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Jardín de Campo sucio.

Foto: Laura Sosa

Una obra-jardín sobre la resistencia de la flora nativa

3 minutos de lectura
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Campo sucio en el Espacio de Arte Contemporáneo.

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Hace semanas, 11 camiones de sustrato llegaron al Espacio de Arte Contemporáneo (EAC) para crear una obra viva, Campo sucio, que propone una conexión entre la vegetación autóctona y la resistencia indígena. El proyecto de Teresa Puppo y Alejandro O’Neill consiste en un jardín de plantas nativas que se instaló en el patio oeste de la excárcel de Miguelete.

Con sus 450 m² de canteros y unas 1.800 plantas, la muestra es una respuesta ecológica y al mismo tiempo un acto político en el gris barrio montevideano de Cordón Norte. Campo sucio cuestiona el valor de los jardines al estilo europeo y también al colonialismo genocida, cuyas víctimas son comunidades originarias en su más amplio abanico ecosistémico.

La obra in situ comenzó hace un año, cuando se hizo la plantación. Ahora busca instalarse en el paisaje urbano, ofreciendo un espacio verde que ayuda a estabilizar la temperatura; se estima que puede bajar el calor en su entorno hasta dos grados. Los sustratos utilizados fueron arena sucia, que se extrae de canteros, y pedregullín, explicó O’Neill. “Estas plantas están adaptadas a condiciones bastantes extremas”, agrega.

De esta manera, el proyecto ganador de la Beca Fundación Ama Amoedo 2023, que se cierra con la inauguración en el EAC, generó las condiciones para que las plantas se mantengan allí de forma estable. Para eso se instaló un sistema de riego básico en una microtopografía de dunas que asegura un buen drenaje, ya que la base de sustratos actúa a modo de esponja. Así, la obra-jardín podrá permanecer en exposición durante por lo menos cinco años.

La paleta de colores tenues crea un refugio urbano que es a la vez corredor ecológico y obra de arte. La comunidad vegetal montada ha resistido al sistema productivo ganadero. “Ese mundo vegetal que vemos tan tranquilo, tan resignado, en que todo parece aceptación, silencio, obediencia, recogimiento, es, por el contrario, aquel en el que la rebelión contra el destino es la más vehemente y la más obstinada”, escribió en 1907 Maurice Maeterlinck en su sorprendente tratado de botánica La inteligencia de las flores.

La necesidad de devolverle su hábitat a la naturaleza autóctona, inteligente, que sabe dialogar con la tierra, los nutrientes, el aire, es parte del proyecto. Descubrimos que es posible tener jardines de plantas nativas en nuestras casas, que cultivarlas es práctico, estético y sostenible, que podemos hacernos responsables del cuidado de diminutos e imprescindibles pulmones verdes que habitan la ciudad.

Lo silvestre urbano

Campo sucio es un proyecto de larga data y una creación de madre e hijo. Dos miradas artísticas se encuentran y confluyen en un terreno que, como la misma obra, drena belleza: la obra experimental de Puppo, que utiliza múltiples soportes y técnicas, se encuentra con el lenguaje botánico de O’Neill. La creación de comunidades vegetales reivindica la identidad nativa, y las plantas se presentan como parte de un ecosistema que le responde activamente al sistema de valores que acusa de “malas hierbas” a la flora natural de nuestro territorio y busca aniquilar a los cuerpos nativos, sus culturas, sus sabidurías ancestrales, su ecosistema americano.

Los artistas buscan reinterpretar el chircal como proceso artístico, “una de las formas más fascinantes de creación”, sostiene O’Neill. El objetivo es “transformar la percepción de la flora local de Uruguay y reinsertar culturalmente a las llamadas ‘malezas’, cuestionar la narrativa hegemónica en torno al paisaje natural”, según se lee en el texto de la obra.

Puppo, por su parte, destaca cómo las comunidades indígenas no reivindican sus derechos como cuerpos individuales, sino que llevan adelante la defensa del ambiente, de los bosques que protegen el planeta contra el extractivismo, los monocultivos para alimentar el ganado o la producción de combustible.

El arte suele ser un espacio que propone nuevas formas de vida, de habitar nuestro hábitat, de aliviar nuestras culpas. Para O’Neill, proponer un jardín de plantas nativas es activar un mosaico de hábitats y procesos que dan valor a la naturaleza silvestre como componente de la identidad de la ciudad moderna, la Urbane Wildnis propuesta por Herbert Sukopp, padre de la ecología urbana alemana. Sukopp propone a los yuyos como indicadores ecológicos de pureza y salud, que en Campo sucio no sólo se reivindican a nivel botánico, sino también político e histórico.

“Las plantas que ornamentan Montevideo, las ciudades del interior de Uruguay y los jardines que habitamos son en su mayoría exóticas, lo que revela un desconocimiento sobre la biodiversidad nativa”, se lee en el texto de presentación de la obra. No es casual que en el país se comiencen a desarrollar diferentes proyectos sobre plantas nativas, como el vivero del parque Roosevelt, cuyo objetivo es producir especies para plantar en espacios públicos.

La presencia silenciosa de estas flores y plantas es parte de la resistencia ecológica, comunitaria y artística donde cada una es símbolo de vida, respeto y sostenibilidad.

Campo sucio. En el Espacio de Arte Contemporáneo (ingreso por Arenal Grande 1930). Viernes y sábados de enero y febrero de 14.00 a 18.30. En el vivero del parque Roosevelt: martes 9 a las 13.00, inscripción previa al 092192055.

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