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Bienal de Arquitectura en Venecia: apuntes sobre la inteligencia colectiva

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Uruguay está presente en el mayor encuentro de la disciplina.

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Al llegar a la primera sala de la exposición principal de la 19ª Bienal de Arquitectura en Venecia, que permanecerá abierta hasta noviembre, un calor agobiante da la bienvenida a los visitantes. La muchedumbre deambula en un espacio oscuro, circundando piscinas de 70 centímetros de alto, en referencia al nivel que el mar alcanzará en Venecia a fines de siglo. Cuelgan ventiladores que exudan aire caliente. La instalación producida por Sonia Seneviratne y David Bresch, en colaboración con la Fundación Cittadellarte Onlus y Transsolar, define un clima pesado.

Al otro lado de la sala, un muro de ladrillos de biocemento bloquea la mirada. La pendiente pronunciada del muro sigue la curva del crecimiento de la población mundial durante el último milenio, sólo interrumpida por el alto techo del espacio expositivo.

La intervención The Other Side of the Hill, creada en colaboración entre el físico Geoffrey West, el biólogo Roberto Kolter y los arquitectos Beatriz Colomina, Mark Wigley y Patricia Urquiola, trata de cómo el crecimiento exponencial, aunque pueda parecer imparable, siempre tiende al colapso.

El rumbo está definido

Con esta muestra titulada Intelligens. Natural. Artificial. Colectiva se inauguró en Venecia la 19ª Bienal de Arquitectura el sábado 10 de mayo. Se trata de la mayor exposición de arquitectura, que cada dos años reúne a profesionales de todo el mundo para reflexionar sobre las formas en que habitamos el espacio.

El curador Carlo Ratti, arquitecto y profesor en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, dice en su texto curatorial que “la arquitectura debe nutrirse de todas las formas de inteligencia” para liderar el camino hacia la adaptación climática.

Ratti elige conscientemente la raíz latina gens, de la cual derivan las acepciones gente, clan, familia: en resumen, grupo de personas.

Durante los días de la inauguración, las calles de Venecia se volvieron el escenario de una masa de arquitectos que se reúnen a celebrar y criticar la enorme muestra que año a año se expande. Intelligens reúne 300 obras de 750 expositores en la antigua base naval Arsenale, con expositores de disciplinas tan diversas como la programación, la filosofía, el arte, la ciencia y la arquitectura. A ellos se suman 66 pabellones nacionales que exceden el espacio de los Giardini y que se dispersan por la ciudad.

Ratti olvida, quizás también conscientemente, hacer referencia al intelecto general, concepto que Marx acuña en sus Grundrisse y que los compatriotas de Ratti fundantes del posoperaísmo, como Antonio Negri, continuaron desarrollando en la segunda mitad del siglo XX. El intelecto general es el resultado de la cooperación humana, es la capacidad intelectual de la sociedad toda, que según Marx en las últimas fases del capitalismo reemplaza el trabajo humano directo y se vuelve principal fuerza de producción. Negri retoma este concepto y plantea que el intelecto general es una potencia en su capacidad creativa y de transformación, y por tanto su liberación del capital y reapropiación por parte de las multitudes puede crear un poder constituyente capaz de producir un nuevo orden social sin necesidad del poder existente.

Detrás del muro, Ratti nos invita a descubrir un gran collage de proyectos, agrupados en tres categorías: inteligencia natural, colectiva y artificial. Se reiteran temáticas como la investigación en materiales de origen natural y el uso de tecnologías, como la impresión 3D. Como es usual, los proyectos fueron seleccionados a partir de un llamado abierto, lo cual se refleja en la variación de temáticas y calidad de las propuestas. Sin embargo, el mensaje es claro: el futuro será regido por la investigación científica.

Los pabellones nacionales muestran quizás otras interpretaciones de la propuesta curatorial. El pabellón de Austria compara la política de vivienda en Viena (desde arriba) con la política de vivienda en Roma (desde abajo). La cuestión implícita es qué puede aprender una ciudad de la otra, al poner al mismo nivel la inteligencia de las políticas centralizadas de la Viena Roja con la del movimiento de ocupaciones ilegales en la capital italiana.

En el pabellón de los países nórdicos, edificio obra del arquitecto Sverre Fehn, el artista Teo Ala-Ruona y su equipo presentan Industry Muscle: Five Scores for Architecture, una performance que confronta la arquitectura modernista del edificio con los cuerpos trans y racializados que en la performance buscan no sólo habitar sino también transformar el espacio. Ala-Ruona quizás cae en una simplificación, en particular al actuar en el edificio de Fehn en el que los árboles atraviesan el techo, que escapa de toda idea de funcionalidad. A pesar de eso, la performance es conmovedora e invita a pensar en los cuerpos como objetos políticos capaces de transformar su entorno.

Sin embargo, tal vez la mayor performance sean los carabinieri que custodian el pabellón de Israel, cerrado, según la versión oficial, por renovaciones. Afuera un fórum sobre la reconstrucción de Gaza congrega a una multitud. No así el evento que organiza Thomas Heatherwick en el pabellón ruso.

La muestra que presenta Uruguay, titulada 53,86% Uruguay, tierra de agua, plantea la importancia del agua como mediador de la vida en el planeta, y por tanto no sólo un recurso, sino también parte fundamental de nuestra cultura. La ejecución resulta insuficiente a los efectos de generar una experiencia inmersiva y la propuesta se podría haber beneficiado de una actitud más propositiva, como lo hace el pabellón de Perú al mostrar las técnicas de construcción utilizadas por las comunidades uros y aymara para habitar territorios de agua.

Invitación

En la fiesta oficial el día previo a la inauguración, la masa desborda el recinto y una fila larga y desordenada se forma en el Campo San Lorenzo. Ratti se dirige al colectivo y proclama que la fiesta se trasladará a la plaza, para darles la posibilidad a todos de participar. Los grupos se dispersan y la multitud elige las calles de Venecia como escenario.

La investigación científica será parte fundamental de los desafíos a los que se enfrenta la humanidad, pero carece quizás de potencia, en el sentido spinoziano. Será, con un poco de suerte, el intelecto colectivo el que, sinuoso y desordenadamente, nos guíe más allá del muro.

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