Uruguay y el Bazofi se fueron acercando de a poco. La muestra cinematográfica tuvo su primera edición en 2012 en Buenos Aires, sede de operaciones de sus inventores y programadores, Fernando Martín Peña y Fabio Manes. Tras el fallecimiento de Manes en 2014, Peña asumió el timón solo. Buenos Aires no es tan lejos, y siempre estaba la posibilidad, plenamente justificada para un cinéfilo, de pegarse una escapada para ver al menos algunas funciones (yo lo hice un par de veces). Era lo que había.
Luego la pandemia jugó a nuestro favor: con la exhibición en salas detenida en Argentina, los Bazofi 2020 y 2021 fueron en línea, vía Youtube, lo que abrió la cancha a la participación yorugua. Con el retorno de la normalidad sanitaria, Peña empezó a ser invitado regularmente por Cinemateca para programar ciclos. Así empezó a incorporar versiones uruguayas de algunos de los ciclos y marcas que tanto animan el panorama cultural porteño (y, eventualmente, de otras ciudades argentinas). En 2024 se hizo el primer Bazofi Oriental. Ahora nos toca el segundo, desde el miércoles hasta el domingo.
Aparte de crítico, programador e historiador del cine, Peña es un coleccionista de material en fílmico que posee varios miles de títulos en distintos formatos (35, 16 y 8 milímetros). Es un defensor acérrimo de la belleza y gracia visual del fílmico –en detrimento de lo digital– y de la mayor conveniencia de almacenar cine en fílmico, con parámetros bien conocidos y medibles, frente a la incertidumbre de la duración de las copias digitales.
El Bazofi exhibe películas en fílmico (las de su archivo, cuando se hace en Argentina, y las del de Cinemateca Uruguaya, cuando se hace aquí). Esto excluye las películas nuevas, que casi que ya no circulan en copias en fílmico (el caso del lanzamiento de Oppenheimer, de Christopher Nolan, en 2023, en Cinemateca, que estuvo varias semanas en exhibición en 35 milímetros, fue una rara excepción).
Se trata, por lo tanto, de una muestra de cine de distintas épocas, excluyendo los últimos años (los de la estandarización de la exhibición en digital). El Bazofi Oriental de 2024 trajo películas de entre 1951 y 2010. El de 2025 viene más concentrado entre 1968 y 1994.
El Bazofi tiene su personalidad. El propio título de la muestra parodia la sigla Bafici (Buenos Aires Festival de Cine Independiente), uno de los mayores eventos de su tipo que se realizan en Argentina. Tomándole el pelo a cierta noción preconcebida de “calidad”, la muestra de Peña parece asumirse como de cine-bazofia. Es exagerado, pero no es totalmente falso. De vez en cuando en un Bazofi aparece alguno de los grandes nombres canonizados de la historia del cine. Lo que predomina, sin embargo, son películas que no suelen entrar en la categoría de “cine de calidad”.
Recordemos que Manes fue, aparentemente, quien lanzó el término bizarro para designar todo un rango de películas cuya gracia está, en cierto sentido, en ubicarse en las antípodas de los criterios asumidos de calidad. La solemnidad está mayormente excluida. Hay espacio para el absurdo, lo inverosímil, lo ridículo. Pero no es sólo eso. No se trata de un festival de películas malas para juntarse a mirarlas y reírse de ellas. El coloque especial del Bazofi implica generar, a través de la totalidad de la programación, de los textos que redacta Peña para orientar al espectador y de sus presentaciones orales antes de cada función, las condiciones para que encontremos valores genuinos en varias de esas películas-supuestamente-bazofia.
La consigna del Bazofi siempre fue “¡Alegría sin fin!”. Es una actitud opuesta a la postura sesuda del crítico desconfiado, preparado para demoler la obra que está por ver, salvo que esta logre franquear su barrera de antipatía y convencerlo de que “tiene calidad, pero...” o, una vez por año, de que hay una “verdadera obra de arte”. Acá la disposición por defecto es entregarse a los atractivos de cines muy diversos.
Peña seguramente sea el mejor presentador de películas del mundo: nunca vi a nadie con esa cualidad para sintetizar los atractivos de lo que estamos por ver en forma sintética, prosaica, informal, ubicando con mucho criterio las tres o cuatro características, contexto o curiosidades históricas que van a potenciar al máximo el visionado.
Terror y anexos
Este Bazofi pinta exclusivamente mediterráneo y estadounidense, más un par de producciones británicas, y con un foco especial en el cine de terror. Un hombre llamado Noon (1973) es un spaghetti western realizado por el británico Peter Collinson. El personaje principal es un pistolero amnésico. Pánico en la ciudad de los muertos vivientes (1980, de Lucio Fulci) integra la abundante tradición de películas italianas de zombis, caracterizadas por el gore extremo. También de Italia es Gracias, tía (Salvatore Samperi, 1968), que se suele describir como un duelo psicológico-erótico entre un joven paralítico y su tía.
El estadounidense John Carpenter, de cierta forma, está en vías de figurar en un nuevo canon de prestigio. Peña escribe que es su cineasta estadounidense vivo preferido, y lo mismo hace Kleber Mendonça Filho, el cineasta brasileño del momento. De Carpenter tenemos En la boca del miedo (1994), sobre un escritor que tiene la potestad de escribir el propio destino e intervenir, con sus escritos, en la realidad del mundo. Se trata de “el Carpenter nuestro de cada Bazofi”.
J Lee Thompson, típico director profesional que hacía cualquier cosa que le pidieran los productores (y por lo general lo hacía muy bien), aparece con La reencarnación de Peter Proud (1975), donde también la realidad es afectada por presencias extrañas. Aquí vive el horror (The Amityville Horror, de Stuart Rosenberg, 1979), sobre una casa embrujada, tiene la reputación de ser una de las películas independientes más taquilleras de la historia. Y siempre en el ámbito del terror, Hijos de la noche (1990, de Clive Barker) funciona como metáfora de la homosexualidad (los malos de verdad no son los monstruos, sino quienes los persiguen obsesivamente). El enigma del hombre que vivió dos vidas (1970, de Basil Dearden) es una producción británica sobre un hombre que, tras un accidente, empieza a tener la fundamentada sensación de tener un doble.
La movida se completa o se extiende con dos funciones (el domingo) del ciclo Peña sin Cadenas, en el que los espectadores concurren sin tener la menor idea de qué van a ver, y tienen prohibido contarlo a quienes no estuvieron ahí. Suele ser un éxito.
Bazofi Oriental. Del 13 al 23 de noviembre en Cinemateca. Programación en cinemateca.org.uy.