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Kassandra.

Foto: Nairí Aharonián

Kassandra, de Sergio Blanco, vuelve dirigida por su hermana Roxana, que la había protagonizado hace 15 años

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Tragedia contemporánea en un bar de Ciudad Vieja.

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“Como un palimpsesto, esta nueva puesta conserva huellas de la anterior, pero dejando que nazcan otras voces, otros ecos, otros posibles”, apunta Roxana Blanco desde el programa de mano de Kassandra. El unipersonal de Sergio Blanco, su hermano, se monta en un bar, tal como pidió el dramaturgo uruguayo radicado en París.

En 2010, Roxana Blanco se había puesto en la piel del personaje trágico, bajo las indicaciones de Gabriel Calderón, en Tractatus, un multiespacio con barras de tragos incluidas. Ahora, la actriz Soledad Frugone convoca en Dehiok, una esquina de Ciudad Vieja que describen como cruising gay bar, y que, como también advierten, funciona únicamente para el público teatral durante el transcurso de la función.

Hay un maniquí en el zaguán del boliche, con dos cartas de bebidas colgadas del cuello. Al traspasar la puerta, que bloquea la visual de la calle y aísla el espacio, las mesas de madera altas se alternan con los sillones plásticos con forma de huevo espacial. Suena “Waterloo”, de ABBA, en la pantalla, y las imágenes de la banda sueca se reflejan en la bola de espejos, que comparte el salón con luces con filtro amarillo y rojo. De la barra salen tragos y cafetería para los asistentes. Kassandra toma un vaso de leche, baila, revisa su celular y deambula en su hotpant de cuero plateado y medias de red, mientras regatea con los presentes, en un inglés medio inventado, algo que tiene en una caja de cigarrillos. “Three dollars, one dollar”.

Afuera está frío, adentro, el clima se pondrá espeso cuando esta travesti repase historias de incesto y crimen, de competencia y de desolación, de guerra y de muerte, exigiendo protagonismo, discutiendo con los autores griegos. Sin embargo, se trata de una tragedia contemporánea, un monólogo en el que la troyana es ahora la cara más oscura del exilio, una migrante que sobrevive vendiendo productos de contrabando, encontrando refugio en Bugs Bunny.

El vehículo de ese discurso es parte del mensaje: “Esta pieza ha sido escrita en el inglés precario de su personaje Kassandra, que apenas conoce este idioma, y en el inglés insuficiente de su autor que lo desconoce por completo. Se trata de una lengua de sobrevivencia tanto para el uno como para el otro”, escribió Blanco en la introducción. Así establece una cláusula: “Puesto que esta precariedad lingüística será justamente el soporte fundamental de todo este texto, su traducción a otra lengua queda terminantemente prohibida, exceptuando las didascalias, que han sido escritas en español”.

Dice allí también que “la pieza deberá transcurrir hacia la medianoche en un verdadero bar extremadamente marginal y sórdido que estará ubicado en la periferia próxima de alguna ciudad”, cercano a algún puerto, estación de trenes o terminal de buses. Ese ambiente que se solapa con la ficción también procura intimidad. Este punto se quebró en 2020, cuando la versión de Sergi Belbel con la actuación de Elisabet Casanovas pudo verse en la sala Verdi como parte del Festival Temporada Alta de Girona (Roxana Blanco estaba en la platea). Y debe ser una regla tan flexible como el cuerpo de esta Kassandra, que se mueve con hambre de verdad y pulsión de muerte, aunque prefiera desoír al oráculo, las cartas.

De acuerdo con la web de Sergio Blanco, Kassandra tuvo al menos 26 puestas en escena en distintos países, incluyendo una ópera de cámara del compositor Pablo Ortiz, sobre el texto de Blanco, estrenada el año pasado en el Centro de Experimentación del Teatro Colón, de Buenos Aires, una coproducción con la Escena Alternativa de la Ópera Nacional de Grecia.

Kassandra. De jueves a domingos a las 20.00 en Dehiok Bar (25 de Mayo y Juncal). Entradas en RedTickets a $ 600. 2x1 para la diaria.


Baile de huesos: antesala burocrática de la muerte

En La Cretina (Soriano 1236), los lunes a las 20.30, copa previa para quien guste, como es hábito en esa sala, el escenario se rige por estatutos de oficina, con cuatro moribundos negociando con la muerte, una funcionaria con los papeles desordenados, su tránsito definitivo o un tiempo adicional de este lado. Baile de huesos, de la española Elena Belmonte, reúne a cuatro personajes que, en tono más jocoso que El séptimo sello, de Bergman, encarnan dinámicas propias de un juicio oral tanto como de una terapia de grupo. Se toman la molestia de exponer sus razones, para fundamentar un pasaje rápido o una estadía extendida en el mundo de los vivos.

Haciendo la previa, un accidentado en la carretera, un enfermo renal, una joven ejecutiva que tuvo un derrame y la supuesta víctima de una bala perdida contraponen méritos y merecimientos, o resistencia y quejas. Someterse a la inercia de vivir resulta más fácil que introducir cambios, es el mensaje entre líneas.

Esta producción del grupo A Proscenio, dirigida por Franco Balestrino, delinea un quinteto desigual, frustrado y ansioso (salvo La Parca, que escucha y aguarda para sellar pases), que está en manos de Fernando Amaral, Gabriela Quartino, Fabiana Sánchez, Mario Erramuspe y Melisa Artucio. Las entradas se consiguen en Redtickets a $ 500.

El miércoles 26 de noviembre a las 16.30 Belmonte estará en Montevideo presentando el libro de la obra. La periodista Ana Laura Barreto conducirá este café literario a propósito de Baile de huesos en la sucursal de 8 de Octubre 3176 de Librería Pocho. Confirmar asistencia al 095 910 097.

Teatro portevideano en el MAPI

Con dirección de Emiliano Samar y las interpretaciones de Yamila Ulanovsky y Mateo Chiarino, vino después de su éxito en Buenos Aires y este sábado a las 21.00 se despide El arte de esgrimir, de Enrique Papatino, en el Museo de Arte Precolombino e Indígena (MAPI, 25 de Mayo 279). Las entradas se adquieren en Redtickets a $ 800.

Un periodista le avisa a su mujer que a la mañana siguiente se batirá a duelo con espadas contra un militar que lo desafió. En la víspera, lo que peligra es la estabilidad de ese matrimonio. La pieza remite a un hecho de la realidad, cuando se enfrentaron el abogado, político y periodista Yoliván Biglieri y el almirante Benigno Varela. Quedó registrado como el último duelo de honor con esas armas en Argentina, ocurrido en la madrugada del 3 de noviembre de 1968, en una quinta de Monte Chingolo, partido de Lanús, en Buenos Aires.

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