“En octubre de 2010, cuando falleció José, estaba pensando que estaba listo todo esto”, cuenta Johanna Anke van Haastrecht, viuda del Sabalero, sobre el proyecto La historia de mis canciones, que el cantor había presentado el 10 de abril de aquel año en el teatro Solís. Sin embargo, tras su muerte, comenzó un extenso periplo en busca de que aquel registro sonoro y audiovisual estuviera a la altura del acontecimiento. Tras idas y vueltas que incluyeron un pasaje del material por Buenos Aires, el 5 de enero, a modo de avant premiere, se presentó la película en la expo platea de Atlántida –que lleva el nombre del músico–, y el 10 de abril, exactamente a 15 años del concierto, salió a la calle en formato vinilo.
La magnitud del evento –nada más y nada menos que el último gran recital de uno de los máximos referentes de nuestro cancionero popular– alcanza para valorar la trascendencia de este registro que, a la luz de los acontecimientos, tiene una especie de aura de despedida, de punto final a una trayectoria intachable. Pero no hacen falta concesiones: la performance musical del cantor y su banda justifican la edición de etiqueta.
En el Solís, Carbajal cantó una veintena de canciones, cada una de ellas prologadas por relatos que desmenuzan los orígenes de las obras, aportan contexto, buenas dosis de humor y una cantidad de data, mucha de ella inédita, sobre la cocina de las creaciones, todo arropado en la encantadora poética de lo cotidiano que caracteriza al bardo de Villa Pancha. Siempre se sintió más contador de historias que cantante y defendió ese estatus, que, de alguna manera, se convirtió en una corriente a la que se sumaron con idéntica convicción artistas de otros palos, como Sebastián Teysera de La Vela Puerca. En una parte del show, en la historia de “Pa’l abrojal”, confiesa que a él no le daba la voz para cantar “Zamba de mi esperanza” y toda esa hondonada de hits argentinos que copaban las radiodifusoras de este lado del Plata. “Yo era el José, el que le escribía a la Laguna Azul o al Grillo Cebollero [...] yo pasaba desapercibido como cantor y me divertía lo mismo”, manifiesta, antes de concluir que lo suyo fue cuestión de suerte, mientras que a otros “la vida les hizo zancadillas porque, aunque eran muy buenos cantores y muy buena gente, muchos se comieron la comida”.
El larga duración, de elegante empaque, incluye 12 piezas de aquella noche más sus historias, repartidas en dos discos de vinilo. Las narraciones justifican el tamaño del proyecto ya que tienen en este trabajo el mismo peso que las canciones; son 24 tracks en total. No es una novedad. La palabra hablada era un sello de distinción del lacacino y parte de los grandes atributos de su performance escénica. Ya en Canto popular, su álbum debut de 1969, incluye la clásica introducción a “Los panaderos” (“El que no haya vivido a la orilla de un baldío…”) y repite el recurso en “No te vayas, Pedro”, “Pelusa”, “Laguna Azul” y “Carita gris”, también de sus primeros discos. En “No te vayas nunca, compañera” y “Los amigos” da un paso más y mezcla canto con relato, y en Volveremos, su primer trabajo europeo, aparecen “Montevideo”, un extenso texto en formato carta, y “La orillita”, tal vez la historia modélica de su repertorio. Ya en los años 90 editó La casa encantada, en el que también acompañaba el guitarreo con introducciones, y Cuentamusa, el más radical en este sentido, donde reúne seis crónicas musicalizadas, al estilo de las contracanciones de Alfredo Zitarrosa.
La docena de obras seleccionadas para este trabajo son el corazón del potente catálogo de José Carbajal, una batería de hits inoxidables, desde “A mi gente”, “La sencillita” y “Chiquillada”, que lo acompañan desde su disco debut (asegura que son “las que más se cantan”), hasta “Yacomienza”, “Borracho pero con flores” y “La flota”, que interpreta con garantía de sacudón, como en los viejos candombailes. En todos los casos las historias aportan información hasta al sabalerólogo más experiente. Además, el autor aprovecha su jocoso e hipnótico proseo para soltar hondas reflexiones, como cuando dice “y la miseria no se olvida porque fuimos creciendo frente a los portones de las fábricas que esperaban nuestros 14 años para tragarnos para siempre”, al final de “A mi gente”, o toda la antesala a “La muerte”, esa canción escrita como antídoto tras el fallecimiento en México de su hija Emiliana, de apenas dos meses. La tristeza parece más llevadera vestida de pantalón cortito.
De todas maneras, como el propio Sabalero dijo alguna vez, “no todos los recuerdos son verdad”. Para muestra, “Johanna”, que, según el cantor, “es una canción de protesta, no de protesta social, sino de protesta amorosa. Es una canción en la que yo reclamo mi espacio, reclamo mi vuelo y mi delirio cuando estoy poseído por un verso o por un cuento”. Sin embargo, Anke sostiene que el recuerdo fue adulterado. “No quería decir por qué estaba enojado. La única persona que lo sabe es Jaime Roos. En el 80 o 81, no me acuerdo ahora, me fui a un trabajo a Cuba para escribir un libro sobre teatro cubano y no volví al mes sino a los dos meses; y este, enojado, escribió ‘Johanna’”. Más allá de la anécdota, la canción seduce con su cadencia achamarreada, pero con vocación universal, y da cuenta de cómo el compositor fue modelando un estilo propio, más allá de los géneros y las temáticas.
Como si fuera poco, el registro tiene el valor de incluir “Angelitos”, la canción dedicada a los niños secuestrados por la última dictadura que Carbajal había dejado de cantar en 2002, cuando Sara Méndez encontró a su hijo Simón Riquelo. “Nunca más la canté, nunca más. Y ahora tengo que contar cómo la hice. Fue una de las canciones que hice en Francia, entre Francia y Holanda, y ha sido importante en mi vida y creo que ha significado algo para la gente. Entonces por única vez la voy a cantar también. Era la última, bueno, la última va a ser esta. Porque tengo que contar cómo la hice”, justificaba en una nota para la radio El Espectador previo al recital.
La histórica banda integrada por Fernando Goicochea (piano y arreglos), Eduardo Elissalde (batería), Roberto Elissalde (guitarra), Leo Anselmi (bajo), Carlos Boca Ferreira (percusión) y Eduardo Acevedo (armónica) sazona con mucho swing, pero siempre al servicio del crooner orillero. Vale destacar también el trabajo invisible del periodista y amigo Jorge Yuliani, que tuvo a cargo la tarea de apuntador para sortear posibles olvidos en los recitados, y fundamentalmente al también histórico escudero Daniel Blanco, encargado del sonido en sala y de la mezcla final que hace que parezca que nuestro sofá se encuentre bajo las luminarias del teatro Solís o a la luz del fogón en el único rincón seco del rancho del Macario; ustedes eligen.
La historia de mis canciones, de José Carbajal, el Sabalero. Montevideo Music Group, 2025. Disponible en mus.uy y disquerías.