de Danza y era como “¿Me tengo que dedicar al clásico?”. No, yo me sentía identificada mucho más con el contemporáneo, aunque en ese momento no se le decía así, era “danza moderna”.

¿En esa línea hubo algún espectáculo en particular que inspiró tu creatividad?

De danza no sé, pero siempre recuerdo un espectáculo del mimo francés Marcel Marceau que me marcó. Y después, en 1992, yo ya estaba en Contradanza cuando llegó aquel barco francés a Uruguay con un montón de artistas [las compañías teatrales Philippe Decouflé, Philippe Genty y Royal de Luxe y el grupo musical Mano Negra]. Hicieron un espectáculo en la explanada del Solís y otro en el puerto. Vi eso y me explotó el cerebro. Fue como: “¡Yo quiero esto!”.

Y en Contradanza estábamos en una sintonía parecida. Nosotras improvisábamos y nadie nos marcaba los pasos. Traías ideas, había dirección y demás, pero eras vos la que creabas. Te podían marcar “es eso, andá por ahí”.

La particularidad de la danza contemporánea es que el nivel de creatividad que le genera al intérprete es muy grande porque trabaja con lo propio. Si hay un director, puede ayudar al intérprete a encontrar una dirección. A veces yo me imagino algo y le pido al intérprete no sé qué, y saca algo mejor de lo que yo me imaginaba, o si no lo logra, lo intento llevar hacia el orillo.

Tus obras tienen algo del arte performático.

Yo digo que hago danza, pero en realidad, si ves mis obras, levantan imágenes. Es como más cinematográfico, incluso, es como si fueras a ver una película, hay escenas, los personajes entran y salen. Yo me imagino el vestuario. Digo: “Ah, esta obra la voy a hacer con pelucas negras y gabardinas”, por ejemplo. “Esto es de traje con camisas de colores abajo, no sé, como que desde el comienzo tengo ideas muy claras de lo que quiero plasmar en una obra”.

Debe ser linda la sensación de concretar eso que imaginaste.

Es hermoso. El estado de creación es inigualable. Estás absorbiendo todo, estás cocinando y seguís pensando en la obra. Una cosa de la vida cotidiana te dispara otra y de repente la llevás al escenario. Como que la vida cotidiana y el escenario forman parte de una misma escenografía. Todo está pronto para ser usado y tomado. Hay que estar atento y saber combinarlo.

(No tan) Solos. Ciclo de danza contemporánea. Viernes y sábados de octubre y noviembre a las 17.00 y a las 20.00 en la sala Delmira Agustini del teatro Solís. Entrada libre. Fiesta de inauguración el sábado 5 de octubre, de 17.00 a 18.30, con DJ Falsifica y Crea Cultura en la explanada del teatro Solís.

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