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Saturno.

El español Daniel Tornero y su documental sobre el abuelo pederasta

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El director de Saturno habla de su ecuación entre vida y cine.

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Muchos de los que estuvieron en la función de Saturno en el Festival de Cinemateca dijeron que la película les había “partido la cabeza” tras la charla posterior con su director, Daniel Tornero. No es para menos: en el documental, el español se anima a desnudar el proceso de su propia familia una vez que el abuelo, a los 70 años, es acusado de pederasta.

“Lo que a mí me interesaba era dibujar qué sucede en una familia cuando las estructuras entre padres e hijos se quiebran de manera tan fuerte y cómo se lidia con esas emociones y con esas sombras. En este relato mi padre se erigió como eje central porque sentía que el caso de mi abuelo podía generar mucha oscuridad. Mi idea era encontrar un poco de luz y mi padre podía hacerlo, podía quebrar esa sombra que se arrojaba sobre la familia y replantear esa estructura familiar”, aclara Tornero.

Ocurre que la propuesta del documental nada tiene que ver con el caso que golpea a la familia, sino que es un ejercicio paciente de hacer visible la estructura familiar, las dimensiones de esta institución que se ve arrebatada de su propio origen y debe desentrañar no sólo quiénes son ahora, sino quiénes han sido todo este tiempo. “En este sentido mi padre jugó un rol fundamental. Yo veía de manera muy latente el conflicto que él tenía con su propio padre, de entender su propia relación en un contexto donde ya no entendía cómo gestionar sus emociones con respecto a alguien por quien había sentido un amor paternal y ahora se quebraba”, comenta el cineasta.

Resulta conmovedor asistir al encuentro entre el cineasta y su familia en un retrato que logra que se desprenda la sensación de que los propios protagonistas manejan la construcción narrativa con mucha conciencia. “Fue bonito entender durante el proceso que para mi familia la diferencia entre mi yo familia y mi yo cineasta no existía. Para mí era importante trazar un vínculo horizontal con la realidad, a mí no me interesa el cine que intenta extraer cosas de la realidad. Entretejer un diálogo horizontal entre el cine y la vida es mi motor para hacer cine”, afirma Tornero.

Si la familia ofrece un reflejo de lo que implica una ruptura tan dura con uno mismo y con alguien que uno ama, el personaje de Daniel convoca una profunda reflexión sobre un espacio que naturalmente lucha por existir entre el deber ser ante un juicio moral y ético, el afecto. Sobre esto, Tornero afirma: “Siento que la película es un puente entre una persona que se ha convertido en casi un fantasma y mi familia, que vive un duelo en vida cuando se descubre esta realidad y esta persona pasa a ser casi que un difunto. Me interesaba explorar en esta película el destierro como concepto humano, no solamente físico”.

En un golpe de valentía, Tornero se muestra sólo una vez en cuadro, frente a un espejo junto a su abuelo con el dispositivo de la cámara en la mano. “Al final la inmediatez genera una ruptura muy grande con la realidad humana. Si construimos estas figuras tan ajenas a nosotros y entendemos el mundo en términos de malos o monstruos, estamos generando una ruptura con nosotros mismos como humanos.

Poder cuestionarnos como seres humanos tiene mucho que ver con observarnos. Cuando creamos estas entelequias estamos aislando el problema en un lugar que no nos pertenece a nosotros mismos y eso impide la reflexión”, comenta él.

El tiempo, en todo caso, es la herramienta clave para el proceso narrativo y afectivo del documental: “Fuimos escribiendo y rodando, encontrando la película poco a poco, y sirvió para dejar espacio para la reflexión individual de las personas que estaban transitando la película. Ese tiempo permitió integrar algo importante; si bien la película se ve condicionada por el viaje emocional que transitan los personajes, estos también se ven afectados a su vez por la película. Tiene un efecto de reflexión, de cuestionamiento del estatus familiar. Y este diálogo entre lo que están viviendo y lo que está viviendo la propia película me emociona muchísimo”, dice Tornero.

Saturno. 96 minutos. En +Cinemateca.

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